Los inocentes vivieron ayer un día de plenitud. Al balance del año realizado por el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, se unió la votación de la ley de acompañamiento de los Presupuestos de la comunidad de Madrid, en la que se habilita la transferencia a manos privadas de seis hospitales y 27 centros de salud. Encendida la mecha, sólo queda esperar que la chispa se vaya extendiendo por los regueros de pólvora sembrados por el Gobierno del PP. El tema no debe resultar muy ilusionante, ya que dos de los parlamentarios de la asamblea fueron pillados perdiendo el tiempo, nuestro tiempo, que les pagamos religiosamente aunque no seamos muy creyentes. Y nada de eso fue inocentada. Mucho de lo sucedido en los últimos meses lo ha sido, aunque nos lo hubiera podido parecer hace tan solo unos pocos años.
Bartolomé González e Isabel Redondo. Foto: Álvaro García (El País)
Apalabrados es un juego adictivo, como lo es el poder: una vez metido en faena, con el aliciente de una nómina suculenta a final de mes o un iPad, es muy difícil dejarlo, ni siquiera para dimitir cuando te pillan con las manos en la masa, o en las palabras vanas. La falta de diálogo que ha caracterizado este triste y devastador 2012 no ha sido consecuencia de la falta de palabras: los parlamentarios en la asamblea de Madrid muestran estar muy interesados en ellas. El rodillo es más una cuestión de actitud, de arrogancia, de soberbia, todo ello aderezado con una buena dosis de ínfulas adoctrinadoras y sed de más, más palabras.
Una de las pilladas perdiendo nuestro valioso tiempo, Isabel Redondo, pedía excusas en Twitter y decía lamentar “lo sucedido”, aunque en realidad el lamento sea más por haber sido pillada in fraganti. No lamenta, ni ella ni sus compañeros de filas y columnas, tirar por la borda una sanidad modélica, eficiente, siempre mejorable desde luego, pero que cumplía con una función integradora, solidaria. Para el PP, esto es insostenible. Es más, podrían considerarlo intolerable. Lo que no es sostenible es que los diputados se entretengan aunque vayan a votar lo que les diga el partido, que para eso les pagan. Perdón, les pagamos, amén de suculentas dietas de comida, desplazamientos o estancia. Eso sí qu no es sostenible, aunque también forme parte de una herencia recibida y como tal sea acogida como un derecho adquirido, esta vez sin lamentos. Lamentable, sí.