El libro siempre volvía.
Ella no deseaba el libro, ni siquiera deseaba tocarlo de nuevo. El cuero gastado hizo que su piel zumbara con memorias antiguas de algo que ella no deseaba saber. Cuando el libro apareció primero al pie de su umbral el día después de Acción de Gracias, se sintió llena de pavor y anticipación, una mezcla de emociones que ella no entendía.
Ni remite, ni sello, ni matasellos, ni ninguna dirección, nada excepto su nombre, puesto en letras en una escritura pasada de moda, de lujo, en un envoltorio liso marrón: Srta. Susan Talbot. Ella trabajaba en una librería usada y la gente traía siempre los viejos libros para que estos fuesen autentificados o para ser valorados. Lo envió a los expertos, porque ella no tenía ninguna experiencia académica en el campo. Ella no era nada más que una vendedora: clasificaba los libros, los apilaba, los vendía, pero ella no tenía la capacidad de juzgar el valor de un libro.
Rasgando el envoltorio y el papel a la fría luz del sol que se perdía, tembló con una peculiar mezcla de malestar y de deseo. El papel crujió y raspó contra la acera, mientras una ráfaga de viento helado la azotó fuera de su asimiento. Ella acomodó, con su espalda contra el enérgico viento, el estrecho libro presionado a su pecho. El libro se sentía caliente contra sus pechos y un quejido se le escapó de los labios. Algo revolvió el interior más profundo de ella: la parte de ella sexual. Pero en su mayor parte se trataba de una necesidad principalmente devastadora….
Para hacer qué, ella no lo sabía. El viento se apaciguó y la luz del sol se volvió más pálida. Pronto sería oscuro y entonces ella no podría abrir correctamente el libro. La cubierta, encuadernada en cuero, cayó abierto pesadamente para revelar las envejecidas, descoloridas páginas del pergamino. El título manuscrito "Bestiae Magicae" no significó nada para ella, aunque lo reconoció escrito en latín.
Magia, ciertamente. ¿Bestial? ¿Bestia? ¿Magia Bestial? ¿Bestias Mágicas? El resto de las páginas manuscritas eran incluso menos comprensibles, la escritura encogida, casi ilegible. Notó que algunas contenían notas escritas por diversas manos, en los márgenes estrechos. Algunas estaban en latín, otras en una versión antigua del inglés, y algunas otras en inglés más moderno. El libro había pasado obviamente a través de muchas manos, a través de muchas generaciones.
En ese momento supo que no quería el libro. Intentó abrir los dedos y dejarlo caer al pavimento. Dejarlo para que algún otro lo tomase y se ocupase de las consecuencias y de la maldición….
¿De dónde vino ese pensamiento? No importaba, porque sus dedos no aflojarían su apretón, sin importar tampoco lo fuerte que ella lo intentaba. Ellos continuaron hojeando a través de las páginas, buscando algo…. y ella lo sabría cuando lo encontrase, lo rasgaría de su lugar, rompiéndolo en pedazos con los dientes y la garra…
-¿Sue? ¿Estás bien?
Asustada-, ella se giró y casi gruñó a su vecina, Dori. Con el corazón golpeándole en el pecho, batiéndole dentro de la caja torácica como el golpeo frenético de las alas de un ave atrapada. Ella bloqueó el sonido y mantuvo cerrada su mandíbula con fuerza.
-Mi Dios, ¿Sue? ¿Te sucede algo malo? – susurró Dori,con los ojos abiertos de par en par por la preocupación.
Sue sacudió la cabeza y agarró el libro contra su pecho otra vez.
-Nada. Estoy muy bien – jadeó ella. Entonces dándose la vuelta, abrió la puerta y corrió hacia arriba por las escaleras hasta su apartamento, en el segundo piso. No hizo caso de Dori, que la llamaba por su nombre mientras manejaba torpemente la llave sobre la cerradura, como si sus manos se hubiesen metamorfoseado en algún otro tipo de apéndices, con pulgares opuestos.
Irrumpiendo a través de la puerta, todo cayó de entre sus manos. La pequeña bolsa de la tienda de comestibles se rompió y derramó su contenido, su monedero rebotó en la esquina de la mesa del recibidor, y el libro resbaló a medio camino a través del cuarto.
Nada más haber tocado el tomo, el sentido del caos y la pérdida de control retrocedió, y esa necesidad principal se disipó algo. Cerró de golpe la puerta detrás de ella e, inclinándose contra ella, cerró los ojos. Su corazón volvió a un ritmo normal, y su respiración se igualó. Ya no sentía la llamada de lo salvaje.
Abrió los ojos, caminó encima del libro, y lo golpeó con el pie debajo del sofá.
A la mañana siguiente, usando las pinzas, Sue puso el libro en un bolso y lo llevó al trabajo, descargándolo en un estante trasero con todos aquellos viejos libros pero indeseados.
Aquella noche ella había tenido sueños extraños, incoherentes. Bestias a cuatro patas corrían a medio galope a través de los primitivos bosques, cubiertos por el claro de la luna y la niebla. En la caza, cazaban a animales más débiles, incluyendo al hombre….
Y a la mañana siguiente, bañada en su propia transpiración y sacudida por el miedo, se había despertado para encontrar el libro descansando sobre su mesita de noche, entre el reloj y la lámpara.
El terror la había atrapado. ¿Ella había traído el libro hasta allí, sin acordarse? ¿No podía ser, o sí? Usando su reloj, ella lo barrió de la mesita de noche y lo golpeó con el pie hasta la esquina más oscura de su habitación, donde se quedó por casi una semana.
Usando las pinzas, porque ella no se atrevió a tocarlo de nuevo, Sue lo dejó caer dentro de una bolsa de papel y lo tiró dentro de una papelera, de camino al trabajo. Cada noche, sus sueños habían estado plagados por las bestias nocturnas, pero aquella noche se intensificaron. Ella era una de las bestias, trotando junto a un macho negro de casi dos veces su tamaño. Cuando él olió el aire, ella inclinó su hocico hacia arriba y también atrapó el olor de la presa, y aulló con los otros, los sonidos repitiéndose misteriosamente a través de los árboles. Él arrancó a correr y ella corrió al lado de él, músculos ondulando suavemente debajo de su capa gruesa de piel plata-blanca. Él la impulsó a continuar, y ella no deseó decepcionarlo. Ella corrió con la manada, cazando… atrapando… desgarrando…
Sue de repente se alzó en la cama, el pelo, las sábanas, y el lecho empapados con su sudor. Cuando ella se dio la vuelta, el libro descansaba en su mesita de noche.
De nuevo, ella lo golpeó con el pie en la esquina.
Ahora, era víspera de Navidad. Siempre, el libro volvía, pero esa noche ella pensó en algo que debería ser bueno para el libro. Cada noche, ella había soñado con el grito y la caza a la luz de la luna manteniéndose cerca del macho negro, hasta que la fantasía parecía más tangible que su realidad. Una parte de ella sabía que tenía que hacer algo o el mundo alterno consumiría su vida. Ella agarró y empaquetó el libro y lo llevó al sótano. Lanzándolo a las llamas saltadoras del horno, ella lo miró quemarse con un sentimiento embrollado de alivio y pena.
Después de todo esto, ella cayó fácilmente en un sueño profundo.
De nuevo, ella corría con el macho, pero esta vez que eran sólo ellos dos. Esta noche era diferente. Su cuerpo dolió con necesidad y deseo. Ella ardía en el blando lugar entre sus piernas traseras. Ella deseó parar y estirar sus patas delanteras hacia fuera todo lo que pudiese, dando un acceso fácil a su compañero. Pero ella lo siguió, sabiendo que su unión vendría a su debido tiempo.
Finalmente, él paró en un claro bañado a la luz de la luna y se dio la vuelta hacia ella, sus suaves jadeos eran los únicos sonidos que se oían. Sus hocicos se tocaron brevemente, después él se movió detrás de ella, oliendo debajo de su cola. Su áspera lengua golpeó una vez a través de su carne ardiente, relevando el dolor y exacerbándolo al mismo tiempo. Ella se estiró hacia adelante, arqueando su parte trasera, su trasero arriba en el aire. De nuevo su lengua la atormentó a través suyo y su cuerpo se retorció bajo de su tacto. Repetidas veces, él lamió entre sus piernas hasta que ella estalló sin importarle nada más.
Sue gruñó suavemente con el placer que corrió a través de su cuerpo. Ella levantó sus caderas más altas, retorciéndose su sexo en la lengua que remolineaba. El gruñido se convirtió en un quejido cuando ella logró abrir los ojos. Ella miró fijamente el techo cuando se recuperó de su increíble orgasmo; antes ella no había soñado durante tanto tiempo…. pero la lengua áspera, caliente y mojada, continuabadando lengüetazos y lamiendo su clítoris y sus labios.
Ella levantó su cabeza hasta que pudo ver sobre sus caderas alzadas y entre sus piernas extensas. Su corazón se aceleró a la vista del lobo negro.
Dylan Hunter había seguido el rastro del libro tan pronto como fue subastado en Sotheby a primeros de año. El dueño anterior, designado solamente como Guardián por la manada, lo había guardado en la caja fuerte, pero sus herederos no eran tan diligentes. Antes de que la manada se enterase de la muerte del Guardián y del reparto de su legado, el libro había sido vendido como un volumen más entre millares.
Solamente capaz de detectar el paradero del libro en su forma del lobo, Dylan perdió rápidamente la pista del libro. Durante meses, sin importar cuanto se mantuviese vagando entre el mundo poblado en forma del lobo, él nunca detectó el libro en ningún lugar. El lado positivo era que el libro no había sido puesto a disposición de los seres humanos para ser usado contra la manada.
Estaba cansado y nervioso. Sin saber quién tenía el libro, la manada estaba en alerta, lista para moverse al primer aviso, preparada para defenderse y para asegurar la supervivencia de la manada.
Finalmente, Dylan detectó el libro el día después de Acción de Gracias. Sus instrucciones eran conseguir el libro sin importar el coste, pero ninguna de ellas habría podido predecir quién tendría posesión de él. Tan pronto como él averiguó quién era esa persona, observó y esperó. La mayoría de la manada, incluyéndose a sí mismo, pensaba que ella era poco más que una leyenda. Ahora él sabía que ella existía de verdad.
Susan Talbot lo despertó como ninguna otra hembra, humana o de la manada, había hecho desde hacía tiempo. Le gustó la manera en que su pelo marrón brilló con toques de luz rojos y oro en el pálido sol del invierno. Todavía tenía que conseguir estar bastante cerca para ver de qué color tenía ella los ojos y él se preguntaba si eran verdes, azules, o marrones. Él aprobó la manera que ella se comportó, ferozmente y con determinación, aunque él sabía por lo que ella estaba pasando en ese instante.
Dylan se sentía un poco culpable porque él se añadió a sus tribulaciones, invadiéndola en sus sueños cada noche. Al principio, él la introdujo simplemente en la manada a través de sus formas de lobo. Él le envió imágenes de cómo sus antepasados habían cazado en épocas antiguas. Él esperaba que ella se fuese acostumbrando a su herencia.
Cada día él la seguía mientras que ella iba a trabajar y al volver. Él nunca se le acercó, temeroso de que ella pudiese reconocerle o detectar de alguna manera su parentesco antes de que ella fuera lista aceptarlo. Un día, de camino al trabajo, ella sacó un paquete de su bolso y lo dejó caer en la basura, a varios bloques de la librería. Él no se sentía sorprendido de que ella intentase librarse del libro. Había detectado su miedo y agitación cuando él se arrastraba en sus sueños.
Abrió la tapa y encontró la bolsa que ella había llevado, pero estaba vacío. Él saltó dentro y buscó a través de la repugnante basura, pero no encontró el libro. Cerrando la tapa, cambió de cuerpo en lobo e intentó detectar la energía del libro, pero él no sentía nada, la misma nada que él había sentido durante meses hasta que encontró a Sue Talbot.
Él no estaba seguro de qué hacer. ¿Debía buscar más lejos o continuar vigilando a Sue? Cambió de forma nuevamente en Dylan el humano, y se arrastró fuera del contenedor, frunciendo el ceño. Algo más los influenciaba todos - el libro, a Sue Talbot, y a él - y no le gustaba nada. No le gustaba lo desconocido, especialmente cuando lo que estaba en juego era tan importante.
Sintiéndose como si hubiese perdido el control de la situación durante una fracción de segundo, Dylan se apresuró hacia la librería para cerciorarse de que Sue Talbot había continuado con su día como de costumbre. Él soltó un suspiro de la relevación cuando, a través de la ventana delantera, él vio su lugar detrás de la caja registradora. A menor era ella una constante con la cual podía contar.
O eso es lo que pensaba. Más tarde, esa noche, cuando él la introdujo en los sueños, encontró a Sue en su forma de lobo, manteniendo el paso al lado de él, su pelaje plata helada realzada por la luz de la luna. Estuvo satisfecho al encontrar que ella le encontraba en el sueño, pero lo que le complació más era que el que ella estuviese con él le parecía lo correcto.
Más tarde esa noche, después de que se hubiera terminado el sueño, él cambió a su forma de lobo y detectó de nuevo la presencia del libro en posesión de Sue. La relevación lo inundó. El libro estaba seguro, sí, pero también significaba que él no tendría que dejarla de nuevo para buscarlo.
Noche tras noche, ella se reunía con la manada y corría a su lado. Ella aprendió presentir a la presa y aullar de modo que su llamada repitiera a través del bosque. Y ella aprendió a ayudar con la matanza. Él nunca permitió a la manada del sueño cazar a un ser humano. Aunque sus antepasados lo habían hecho así, habían aprendido protegerse y a no necesitar cazar más a los seres humanos que querían destruirlos.
Él detectaba su malestar, la lucha continua dentro de ella. Una parte de ella estaba atraída por la libertad y al salvajismo de ser un lobo, pero otra, una parte más profunda de ella se oponía. Ella todavía no había aceptado la parte indomable de sí misma y hasta que ella no lo hiciese, el resto no le resultaría fácil.
En vísperas de Navidad, ella todavía no se había acostumbrado a lo que era. Él sentía que ella todavía podía comprenderlo totalmente. No podían quedarse en esa situación mucho más tiempo. Él no podría, de todas formas. Él la deseaba y la esperaba como su compañero, como ella pensó en él en los sueños. Tendría que aceptar su herencia y esperaba persuadirla de aceptarlo.
Tarde esa noche, deseando estar cerca de ella cuando él la introdujo en los sueños, forzó fácilmente la cerradura de su apartamento. Dentro, él cambió a su forma de lobo y caminó a través de los cuartos hasta su dormitorio.
Ella dormía desnuda. Se sacudió y se dio media vuelta y gimiendo en sueños hasta que el cobertor fue un montón enredado y resbaló hasta el suelo. Él se levantó hacia arriba y reclinó sus patas delanteras en el pie de la cama. Ella rodó de lado a lado, con sus piernas separadas de modo que él podía ver el enredo del pelo y la hendidura debajo de ella. Él podría oler su excitación, que parecía llenar el cuarto. Su cuerpo de lobo reaccionó a lo que su mente de hombre encontró estimulante.
Él se zambulló en su sueño. No estaban con la manada y quedó sorprendido al encontrarse que esta vez ella había dirigido el sueño. Él podría olerla aquí también, el rico, almizcleño olor de una loba en celo. Su ciclo había llegado y él sería su compañero. Cuando la idea se introdujo totalmente en su mente y su pene se llenó de sangre, se detuvo en un claro iluminado por la luz de la luna.
Se dio la vuelta hacia ella y tocó su nariz con la suya. Desafortunadamente, los hocicos del lobo no fueron hechos para besarse. El lobo en él asumió el control y su olor lo condujo alrededor a su parte posterior. Ella todavía estaba parada, esperándolo. Él todavía tenía pensamiento humano, también, y lamió su carne hinchada. Ella sabía tan rica y embriagadora como su olor. Cerró los ojos y la golpeó con su lengua repetidas veces, y ella se movió contra él, frotando su blanda jugosidad contra su lengua….
Ella gruñó, un sonido bajo que se convirtió en un quejido humano. Él abrió los ojos y se encontró con que él ya no estaba en su sueño. La humana Sue tendida expuesta en la cama, retorciéndose en éxtasis, y su cabeza de lobo estaba entre sus muslos, su lengua enterrada en su coño.
Ella sabía bien, única para su paladar de lobo. Él no deseó parar. Pero cuando el último estremecimiento del orgasmo onduló a través de su cuerpo, ella levantó su cabeza y le miró a los ojos. Por un momento pensó que ella iba a gritar. Con una última codiciosa pasada de su lengua, dio un salto en el aire hasta la cabecera de la cama.
Sue sintió subirle un grito hasta detrás de la garganta, mientras el lobo negro, escapando de alguna manera a su sueño, saltó hacia adelante. En medio del aire, él…. cambió, y el sonido se congeló en sus cuerdas vocales. La piel gruesa, negra, dejó paso a la piel musculosa lisa, las patas se metamorfosearon en manos y pies, y el hocico disminuyó para convertirse en una cara humana, coronada por una melena larga de pelo rubio oro. En el espacio de algunos segundos, era un hombre, no un lobo, el que aterrizó encima de ella.
Él había tomado la mayoría de su peso con las manos y las rodillas, de modo que sólo su vientre palmeó contra el suyo, su pene rígido acunado por su montículo.
-Quien-quien-quien--" balbuceó ella. Ella tragó con dificultad y finalmente logró preguntar, - ¿Qué eres?".
-He estado en tus sueños, Sue, -murmuró mientras su mirada fija observaba su cara, iluminada por el claro de luna que fluía a través de la ventana. -Tus ojos son marrón, ¿no es verdad?
-¿C-Cómo sabes mi nombre? ¿Qué es lo que estás haciendo aquí? -Ella intentó alejarse de él empujándole, pero él era demasiado pesado.
Demasiado extrañamente, ella no sentía miedo, después ese primer choque, de ver el lobo y su salto en el aire.
-¿Cómo hiciste eso?
-Es una larga historia -Su cabeza descendió y dio un beso en un pezón erguido. -Mi nombre es Dylan Hunter. Te diré todo…. más tarde. Ahora, me gustaría acabar lo que empezaste en tu sueño.
-¡No! Es decir, sólo era un sueño. ¿Cómo podrías ser más que un sueño?
-He estado en tus sueños desde hace algunas semanas, desde que empezaste a soñar con los lobos. -Él dio un beso en el otro pezón, pero esta vez demoró su lengua hasta convertirlo en un nudo más apretado. Ella jadeó, y recordó lo que le había hecho a ella esa lengua, la lengua del lobo, solamente hacía unos minutos. -Al principio, conducía los sueños, pero esta noche, esta noche eran todos tuyos. Soñabas en el calor con el que podríamos acoplarnos. Juro que te lo explicaré todo, sólo si nos dejas acoplarnos ahora.
-No sé…. -Su protesta fue fácilmente apagada cuando él frotó suavemente su erguido pene contra su montículo, y su boca rodeó un tenso pezón, luego el otro. Sus caderas se levantaron para satisfacerlo por su propia voluntad, y su espalda se arqueó como para empujar su pecho más lejos de su boca.
Ese hombre, Dylan, era un extraño, y ahora, no lo era. Ella había corrido con él noche tras noche durante casi un mes. Si él le había dicho la verdad, entonces había sido su decisión el acoplarse con él. Ella sacudió su cabeza, intentando aclararla. Había tantas preguntas, tantos pensamientos que se le venían a la mente, y lo único que ella deseaba era sentir.
Y ella sentía. El calor de su cuerpo impregnó su piel mientras él se movió entre sus piernas y colocó su larga longitud contra ella. Ella envolvió las piernas alrededor de sus caderas y entrelazó sus dedos en el enredo de su pelo, para traerlo más cerca de ella. En algún momento del último mes, la loba en la que ella se convertía en sus sueños se había enamorado del lobo negro. Si Dylan era la personificación de ese lobo…. bueno, no quería pensar en lo que pasaría más tarde.
Sus labios se deslizaron sobre los suyos mientras que su erección resbaló dentro de ella. Ella se arqueó para satisfacerlo, sus dedos apretándose en puños. Su lengua sondeó profundamente, como su pene sondeó sus profundidades, y sus manos se deslizaron a lo largo de ella por detrás, encima de la nuca de su cuello, y se entrelazaron en su pelo. Él empujó fuerte, retrocedió y empujó más fuerte.
Cada movimiento la llenó y envió una nueva oleada de hormigueos electrificados a través de su cuerpo.
Había pasado tanto tiempo, demasiado tiempo, desde que ella había tomado un hombre dentro de ella, y ella no podía recordarlo el haber sido esta dulzura. Se movieron como uno, un ritmo perfecto que llevaba a ambos más cerca del borde con cada oleada. Él se tensó y aumentó su tempo, el último toque para conseguir el premio final. Su boca voló contra la de ella, abierta y encendida, y las acometidas de calor irradiaban a través de sus miembros. Ella gritó y él gimió simultáneamente, sus sonidos del placer mezclados como sus cuerpos. Con un último empuje, Dylan cayó contra ella y permaneció inmóvil, respirando contra su cuello.
Su piel le picaba. Más. Había más para ser dado, pero aquello era bastante por ahora. Ella se acurrucó contra él y reveló el rubor de haber hecho el amor. No podía ser menos. Ella aprendería amar a Dylan como la loba dentro de ella había amado al lobo negro.
Dylan envolvió un brazo alrededor de ella. "Tenemos que hablar, Sue, pero más tarde. ¿De acuerdo?"
Ella cabeceó y cerró los ojos. Más tarde todo estaría bien.
El árbol de Navidad se parpadeó y centelleó feliz como Sue y Dylan, envueltos en una manta caliente, bebiendo a sorbos el cacao caliente. Ninguno de los dos estaba vestido. Piel contra piel, estaban sentados en el sofá, Sue en el regazo de Dylan. Ella sentía el movimiento de su pene contra su cadera, pero habían decidido que necesitaban hablar.
Sue puso su taza a un lado y tomó el libro, la primera vez que ella tocaba la superficie de cuero desde haberlo encontrado en su umbral hacía un mes.
No la afectó como entonces, aunque ella todavía sentía una aureola de energía alrededor del libro. Ella lo abrió hasta la página del título.
-Bestias mágicas -tradujo Dylan.
-Era una de mis suposiciones.
-Es un libro de secretos, escrito desde hace tanto tiempo que nadie sabe exactamente cuándo. Estas páginas explican todos sobre las criaturas que los seres humanos conocen como mitos. Por ejemplo unicornios, grifos, quimeras, y hombres lobos.
-Hombres lobo -repitió Sue suavemente. Ella había adivinado ya parte de ello. Dylan era un hombre lobo, pero ella todavía no sabía dónde encajaba ella.
-Explica cómo llegan a ser, lo que pueden hacer, y cómo aprovechan sus poderes o, en algunos casos, cómo destruirlos. Era mi trabajo cerciorarme de que el libro no acabase en las manos incorrectas. Si hubiese fallado, y pensé que lo había hecho muchas veces en estos últimos diez meses, podríamos haber sido destruidos todos.
-Puede ser que también haya estado en las manos incorrectas porque no sabía qué hacer con él. Nunca quise tocarlo. Intenté librarme de él. ¡Dylan! Incluso lo quemé, pero siempre volvía.
Él sacudió la cabeza.
-No estoy seguro de porqué sucedió eso. El libro en sí mismo no es mágico. He tenido la sensación de que aquí hay otra fuerza trabajando y eso lo prueba. Pero no tengo ninguna idea de lo que puede ser.
-Yotampoco. -Sue pasó la mano por entre el pergamino. Ella sentía una conexión en las páginas, pero Dylan había explicado que él se sentía conectado con el libro.- ¿Qué tiene todo esto que ver conmigo?”
-Sólo sé un pequeño pedazo de la historia. No creo que cualquier persona la sepa, o que la recuerde toda. El paquete ahora consiste en el origen, el significado del nacimiento de los hombres lobos. En el pasado, antes de que los hombres lobos tuviesen el control de sus poderes, eran bestias salvajes que mataban a cualquier persona lo bastante desafortunada para cruzarse en su trayectoria. Mis antepasados decidieron hacer algo al respecto y formaron el clan de la manada, trabajando para civilizar hombres lobos. Sintieron que si podíamos ganar el control de nuestro cambio y de nuestro poder no estaríamos a merced de nuestro interior salvaje.
-De acuerdo, creo que lo entiendo.
-Tu abuelo, por el lado de los Talbot, fue uno de los últimos en ser mordidos por un hombre lobo y en ser un hombre lobo él mismo. Al principio, él no tenía ninguna idea de qué era lo que le sucedía. Para cuando él se lo imaginó y había masacrado a múltiples seres humanos, él había engendrado un niño, tu padre.
-La familia nunca habló mucho de mi abuelo, sólo que se habíamatado bajo circunstancias misteriosas. ¿Eso significa que yo también soy un hombre lobo?
-Tú eres una mujer loba, Sue. La segunda generación, pero tienes el potencial de ser muy poderosa. Parte de la leyenda que muchos de nosotros pensábamos era verdad. -Él hizo una mueca y besó su mejilla.- No te preocupes, amor. No cambiarás de forma cuando la luna esté llena y no irás automáticamente a provocar una matanza. Pero puedo enseñarte cómo cambiar de forma si deseas aprender.
Sue seguía silenciosa y tocaba el libro otra vez. Ella ahora sabía porqué ella había buscado cierta página cuando ella sostuvo el libro por primera vez. Esa página contenía la información sobre hombres lobo. Ella tenía deseos de destruirla porque la parte del hombre lobo de ella sabía peligroso cuan peligrosa podía ser la información.
Ella miró a Dylan, a sus ojos verdes ardientes. Pensó que ella podría caer locamente enamorada deél en poco tiempo y eso la hizo feliz. Pero el pensamiento de cambiar de forma en un lobo era espantoso y maravilloso todo al mismo tiempo. Ahora, le llegaron emociones opuestas a las que la habían abrumado desde la recepción del libro. Ella lo besó y frotó su mejilla contra la suya.
-Sí, Dylan, enséñame. Me asusta, pero deseo saber como es correr salvaje y libre. Y no sólo en mis sueños.
-Lo amarás, Sue. Te lo prometo.- Su mano resbaló hasta su nuca y atrajo sus labios contra los suyos. Él la besó duro, un beso por completo de pasión y deseo. Ella sintió a su pene crecer erguido contra su cadera y su propio deseo manó dentro de ella.
-Más tarde -dijo ella sin aliento.- Puedes enseñarme más tarde. Ahora, tengo una idea mejor.
-Mmmm, debe ser la misma idea que tengo yo -susurró él contra su mejilla.
Sue tomó el libro abierto y comenzó a sacudirlo sobre la tabla de café. Ella vaciló cuando un pedazo de papel blanco cayó de entre las páginas y hasta su regazo.
La lengua de Dylan tocó justo debajo de su oído y la arrastró a lo largo del lado de su cuello. Ella tomó el papel y lo desdobló, no haciendo caso de la lengua insistente de Dylan por el momento.
-Mira esto.
El papel tenía en los bordes bastones de caramelo rayados en rojo y blanco, atados con arcos verdes. Impreso en verde, en la parte de arriba: Del escritorio de mama Claus, Christmastown, Polo Norte. Debajo, en letras cuidadas, pasadas de moda que se asemejaba al nombre de Sue que figuraba en el exterior del paquete cuando ella primero recibió el libro, había escrito:
Para Sue y Dylan
Feliz Navidad de Mama Claus
-No. -Dylan sacudió la cabeza.- No puede ser.
Sue casi estuvo de acuerdo entonces, hasta que lanzó los brazos alrededor del cuello de Dylan y rió a carcajadas.
-Si los hombres lobo son de verdad, ¿por qué no también Santa y mama Claus?
FIN
The Wolf’s Man’s Legacy (2003)
Traducido por Belle
Diciembre 2005