Como siempre llego a tarde a todo, me había propuesto este verano darle a las sagas policías patrias, y allá a finales de junio comenzaba por ésta. Obsérvese el poco éxito de la empresa, pues a estas alturas aquí me he quedado. Habrá que tomárselo con calma, digamos como objetivo para el bienio 25-26.
Con esta novela entramos en la saga de Belvilaqua y Chamorro, dos investigadores de la Guardia Civil cuyo mayor éxito para la imagen del Cuerpo ha sido modernizar el concepto "pareja de la Guardia Civil", incluso cambiando el tricornio y la capa por un vestido de noche ajustado.
En lo que tiene de bueno, es entretenida y no desmerece nada de otras sagas foráneas, cambiando las calles de Oslo o Estocolmo por las más cálidas y turísticas de Mallorca. Nada nuevo bajo el sol: Rubén Belvilaqua, más maduro y experimentado investigador al que acoplan una novata, Virginia Chamorro, inteligente y ligeramente maciza. Aunque aquí el papel de maciza máxima lo desempeña el fiambre, una suiza de vida extremadamente intensa que parece haber enloquecido a media isla cualquiera que fuere su género , por lo que los candidatos/as a haberla asesinado no faltan. De hecho su cuerpo aparece desnudo y colgado en medio del chalet, hecho probablemente innecesario pero que le pone pimienta al guiso.
No ha estado mal y estos dos me caen bien. Por lo menos mejor que el guardia que me multó porque hice luces a su coche camuflado. Habrá que seguir consumiendo producto nacional. Vengo muy aprendido de Francia, que hasta el papel higiénico tiene que ser "made in France". Comme il faut.
Disculpen la dispersión. Es verano y ha hecho mucho calor.
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