El liderazgo fluye (o no) a través de palabras y gestos, esos finos hilos de las conversaciones con los que en realidad tejemos o debilitamos toda relación. Por eso, y si quieres desarrollar tu liderazgo, quizás podrías empezar por hacer tu propio ejercicio de identificación de las “ideas-fuerza” del liderazgo pero luego es también clave hacer un ejercicio de coherencia a través de los pequeños detalles del día a día. El mensaje es tan claro como esto:
Profundizando un poco: de la leyenda a las investigaciones
Quizás te interese saber que el nombre de este efecto viene de una antigua leyenda griega que cuenta cómo “Pigmalión” esculpió su imagen de la mujer ideal, enamorándose hasta tal punto de su propia obra que la diosa Afrodita se compadeció de él y le dió vida. Como verás la leyenda ya apunta a cómo el poder de lo que esperamos de otros es muy grande.
En los años 60, Robert Rosenthal, realizó varias investigaciones que demostraron el poder de la llamada “profecía autocumplida“, es decir, cómo lo que creemos que uno es capaz de hacer suele resultar decisivo para su desarrollo y evolución. De entre estas investigaciones, la más conocida consistió en tomar al azar un 20% de los alumnos de unas escuelas de EGB y decirles a sus profesores que, en base a unos tests de IQ se podía esperar que esos alumnos hicieran progresos importantes durante el año escolar. La cosa resultó en que ocho meses más tarde, esos alumnos resultaron haber mejorado su IQ en cuatro puntos más que el resto de los niños.
“Palancas” de un liderazgo desarrollador
Como te digo, los experimentos de Rosenthal se confirmaron con otras investigaciones posteriores. De sus conclusiones se podrían extraer al menos 3 factores-clave cuando de lo que se trata es de buscar formas de influir positivamente en el desarrollo de otros:
1.Producir un clima socioemocional cálido a través del cual transmitir respeto y aprecio: sonreir, afirmar con la cabeza, inclinarse hacia el otro, mirarle a los ojos… en definitiva, lenguaje corporal positivo. Un detalle a tener en cuenta es la ecuanimidad: en todos los experimentos se observa cómo cuando se producen buenos resultados por parte de personas en las que no creemos, tendemos a disgustarnos con ello y también lo transmitimos consciente o inconscientemente. ¡Cuidado!
2.Ofrecer y pedir feedback claro y frecuente (tanto de reconocimiento como correctivo) sobre esfuerzos y resultados. Otros experimentos, por cierto, sugieren que el balance entre refuerzos positivos y negativos en cualquier encuentro debe ser de 5 a 1, así que habría que poner especial foco en el refuerzo.
3.Buscar oportunidades para que haya conversaciones de calidad y con tiempo suficiente en base a (muchas y buenas) preguntas y acompañamiento en la identificación de respuestas.
Con todo esto, “solo” quedaría concretar y hacer… ¿Qué momentos y situaciones profesionales pueden ser propicios para entrenar estos factores?, ¿En qué aspectos de tu lenguaje no-verbal podrías centrarte?, ¿En qué ocasiones, cómo y a quíén podrías pedir feedback?, ¿Cómo formular las preguntas para que generen buenas conversaciones?…