Revista Cultura y Ocio

El Llano en llamas

Publicado el 21 septiembre 2019 por Rubencastillo
El Llano en llamas
Que los lectores perciban la sequedad, el calor, la extensión infinita del desierto y su fulgor implacable; que transpiren los ojos mientras pasean por las líneas de cada relato; que se sienta como un latido el silencio y que las palabras (pocas, rugosas, polvorientas) se conviertan en diamantes de perfección insuperada; que los personajes humildes, derrotados, desengañados, caminen o esperen con una paciencia milenaria… Todo eso no lo ha hecho nadie mejor que el mexicano Juan Rulfo. Y en los cuentos de El llano en llamas se percibe con una nitidez cristalina, casi cegadora.Los campesinos que reciben del gobierno una zona desértica, un erial sobre el que el sol se abalanza como plomo derretido (“Nos han dado la tierra”); la violencia temible de los hermanos Torrico, que atemoriza a cuantos los rodean (“La cuesta de las comadres”); la riada que, huérfana de misericordia, arruina el porvenir de una muchacha del pueblo, que tendrá que avenirse a la prostitución (“Es que somos muy pobres”); una peregrinación religiosa que tiene mucho de asesinato (“Talpa”); el hombre que es fusilado por un viejo crimen que él consideraba ya casi devorado por el amnesia o el perdón (“¡Diles que no me maten!”); un pueblo fantasmagórico, en el que los habitantes apenas aceptan ponerse en movimiento cuando el sol se pone (“Luvina”); la beatificación imposible de un personaje que se valía de la credulidad femenina para obtener favores sexuales (“Anacleto Morones”); el discurso vacío de un prócer que, tras un terremoto, acude a una localidad para manifestar el pesar del gobierno y, de paso, comer y beber como un energúmeno a costa de los lugareños (“El día del derrumbe”)…Tantas historias, leídas tantas veces y releídas ahora con el mismo entusiasmo de la primera vez.Admirable maestro Juan Rulfo. Ciclópeo. Eterno.

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