
The Wrestler habla de la derrota, de aquella batalla perdida de antemano que es la lucha contra el tiempo, de los sueños rotos , de lo aterredor de la soledad, de la camaderia,de la necesidad vital de amar y de sentirse amado, de la dignidad de las luchas personales. Y sí . Como todas la grandes historias también nos habla de amor y muerte.
Todo ello sería impensable e imposible sin la interpretación de un Mickey Rourke colosal, enorme, que carga a sus espaldas el peso de una película que sin él hubiera tomado derroteros algo más que convencionales y tópicos. Su actuación y la de Marisa Tomei elevan el conjunto hasta los altares de lo imperecedero, de lo inmortal, haciéndola transcender más allá de lo memorable.
Arafnosky, tan dado al virtuosismo visual, se despoja de sus propios lastres, y nos sirve una película crudísima en fondo y forma, un puñetazo emocional de maneras documentales, de movimientos crudos que transitan el camino contrario de los canónes épicos y su inevitable lírica.
Si de The Wrestler pudiera sintetizarse en una fragancia, en un perfume, desprendería un olor a atardecer, a pérdida, a cristal y hueso roto y sangre, a vacio y redención, a lágrima y a sudor. A corazón roto y a niebla. A clasicazo.
Sí, señores. Estamos ante un clásico contemporáneo. Inolvidable. Alabado sea el Señor (Mickey, para los amigos).
Nota: Publicado por Rufino Toraño Ferrero.