El análisis del lugar tiende a ser sólo referenciado al análisis del contexto, cuando éste incorpora un sinnúmero de variables que permiten hacerse una idea clara respecto de donde se emplazará una determinada obra de arquitectura.
Por ello, el lugar en sí mismo nos propone determinadas miradas que permiten, de alguna manera, sensibilizar al proyectista respecto de las propias condicionantes que éste nos presenta.
El lugar nos da referencias inmediatas respecto de su propia identidad. La vocación de los actos que allí se realizan son inequivocamente reflejo del soporte arquitectónico que los ampara. Pero este soporte es parte de acciones de proyecto que de una u otra manera fomentan, evitan o transforman la manera de habitar los espacios, tanto públicos como privados.
Por lo mismo, se hace necesaria la vivencia del lugar. Pero cabe la pregunta ¿Cómo se vivencia un lugar si uno es ajeno a éste? ¿ Se puede hacer la lectura del usuario y sus necesidades sin tener el ropaje de la cultura y la costumbre?
Es posible levantar la mirada y comprender que los lugares se han hecho sobre la base de sus propias tradiciones, costumbre y usos. La comprensión de ellas se basa en la clara observación y no en la mera constatación. El fenómeno del lugar y su propia lógica se autoconstruye en la medida que el propio ideario de los habitantes se consolida y concreta.
El neófito del lugar debe ser capaz de realizar lecturas apropiadas en la medida que fija su propio análisis en muchas variables simultáneas. Por ejemplo, la circulación se comprende respecto de la clara observación de aquellos elementos ligados a ella, que la definen y la consolidan. No es lo mismo analizar un paseo peatonal que una ciclovía, pues los actos que en ellos ocurren son distintos, su generación responde a determinadas demandas funcionales, comerciales o de interés ciudadano.
La intervención del lugar tiende, por ello, a ser vulnerable. la obra arquitectónica o urbana pueden consolidar, mutar o transformar, a veces en forma irreversible, las condiciones del lugar. En actos tan simples como la construcción de una nueva escala, modifica su estructura espacial, o con la intervención en términos funcionales, modifica su propia lógica o destino.