Anoche descubrí el lugar perfecto para morir,
el precipicio donde observar mi caída libre
a la esclavitud de un abismo
que el futuro esconde ante nuestros ojos.
Anoche descubrí el lugar perfecto para morir,
el acantilado sobre el que arrojarme,
donde el eco del silencio grita mientras desciende
y escucha cómo el vértigo tiene miedo de sí mismo.
Anoche descubrí el lugar perfecto para morir.
Mientras el levante era nuestra banda sonora,
perdí el equilibrio al borde de la medianoche
y salté al vacío donde el cobarde escapa de su trinchera.
Anoche descubrí el lugar perfecto para morir,
donde se escondía la codicia del deseo,
la lujuria de una noche de insomnio,
los pecados que no anhelan redención.
Anoche descubrí,
que tu cuello era el lugar perfecto para morir.
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