A través del blog de Crianza y Confianza, me encuentro con este artículo publicado en el periódico El País, y firmado por Amparo Rubiales, abogada, profesora, ex-política y consejera de Estado.
En su artículo, la autora habla de los peligros de lo que ella llama "neomachismo", que no es más que las miles de formas en que el machismo sigue existiendo más o menos solapadamente en el mundo, pero lo verdaderamente asombroso e indignante es que, entre los ejemplos de ese neomachismo, cita a la defensa de la lactancia materna:
"Son manifestaciones de ese miedo a la igualdad que los neomachistas tratan de extender de diversas maneras: sacralizan, por ejemplo, la lactancia materna, culpabilizando a las madres que no pueden practicarla; hacen responsables a las mujeres de los problemas de los menores, con la teoría del "nido vacío"; y del aborto ni hablemos, parece que es un capricho de algunas."Calificar a quienes defendemos la lactancia materna como "neomachistas" me parece no sólo un insulto, sino también una postura muy peligrosa.
Soy consciente de que el debate más candente con el que nos enfrentamos las defensoras de la lactancia materna, es precisamente con cierto sector del feminismo de la igualdad clásico, que desgraciadamente, es el que apenas acaba de llegar a las instituciones políticas.
En varios post anteriores (que pueden revisarse buscando la etiqueta 'feminismo' en la columna izquierda del blog) he intentado desfacer este entuerto y explicar por qué la defensa de la lactancia materna es precisamente una lucha feminista.
Creer que la IGUALDAD consiste en que las mujeres dejemos de amamantar (ya que los hombres no pueden hacerlo, aplicamos la igualdad por el rasero masculino) para no tener obstáculos que nos impidan avanzar en el mundo laboral, me parece un disparate desde todos los puntos de vista. (También la igualdad pudiera consistir en que dejáramos de embarazarnos y parir, pero eso todo el mundo ve que es imprescindible para que nazcan nuevas criaturas, mientras que la lactancia PARECE que es prescindible.)
Es un disparate, en primer lugar, por las criaturas. La lactancia materna es lo mejor para los niños tanto desde el punto de vista fisiológico como desde el punto de vista psicológico, y los derechos de las mujeres no pueden ir en contra de los derechos de nuestras propias crías.
En segundo lugar, porque es absurdo que EN NOMBRE DE LA IGUALDAD, las mujeres dejemos de hacer aquello que, hasta hoy día, solo nosotras podemos hacer: GESTAR, PARIR Y AMAMANTAR, que además son tres cosas indispensables para la conservación de la especie, las más importantes de la vida humana. LA SOCIEDAD EN SU CONJUNTO debería priorizar primero el cuidado de los embarazos conscientes, partos libres y amamantamiento con placer, y luego todo lo demás. No por una cuestión machista o feminista, sino por pura supervivencia y bienestar de la especie. Primero hay que nacer, y nacer bien, para que luego podamos ser y hacer todo lo demás. .
En tercer lugar, porque si EL AMAMANTAMIENTO constituye un obstáculo para que las mujeres podamos trabajar, ocupar puestos públicos, y ascender en nuestras carreras, LO QUE HAY CAMBIAR ES EL MUNDO LABORAL, y no el hecho de que las mujeres podamos -y debamos- amamantar a nuestras crías.
Es curioso, porque el feminismo tradicional, el de esa absoluta igualdad, ha luchado mucho porque se reconozca la baja maternal como derecho para la parturienta, pero no ha hecho nada -aún- por que el mundo laboral proteja la lactancia materna y los derechos de los recién nacidos. Ya hemos pensado en los derechos de las mujeres, falta pensar en los derechos de los niños a recibir la mejor alimentación y el mejor cuidado. Pero eso, es como pedirle demasiado al mundo laboral, así que me temo que LA POSTURA DE AMPARO RUBIALES ES MÁS MACHISTA QUE LA MÍA, está más cerca del mundo masculino tal cual ha estado ordenado hasta ahora. Yo le pido más cambios al mundo laboral, al mundo hecho a imagen y semejanza de los hombres productores: le pido que me permita amamantar y tener baja maternal prolongada y remunerada sin discriminarme por ello en mi puesto de trabajo ni en mi carrera profesional. ¿NO ES ESO UN FEMINISMO MÁS AVANZADO?
Me temo que al mundo machista y "neomachista" le conviene más la postura de Amparo Rubiales, que la mía. Amparo Rubiales quiere que las mujeres podamos incorporarnos al mundo público tal como está, tal como lo diseñaron los hombres a su imagen y semejanza. Para ella ése es el único mundo que existe, y quiere ser protagonista en él, siguiendo sus mismas reglas. Mi postura defiende que la entrada de la mujer al mundo público tiene que servir para cambiarlo. La mía es más revolucionaria, cuestiona más profundamente la esencia del sistema productivo-patriarcal-explotador basado en la fuerza, en la producción ilimitada de bienes de consumo y en la explotación abusiva de los recursos naturales y de la mano de obra asalariada (masculina y femenina).
En cuarto lugar, no tiene ningún sentido concebir la igualdad como que todos los seres humanos somos idénticos (si todos fuéramos realmente iguales no tendría ningún sentido luchar por la igualdad). Luchar por la igualdad significa luchar por que TODOS SEAMOS IGUALMENTE VALIOSOS, A PARTIR DE NUESTRAS DIFERENCIAS, respetándolas y no barriéndolas del mapa.
Si las mujeres y los hombres aún conservamos alguna diferencia biológica (que la ciencia puede terminar eliminando), como adultos somos libres para ser homosexuales, bisexuales o heterosexuales, para cambiar de sexo, para abortar (estoy a favor de la legalidad del aborto temprano, siempre y cuando también dediquemos muchos recursos materiales y espirituales a evitar los embarazos no deseados), somos libres para decidir tener hijos o no... Pero desde que decidimos conscientemente traer al mundo una criatura, debemos hacer todo lo posible para que el embarazo, el parto y el amamantamiento transcurran de la mejor manera para ese nuevo ser; para que los estímulos, el contacto, el afecto y el bienestar que el bebé reciba desde que está en el vientre de la madre sean los mejores posibles.
Que las políticas públicas apoyen UN SOLO TIPO DE MADRE, la que desea incorporarse al mundo laboral desde que el bebé tiene 16 semanas o menos, y no apoyen a aquellas madres -o padres- que prefieran quedarse en casa durante un par de años; es una discriminación, no una lucha por la igualdad. Que nos intenten vender que las guarderías o "escuelas infantiles" son buenas para los niños, es un engaño y una conformidad con el mundo laboral explotador existente.
En quinto lugar, ese feminismo del que habla Amparo Rubiales solo mide la igualdad y la libertad por la incorporación al mundo público, pero abandona la necesidad imperiosa de que tanto mujeres como hombres dediquemos más TIEMPO a la vida familiar, a la atención y cuidado de los niños, a las labores que no son lucrativas pero son la base de la sociedad; que dediquemos más afecto y presencia a la educación de nuestros hijos, en lugar de pedir que sea el Estado quien se responsabilice de la educación de las nuevas generaciones y les abandonemos desde lactantes en un mundo masificado sin individualización, afecto, intimidad ni apoyo emocional.
En sexto lugar, quienes defendemos la lactancia materna no "culpabilizamos" a las mujeres que no pueden amamantar, pues ellas son las primeras víctimas del sistema, que les ha arrancado una de sus capacidades fundamentales, que arrasa con todas aquellas capacidades humanas que necesiten altruismo, tiempo, paciencia, silencio y humildad; y nos ha hecho perder la confianza en nosotras mismas y en nuestros cuerpos.
Creo que la lucha por la lactancia materna, NO CONTRADICE AL FEMINISMO ni se opone a él. No es machista ni neomachista. Estamos del mismo lado en la lucha contra las formas patriarcales de dominación. Decía un viejo profesor y amigo: "sé avanzado y parecerás carca".
La lucha por la maternidad consciente y la crianza con apego es una forma de feminismo más avanzado, que busca compatibilizar realmente los derechos de las mujeres no sólo al trabajo y la vida pública sino también con el derecho a gestar sin estrés, a parir con libertad y a amamantar con placer (cosa que no podía hacer la antigua mujer dominada por el marido aunque se quedara en casa); y a la vez pensar en el derecho de los niños pequeños a recibir el mejor alimento y el mejor cuidado en sus primeros años de vida; y en el derecho de todos los seres humanos a no convertirnos en robots productivos 15 horas al día, sino a disfrutar y compartir la vida doméstica, las responsabilidades familiares y el tiempo de crecimiento de nuestros hijos.