Por Ileana Medina Hernández
Dedicado a mi compañero,apoyo, amante, amigo.
Las tetas son, evidentemente, un atractivo sexual. Pero con frecuencia olvidamos que todo aquello que es atractivo sexual, lo es porque sirve para la reproducción. Diferentes estudios científicos han demostrado que lo que nos suele gustar del otro sexo, inconscientemente, son aquellos signos de que serán buenos progenitores. Por eso a los hombres suelen excitarles las mujeres con caderas anchas y grandes pechos: promesas de buena paridora y criadora (aunque luego el tamaño no importe).
A pesar de los cambios sociales y culturales vertiginosos del último siglo, seguimos siendo mamíferos que nos guiamos por nuestras hormonas, nuestro olfato y por el único sentido biológico de la evolución: la conservación de la especie.
Los órganos sexuales son zonas erógenas porque la especie necesita, para reproducirse, que a sus individuos les resulte placentero practicar aquellos actos que llevan a la reproducción. Que los seres humanos últimamente hayamos separado el sexo de la reproducción, no quita valor a esta verdad de Perogrullo.
Nos reproducimos hoy poco los humanos occidentales. Razón de más para que nos diéramos el lujo, al menos por una o dos veces en la vida, de ejercitar la función primaria de nuestros órganos sexuales: la vagina para parir, las tetas para amamantar.
La iconografía de los omnipresentes medios de comunicación de masas está repleta de tetas como señuelos para machos, sin embargo, jamás se ven las tetas utilizadas en su función más básica: la de nutrir a nuestros hijos. A algunos incluso les parece mal que se dé de mamar en público.
Las feministas al uso han dicho que reivindicar la lactancia materna y el vínculo madre-bebé que se establece a partir de ella es dejar al macho afuera, en el exterior de la relación, y que así ellos se ven (felizmente) "liberados" de hacerse cargo del "reparto igualitario" de la crianza del bebé.
Muy por el contrario, yo creo que la lactancia materna, la lactancia natural no interrumpida por el suministro de leche de fórmula, que dura como mínimo dos años, es imposible sin el apoyo del padre, es más, es imposible sin el apoyo de un nuevo tipo de macho/padre.
El puerperio y la lactancia materna están absolutamente relacionados. Mientras la lactancia dure, la mujer será puérpera, en el sentido de que estará unida por un vínculo inseparable de su bebé (sólo ella puede amamantar) y también estará dominada por las hormonas de la crianza: la oxitocina y la prolactina. Uno de los efectos conocidos de la prolactina es que disminuye el deseo sexual por el varón. Con la lactancia, el bebé permanece unido a la madre dado que sigue siendo alimentado en exclusiva por su propio cuerpo, y el estado fisiológico, hormonal y psicológico de la madre permanece alterado para hacer posible dicha fusión física y emocional.
Es muy probable que una de las razones por las que en la sociedad patriarcal -y sobre todo en las clases altas- la madre se separa de su criatura tras el parto encargando su alimentación a una nodriza o a un biberón administrable por cualquiera, tiene la finalidad oculta de que ese estado hormonal especial desaparezca, y ella vuelva a estar enseguida sexualmente disponible para el macho (y pueda engendrar muchos "herederos").
Se mutila así a la mujer arrancándole la última fase de su ciclo reproductivo: la lactancia materna, y a la vez, se priva a cada bebé de la posibilidad de ser alimentado con el mejor alimento posible (no cuando había nodrizas) y de continuar en contacto permanente con el cuerpo maternal, sintiéndose querido y protegido por el único cuerpo que conoce.
Durante la lactancia, la libido, el orgón, la energía vital de la madre está localizada en los pechos y dirigida hacia el bebé. Esto es absolutamente imprescindible en los mamíferos para la supervivencia de la cría, continuar con el período de "gestación externa" en que el bebé humano, nacido muy inmaduro, aún no es capaz de desplazarse por sí mismo, aún no ha desarrollado su sistema inmunológico ni digestivo, aún no ha formado su cerebro, aún necesita permanecer en continuum con el cuerpo que lo ha gestado.
Cuando el macho, muchas veces narcisista, inmaduro y necesitado de atención permanente por parte de la mujer (necesitado de cuidados "maternales" aunque ya es adulto), desea recuperar precozmente el cuerpo de la hembra para copular, recuperar su espacio en la habitación conyugal, utilizar su tiempo para que le sirva en las tareas domésticas... entra en "competencia" con las necesidades del bebé, se interpone de cierto modo entre el bebé y su madre, y por tanto, la supervivencia y duración de la lactancia materna se hace dificil. Por eso se dice que es toda la familia la que amamanta, y no sólo la madre.
Se ha escrito mucho sobre el papel del padre en la lactancia, pero me temo que las causas por las que, por ejemplo, muchas veces se aplican métodos como el Estivill para sacar al bebé de la habitación, tiene mucho que ver en el fondo con esa presión que las mujeres sentimos por recuperar pronto la "intimidad conyugal", y volver a nuestra vida de antes.
Para amamantar durante al menos dos años y a partir de ahí todo el tiempo que la madre y la cría quieran; para dedicar al bebé el tiempo, el cuerpo y la atención que merece (que no se le ha dedicado nunca en los milenios que llevamos de "civilización"); es necesario que el macho sea un hombre maduro, generoso y esté muy bien nutrido emocionalmente, de manera que no se convierta en un "depredador emocional" de la madre y la cría. Es necesario que esté disponible para compartir y apoyar un puerperio prolongado, es necesario que sepa compartir los deseos específicos de la sexualidad femenina en ese período, es necesario que esté dispuesto a explorar nuevas formas de sexualidad no siempre coitales, es necesario que es esté abierto a la comunicación emocional profunda con su pareja, es necesario que conecte con una sexualidad mucho más "sutil, lenta, sensible, hecha de caricias y abrazos".
Es necesario que sea apoyo, soporte, que esté disponible, que ofrezca... y no que le robe aún más energías a la madre puérpera. Para esto se necesitan machos que probablemente hayan tenido que ser también suficientemente maternados en su infancia, que estén ampliamente nutridos emocionalmente, que hayan cultivado su capacidad de cuidado y su sensibilidad hacia las mujeres...Lo cual es, efectivamente, mucho más antimachista y antipatriarcal que dar el biberón.