En esta entrada no hablaré concretamente del malabarismo en el sentido de cómo hacés para bañarlo a tu hijo mientras dejás cocinando la cena, rezando para que no se queme; o del malabarismo de cocinar mientras tu hijo te pide jugar (y vas y jugás); o del malabarismo de tener que hacer mil cosas y estar haciendo la alfombrita con telitas y lanitas que te pidieron en su guardería; o ése, el de no haber dormido a la noche porque sus moquitos no lo dejaban respirar ni dormir tranquilo y vos igual cumpliendo con tus obligaciones del día siguiente porque hay que hacerlo; o el malabarismo de estar trabajando y que te llamen de la guardería para avisarte que tu hijo está con fiebre y vos querés salir corriendo y esa media hora hasta que llegás te parece eterna...
En este momento en realidad quiero hablar de ese malabarismo interno que hay dentro tuyo, porque tu hijo es lo más grande que hay en tu vida, y vos tenés que salir a trabajar porque lo necesitás (en todos los sentidos, sin dinero no hay juguetes, no hay pañales, no hay ropa, etc). Y entonces lo dejás en la guardería, y no quisieras dejarlo, y quisieras llevarlo a todos los lados que tenés que ir... y lo extrañás todo el tiempo, esperando ese momento del abrazo del re-encuentro, para llenarlo de besos, para poder jugar... aunque después no puedas ni ir al baño, pero qué importa, él te acompaña :)
Ya hace tres meses que va a la guardería, y todavía no me acostumbro... qué difícil ser madre en estos tiempos!