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Revista Cine
La segunda aventura de Brosnan como James Bond es sin duda su mejor película en la serie. Aquí aparece como un hombre maduro con un pasado: una mujer a la que amó, pero a la que abandonó de la noche a la mañana sin explicaciones y con la que debe volver a contactar, ya que es la esposa de su nuevo enemigo. La primera mitad de El mañana nunca muere es impecable: desde la escena precréditos hasta el inicio de su misión en Alemania, bastante más realista de lo que nos tiene acostumbrado la serie, con la presencia de personajes memorables de presencia efímera, como ese profesor de criminología experto en montar escenas del crimen y que es un asesino profesional sin escrúpulo alguno, por lo que ve a Bond como a un igual. Luego la trama va hacia escenarios mucho más convencionales y se convierte en una rutinaria cinta de acción que cumple con su cometido y poco más. Ojalá para el resto de intervenciones de Brosnan se hubieran fijado más en la modélica primera mitad de esta cinta, con su actuación llena de matices, componiendo a un personaje más tridimensional que nunca, al que no tienen miedo de otorgar un pasado tormentoso, algo que solo se desarrollará de manera plena con la llegada de Daniel Craig al personaje.