por Ramiro Aznar (@ramiroaznar)
«Primero buscaremos la orientación de las fuentes, lo cual
es fácil porque en los mapas de colores, en las plantas monumentales, las
fuentes también surtidores y cascadas color celeste, solamente hay que
buscarlas bien y envolverlas en un recinto de lápiz azul, no de rojo, pues un
buen mapa de Roma es rojo como Roma. Sobre el rojo de Roma el lápiz azul
marcará un recinto violeta alrededor de cada fuente, y ahora estamos seguros de
que las tenemos a todas y que conocemos el follaje de las aguas.»
─Julio Cortázar
Más de un mes después de cerrarse la crisis del ébola en suelo español, me surgen muchas lecturas sobre lo
ocurrido. Dejando aparte la gestión política o la urgencia humanitaria que aún
persiste en África occidental, existe un análisis que no se puede pasar por
alto: la supuesta muerte de la geografía. Como si la globalización y la era
digital, al recortar distancias acercando personas, capitales, ideas, y en este
caso enfermedades, hubieran convertido a la geografía, donde el mapa es su
máxima expresión, en algo anecdótico. Sin embargo, estamos ante una muerte
prematura. La geografía sigue explicando muchos hechos e historias. Desde el
conflicto ucraniano hasta la aparición del Estado Islámico, puede que la
geografía se esté tomando su propia pequeña venganza.
Leyendo El Imperio [1] de Kapuściński sorprende como la
crisis de Ucrania no haya explotado antes. Con el país dividido en dos: la
parte occidental “más ucraniana” y la parte oriental “rusificada”. Dos
sociedades divididas por su lengua, cultura, pero sobre todo por su religión: católicos
romanos en el oeste del país frente a una mayoría de ortodoxos en el este. Ésta división ha llegado incluso a Google Maps. Como se muestra en la imagen de
más abajo, para los usuarios rusos Crimea pertenece a Rusia. Mientras que para
el resto dicha península aún pertenece a la nación ucraniana. Esta separación
geográfica explica mucho pero soluciona poco. Tanto para Robert D. Kaplan [2]
como para Jared Diamond [3], la geografía es el tablero de ajedrez, pero la
partida es jugada por las diferentes sociedades humanas.
La crisis ucraniana se podría incluir dentro de los
conflictos convencionales bien desde su punto de vista internacional -Ucrania y
Rusia- o intranacional -nacionalistas frente a separatistas-. Disputas fáciles
de identificar en un mapa. En el otro extremo tenemos la guerra originada a
raíz del surgimiento del Estado Islámico. Una entidad difusa, que si bien “tiene claro” hasta donde pretenden extender las fronteras de su califato,
es difícil de situar, y por tanto de explicar. Una recopilación de las diferentes cartografías aparecidas en los principalesmedios americanos nos muestra que el supuesto “estado” islámico se concentra
en la red de poblaciones, pozos petrolíferos, e infraestructuras militares
conectadas por carreteras a lo largo del eje que conecta el norte de Siria e
Irak. ¿Qué papel tiene la geografía aquí? En primer lugar, “la geografía y la
historia de Siria con una población de 20 millones continuará siendo el
epicentro de crisis y revueltas en el mundo árabe” [2], las cruzadas en el
pasado y la reciente guerra civil en el presente son dos buenos ejemplos. Sobre
Irak se ha debatido mucho, en especial a raíz de la invasión americana. Sin
embargo poco se ha escrito sobre su geografía. Si nos fijamos en el mapa, desde
los tiempos de Herodoto, Irak siempre se ha encontrado “en medio” de todas las
rutas y disputas entre oriente y occidente. Persas, mongoles y otomanos han
librado batallas por esta región fronteriza [4]. ¿Es inevitable entonces que
islamistas y drones americanos sigan esta tendencia determinista de lucha
continua? Habría que preguntárselo a Obama y a los líderes del Estado Islámico.
Hasta aquí hemos comentado la respuesta dada por la
geografía a conflictos actuales provocados por la globalización. Nos queda por
conocer su relación con el auge de las redes sociales. Pues bien, sería
acertado decir que la interacción es más simbiótica que parasitaria. Y es que estas
nuevas tecnologías que parecen desafiar el estatus de la geografía, también poseen
la capacidad de elevar su importancia [2]. Por ejemplo, se podría conjeturar
que hubiera sido posible haber acortado la guerra en Afganistán, gracias a una
pronta captura de Osama Bin Laden, si se hubiera usado la ciencia de los
Sistemas de Información Geográfica (GIS en inglés) tal y como se explica en
este artículo. Estas herramientas cartográficas no solo están cambiando el
escenario militar, sino también el de mundos tan dispares como el de la ecología, la agricultura o la asistencia sanitaria. Aunque la relación entre la geografía y la medicina se remonta
al Londres victoriano [4], los GIS están ayudando a las autoridades sanitarias
y ONGs en muchos países africanos afectados por la crisis del ébola en un
detalle y precisión antes desconocido. Miles de voluntarios cartografían zonas
olvidadas resaltando los brotes de infección o los hospitales más cercanos. Eso
sí en lugar de utilizar lápices de colores como nos dice Cortázar [5], usan
portátiles, tablets y móviles.
[1] KAPUŚCIŃSKI, R. 2007. «El Imperio. Anagrama», 377 pp.
[2] KAPLAN, R.D. «The revenge of Geography. What the map
tells us about coming conflicts and the battle against fate». Random House, 414
pp.
[3] DIAMOND, J.D. 2007. «Colapso: por qué unas sociedades
perduran y otras desaparecen». Debate, 752 pp.
[4] JOHNSON, S. 2006. «The Ghost Map. The Story of London’s
Most Terrying Epidemic and How It Changed Science, Cities and the Modern World.»
Riverhead Books, 299 pp.
[5] CORTÁZAR, J. 2002. «Historias de cronopios y famas.» Diario
El País, 154 pp.
Créditos de imágenes
Imagen 01: La península de Crimea en Google Maps. A la izquierda de la línea
roja lo que ve un usuario en Ucrania, a la derecha lo que ve uno en Rusia
(modificado de Google Maps).
Imagen 02: Localización del río Ébola de donde el virus es originario y de
donde toma su nombre (fuente Google Earth).
Imagen 03: Áreas controladas por el Estado Islámico en el eje sirio iraquí (fuente New York Times).
Revista Arquitectura
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