En todo ámbito de la vida, y el fútbol no es naturalmente una excepción, hay historias envueltas en la bruma de entre lo posible, lo histórico y lo inverosímil que, aun sin ser probadas, pasan a integrar el imaginario propio de un determinado grupo o colectivo, llegando a convertirse en parte de la identidad e idiosincrasia del mismo. Y es que el ser humano necesita muchas veces de estos mitos que justifiquen la pureza de lo propio o lo doten de un pasado glorioso.
Y es la historia que vamos a contar a lo largo de estas letras una de aquéllas que cumple con tales requisitos. A continuación, el relato de cómo el mismísimo Mariscal Tito vivió clandestinamente durante un año en la Argentina y de cómo se hizo un incondicional pincharrata (apelativo con el que son conocidos los seguidores del Club Estudiantes de La Plata). ¿Mito o realidad? Que sea el lector quien extraiga sus personales conclusiones.
La figura de Tito, entre lo histórico y lo mítico
Ya de por sí en la figura y el personaje de Josip Broz, que pasaría a los anales de la Historia como Tito, es difícil diferenciar qué pertenece al terreno de lo histórico y qué a la parcela de lo mítico. Al ser un personaje histórico de tan suma relevancia e implicaciones ideológicas del siglo XX, su vida ha quedado bastante desfigurada, tanto por adeptos como por detractores. Principalmente, hasta que logra hacerse presidente perpetuo de la Yugoslavia unificada que surge tras la conclusión de la II Guerra Mundial y pasa a la primera línea de la política, los datos que nos han llegado de su vida previos a este hito son difusos.
Ello no obsta a que la de Josip Broz sea una trayectoria vital apasionante y polifacética: joven agitador, militante comunista, líder sindical, prisionero de guerra en la Rusia zarista durante la I Guerra Mundial, cooperador del Ejército Rojo en la Guerra Civil Rusa, jefe partisano de la resistencia antinazi, líder político y, cómo no, fervoroso aficionado al fútbol y a Estudiantes de La Plata.
Se sabe que nació en 1892 en Kumrovec, un pequeño pueblo ubicado en territorio de la actual Croacia, por aquel entonces parte del Imperio austrohúngaro. Tras el estallido de la I Guerra Mundial, es llamado a filas por el ejército imperial para luchar en el frente del Este contra el Ejército del zar Nicolás II, cayendo preso. Estando cautivo en los Urales estalla la Revolución Rusa y la subsiguiente Guerra Civil, momento en el que es liberado por el Ejército Rojo y pasa a engrosar sus filas para combatir al bando blanco.
Todo ello pertenece a ese terreno fanganoso en el que hasta 1945 se instala la biografía de Tito, pues estos hechos forman parte, más que de la Historia, seguramente del relato en torno a Tito creado por la propaganda del régimen yugoslavo surgido tras 1945.
Avatares de la vida y la política le llevan a ser condenado a cinco años de prisión por pertenencia a organización comunista en su país a finales de los años veinte. Da con sus huesos en la cárcel de Lepoglava, reservada para elementos sediciosos y presos políticos. Se dice que en 1930 escapa del presidio y que, con documentación falsa y bajo el nombre de "Walter", llega a Génova. La capital de la Liguria era por aquella época era el centro neurálgico de partida de ingentes cantidades de emigrantes europeos con rumbo a Argentina y otras naciones hispanoamericanas.
Y así, sigue contando la tradición, se embarcó en el buque de bandera italiana Principessa María, el cual tenía como destino Berisso, una pequeña ciudad fabril argentina aledaña a La Plata, en la provincia de Buenos Aires. Corría el mes de octubre de 1930.
La Argentina futbolística a la que llega Tito
Es la Argentina de inicios de los años treinta un país en plena ebullición social, económica y política. Y cómo no, un país en plena efervescencia futbolística. A finales del año 1930 el aficionado al fútbol en Argentina aún se está recuperando de la dolorosa derrota durante el verano (invierno austral) de ese mismo año en la final de la primera edición de la Copa del Mundo de fútbol que se disputó en el país vecino, Uruguay.
En dicha cita mundialista, el planeta fútbol vio coronarse como primer campeón mundial a la selección anfitriona, ostentando por tanto el combinado charrúa ese honor para la posteridad. Se deshizo de Argentina en la final, que tuvo lugar un 30 de julio de 1930 en el Estadio Centenario de Montevideo. Batieron los orientales a la selección albiceleste por un doloroso 4-2, habida cuenta de que los argentinos se habían ido al descanso arriba en el luminoso (1-2).
Sin embargo, pese al regusto amargo que caer en la final había dejado al hincha argentino, el deporte rey no paraba de atraer adeptos para su causa, y los niños argentinos de la época soñaban con ser de mayores como los Ferreira, Scopelli o Stábile. Este último fue el máximo artillero en la cita uruguaya, anotando un total de ocho tantos en cuatro partidos, uno de ellos en la final.
Curiosamente, quien fuera máximo goleador en el primer mundial de la Historia no volvería a enfundarse jamás la zamarra de la Albiceleste.
Por tanto, es a este ambiente de fervor por el balompié al que llegaría Tito rondando el mes de octubre de 1930. Y la pequeña ciudad de Berisso, aneja a La Plata y adonde había arribado el que a la postre sería gran mariscal, no era una excepción en lo que a esta pasión por el fútbol se refiere.
A ello hay que unirle que por aquel tiempo se está gestando lo que iba a ser otro de los hitos fundamentales del balompié argentino: la profesionalización y la consiguiente celebración de la primera liga profesional de fútbol.
Corría ya el año 1931 y los dos equipos de La Plata (Gimnasia y Esgrima y Estudiantes) iban a ser de la partida en este primer campeonato nacional, que congregaba a dieciocho clubes pertenecientes a Buenos Aires, su conurbano y la ciudad de La Plata.
La Plata futbolística en 1930
Se dice que Tito se instaló en la pequeña ciudad de Berisso, muy cercana a La Plata. Los berissenses optaban por uno u otro conjunto platense, y la ciudad así se dividía en dos bandos de rivalidad irreconciliable entre pincharratas y triperos.
Era Estudiantes un club representativo mayoritariamente de la clase media y de los ambientes intelectuales y universitarios, de ahí su propia denominación. Por su parte, Gimnasia y Esgrima era el club del proletariado, de las clases más humildes. De hecho, el apelativo de "triperos" dado a sus hinchas proviene de la actividad laboral que muchos de sus seguidores realizaban en las industrias cárnicas que proliferaban en la fabril Berisso: sacarle las tripas a los animales antes de ser procesada su carne. Lo cierto es que los seguidores de Gimnasia y Esgrima eran mayoría en la ciudad de Berisso.
Así, Tito, ya bajo su nuevo nombre de Walter, llega a la ciudad y encuentra trabajo en la cárnica Swift, que estaba plagada de obreros a la sazón aficionados del rival de Estudiantes, Gimnasia y Esgrima. Todo habría hecho indicar que el croata se tendría que decantar por los triperos y no por los pincharratas, habida cuenta de su afiliación política y el lugar donde halló empleo.
Pero no, pues según cuentan la tradición y los hinchas de Estudiantes, Tito terminó haciéndose fan incondicional pincharrata. Y es que los colores de la zamarra blanquirroja le trajeron recuerdos del que era equipo de sus amores: el SK Jugoslavija, germen del que posteriormente sería renombrado como Estrella Roja de Belgrado, que también usaba las barras verticales albirrojas.
Un gran Estudiantes: el equipo de "Los Profesores"
Además de sentirse cercano a Estudiantes por los colores de su zamarra, que le hacían rememorar a los del equipo de sus amores, posiblemente Tito se sintiera atrapado por el amor a este club a causa del gran elenco de que por aquel entonces disponía el conjunto platense. Era un Estudiantes que cada partido hacía gala de un gran talento sobre el verde y al que se le terminó conociendo como el equipo de "Los Profesores", por aquello de la maestría de sus integrantes. Contaba especialmente el elenco pincharrata con una delantera temible, compuesta por Ferreira, Scopelli, Zozaya, Guaita y Lauri. Nombres estos que muchos aficionados pincharratas saben recitar de memoria aún hoy.
Pues se presentaba Estudiantes con este equipo a la disputa del primer campeonato profesional nacional argentino como uno de los favoritos para la conquista del título. Todo el campeonato fue una titánica lucha entre Estudiantes, Boca y San Lorenzo por la primera plaza, que sería finalmente conquistada por los xeneizes, no sin polémica, pues Estudiantes fue objeto de desacertadas decisiones arbitrales durante varias fechas cruciales para el desenlace del campeonato, de lo que se quejaron amargamente los del Pincha.
No obstante, consiguieron una más que digna tercera posición, por detrás de Boca y San Lorenzo y Los Profesores pasaron a la historia por anotar la nada desdeñable cifra de ciento cuatro goles en treinta y cuatro partidos, alumbrando a Zozaya y Scopelli como los dos máximos realizadores. Lo dicho, una delantera de ensueño de este ya histórico plantel de Estudiantes.
Con estos mimbres y con esta zamarra de colores albirrojos, ¿cómo no iba a enamorarse el futuro gran mariscal yugoslavo del equipo pincharrata?
Estudiantes campeón del mundo y reencuentro con el ya Mariscal
Tito sólo residió, según esta historia, durante poco más de un año en Berisso. Tiempo que, aunque breve, le bastó para hacerse pincharrata hasta la tumba. Tuvo que dejar el país a finales de 1931, merced a la aplicación por parte del gobierno argentino de la controvertida Ley de Residencia, que habilitaba a las autoridades a expulsar a todo extranjero que pudiera representar un peligro para la seguridad nacional. Así pues, Tito habría sido uno de los inmigrantes damnificados por dicha disposición legal, cuya aplicación habría truncado aquella incipiente historia de amor entre el futuro mariscal y el club pincharrata.
Pero los caminos de Tito y de Estudiantes, según se cuenta, volvieron a cruzarse en el año 1968. Pongámonos en contexto: Tito ya era el gran Mariscal y líder supremo de la Yugoslavia socialista, héroe nacional de la resistencia partisana en los Balcanes contra la Alemania nazi, promotor del movimiento de los Países no alineados de la Guerra Fría, protagonizando fruto de dicho liderazgo actos de desobediencia al mismísimo Stalin durante los años posteriores a la finalización de la guerra. Y, además, había logrado atemperar las tensiones nacionalistas, étnicas y religiosas propias de los Balcanes, alumbrando así el nuevo estado yugoslavo. Era ya, pues, una figura política de primer orden y no un inmigrante anónimo venido de lejos a probar suerte en una tierra de oportunidades como era la Argentina de la época.
Pues bien, Estudiantes acababa de proclamarse campeón de la Copa Intercontinenal ante el Manchester United de sir Bobby Charlton, tras empatar a uno en el Teatro de los Sueños, haciendo buena la victoria 1-0 que cosecharon en la ida en el Jorge Luis Hirschi de La Plata.
Tras la consecución de tan prestigioso título emprendieron una gira por diversos países europeos, cuya primera escala fue Italia, donde, entre otros eventos, participaron en un homenaje a los fallecidos en el trágico accidente aéreo de Superga de 1949, que dio al traste con los sueños del Grande Torino. Asimismo, contendieron en un encuentro amistoso disputado en San Siro contra el potente Inter de Milán, campeón de Europa en los años 1964 y 1965.
Y así, durante esta gira del conjunto platense, cuenta la propia página web oficial de Estudiantes que " en 1968 el Pincha realizó una gira por Europa en la que el ex jugador Manuel Ferreira, integrante de Los Profesores, acompañó al plantel. La leyenda dice que en ese viaje Nolo se cruzó con Tito, que lo reconoció y le dijo: 'A usted lo vi jugar muchas veces en La Plata. No puedo olvidar a ese equipo´" .
Qué hay de verdad en toda esta historia
Si bien es cierto que resulta posible y verosímil todo este relato que vincula al mariscal yugoslavo con el Club Estudiantes de La Plata y con la ciudad de Berisso, no lo es menos el hecho de que la historia cuenta con muchos cabos sueltos.
Y decimos que es posible y verosímil en tanto que a través del Atlántico llegaron por aquella época y desde inicios del siglo XX varias oleadas de emigrantes yugoslavos y de muchas otras nacionalidades a Argentina, bien huyendo de represiones políticas o bien simplemente de la pobreza. Y desde luego, uno de los puntos principales donde se instalaron dichos inmigrantes fue la ciudad de Berisso, que contaba con una amplia oferta de empleo merced a la frenética actividad de su puerto y a la multitud de factorías que se instalaron en su término.
Y además, ya sabemos que toda leyenda suele tener una parte de verdad o estar desarrollada sobre una base verídica. Seguramente que hubo en la Berisso de la época un emigrante yugoslavo que se hacía llamar Walter y que trabajó en la industria cárnica Swift. Y que se enamoró del club pincharrata. Y que fue expulsado en diciembre de 1931 por aplicación de la Ley de Residencia. Pero de ahí a que dicho trabajador yugoslavo fuera el mismísimo Tito va un trecho. Quizá lo fuera. O quizá no.
Lo que sí es indudable es que esta historia de Tito como hincha de Estudiantes ha pasado a formar parte de la historiografía oficial del club y patrimonio inmaterial de Berisso. Y que desde los años treinta del siglo pasado se desarrolló toda una tradición oral que afirmaba la estancia del Mariscal en La Plata y su amor por el equipo pincharrata. Tradición que transita por la difusa frontera de entre lo legendario y lo histórico.
Así, un completo reportaje publicado en el diario platense Hoy en el año 1999 trataba de rastrear los pasos de Tito por Berisso. Recogió testimonios de habitantes del lugar. Uno de los testimonios, correspondiente a un hijo de emigrantes yugoslavos, de nombre Jaime Sternovich afirmaba: "Yo sé por mi padre que el mismísimo Mariscal Tito vivió en Berisso, escondido de los yugoslavos que lo perseguían por ser comunista"; junto a otros testimonios de hijos de emigrantes balcánicos, que le llegaban a ubicar en la calle Nueva York de Berisso, alojado en la Pensión "El Turco", o asiduo de restaurantes o establecimientos como el Sportsman, de donde se dice que era parroquiano el Mariscal y donde coincidiría Tito con personajes ilustres de la historia argentina como un jovencísimo Ernesto Sábato o el líder peronista Cipriano Reyes.
En lo atinente al encuentro en 1968 de la expedición pincharrata con Tito tras alzar la Intercontinental en Manchester, no hay evidencias gráficas ni de ningún otro tipo de tal episodio. De hecho, buscando documentación al respecto, sólo me he podido topar con un testimonio indirecto acerca de este hecho, desmintiendo que alguna vez se produjera.
Así, aquí tienen un interesante artículo publicado sobre este tema, en el cual indica el periodista firmante que se puso en contacto con uno de los delanteros campeones del mundo con Estudiantes e integrante de tal expedición, Marcos Conigliaro, quien niega categóricamente que este episodio se diera en la realidad.
No obstante, como ya vimos anteriormente, la propia web oficial de Estudiantes se hacía eco de este solemne encuentro, dándolo por hecho histórico. ¿Ha acogido el club, casi inconscientemente, la leyenda como cierta? ¿O quizá a Marcos Conigliaro le ha fallado la memoria y no recuerda aquel episodio con el Mariscal?
Sea como fuere, lo cierto es que, verídica o no, la historia de Tito en Berisso como hincha de Estudiantes ha calado en la cultura popular y ha dejado su impronta en forma de tradición que se va transmitiendo oralmente.
Y ha pasado a formar parte del imaginario colectivo de Estudiantes, cuyos aficionados no dudan en afirmar orgullosos que una figura de relevancia histórica tal como el mariscal Tito un día fue pincharrata.