Los fieras se enorgullecen de vivir en un país donde se dan tales acontecimientos culturales.
Y para gozo de compatriotas, envidia de extranjeros, consuelo de extintos y conocimiento de generaciones venideras, referimos aquí, secuencialmente, cómo se producen semejantes prodigios que enriquecen la literatura patria.
Un editor sin escrúpulos, pícaro, amante del dinero, analfabeto y conocedor de la incultura ambiente, Osama ben Lara……convoca un Premio, lo apellida Literario y lo dota de una cantidad de sextercios que este modesto ordenador no osa escribir.
Contrata la obra de un escritor asimismo inescrúpule y conocidillo, que acepta hacer lo que le ordenen: llorar de emoción, ponerse muy contento, asegurar que está muy sorprendido, decir que estaba allí por casualidad, porque pasaba cuando iba a comprar una hamburguesa y oyó el culto bullicio.
Contrata (el fabricante de libros) a los miembros de un “jurado”, personas tan sonantes como poco amigas de la literatura, de la decencia y de la seriedad, dispuestas a bajarse los zaragüelles a cambio de uno pocos euros. En su momento, tales tocinos fingirán reñidas votaciones mientras comen como mulas, se contarán chistes verdes haciendo tiempo para poclamar el “fallo”. (Suelen ser de esas personas que cuando fallan follan y cuando follan fallan).
Inicia (el industrial de la cultura) una campaña de intoxicación de la ignara sociedad supuestamente lectora de La Españeta.
Los cultos y, por supuesto, democráticos medios de comunicación le ayudan en esta tarea en pro del bien común, y plagan de marrones la que en tiempos fuera la patria de Cervantes, Quevedo, Fray Luis, San Juan de la Cruz,´Bécquer, Galdós y don Lorenzo Hervás y Panduro, y hoy lo es de eminentes corruptos y gilipuertados.
Brota primero, en los papeles y en las ondas, con tres meses de antelación, el nombre del que va a ser el seguro ganador. Este año, don Eduardo Mendoza, todo un caballero de la pluma y el muy visible plumero.
Para echar pimienta al pastel, el capo filtra, auxiliado por optantes y oferentes, los nombres de otros grandes de España. Este año, Elvira Lindo, Rosa Montero, Almudena Grandes, Luis García Montero, Javier Marías, Pérez Reverte y José María Aznar.
Los llamados perioditas culturales, tras comprobar que esos nombres les suenan, empiezan a entonar cánticos, dar grititos y procurar que le unten, si ello es posible, las calludas palmas.
Con ello obtiene una ingente cantidad de publicidad gratuita, mediante la ayuda de escritores corruptos, críticos vendidos, periodistas imbéciles, políticos acaparadores de un baño mediático y lectores ignaros. Algunas veces, también de miembros de una familia llamada real, asimismo compuesta de ignaros, comprados, imbéciles y menesterosos de un baño mediático.
El capo Capolara, no se olvide, “premia” un libro que él mismo va a editar. Y nosotros decimos:
Eso es una desvergüenza
Eso es una inmoralidad
Eso es delictivo
Eso es propio de países subdesarrollados
Eso es sólo posible en una monarquía cocotera
(Inter parentales: Con razón dijo Valle Inclán que España es una deformación grotesca de la cultura europea.)
Del tinglado mafioso, anticultural y ridículo forman parte otros adornos.
La prensa tercermundista, la radio y la televisión subculturánea, siguiéndole el juego al editor autobutafumante, trata todo aquel merengue rancio como si fuera un acontecimiento cultural de primer rango.
A primera y óptima vista, se comprende, porque los pobrecitos, en el Hotel de los Lios –sin los Hermanos Marx para compensar con su humor tanta mugre– han visto a la Ministra de Cultura, al President de la Generalitat, a las Infantas de Lara, a incontables escritores alcurnes, críticos, profesores universitarios, de instituto y de autoescuelas y, no hay que decirlo, a Manolo el del Bombo.
¿Qué conclusión sacar de tanta basura institucionalizada? Pues que España no hay más que una y, por supuesto, diferente.