Revista Opinión

El mayor problema

Publicado el 14 junio 2016 por Vigilis @vigilis
Cada vez es más complicado escribir de actualidad política porque uno tiene la sensación de repetirse y la repetición es el mal. Desde hace cien años la política española se ha repetido con distintos actores y con alguna adición ornamental pero en el fondo siguen estando ahí las mismas pasiones y los mismos aciertos y errores. Supongo que esto se debe a que la materia prima continúa siendo la misma.
El mayor problema
En 1923 el general Primo de Rivera se pronuncia "contra los políticos profesionales" y no puedo dejar de advertir que esa idea tiene hoy plena vigencia. La idea de que el pueblo es víctima de una élite pòderosa que le arrebata el pan y conspira para aplacarle. Esta idea hunde sus raíces en nuestra tradición: ahí está El Cid que habría sido buen vasallo si tuviera buen señor o Hernán Cortés desoyendo al gobernador de Cuba y marchando a la aventura con erótico resultado. La idea secular tan marcada en nuestra tradición de un pueblo libre del pecado original cuyas desdichas estarían causadas por la bajeza de sus gobernantes. El problema fue Godoy o la culpa es de Franco, etc.
El mayor problema
El problema de es que esta explicación infantil de nuestro avatar histórico y presente no resiste un mínimo análisis. Nuestros gobernantes están hechos de la misma sustancia que el pueblo y son tan solo pepitos peatonales con mucho poder. El sustituir a un líder por otro no cambiaría mucho la cosa.
Yo tengo muchos reparos en señalar como males de nuestra vida nacional tan cacareadas afirmaciones como "la gente es tonta", "la gente es egoísta" y similares. Creo que culpar de algo a una masa anónima es poco informativo (y contradictorio ya que es la propia masa la que habla así de la masa). Entiendo que yo también caigo en una contradicción pues reconozco por un lado que el pueblo no está libre de pecado y por el otro que no se le puede culpar.
Si desmenuzamos el problema y comenzamos por separar al pueblo de los avatares históricos que establecen una tradición secular de exculpación lo que vemos es que desde hace por lo menos un siglo ciertos problemas han quedado sin resolver. Pongámonos en situación. Los principales problemas de España hace un siglo, sin ánimo de ser exhaustivo podrían ser: el problema de Marruecos, la violencia política, la migración interior, el conflicto social, el nacionalismo y uno que me gusta mucho porque ya era reconocido como el mayor de nuestros problemas en el siglo XV: la falta de población.

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Monasterio de Moreruela (Zamora).

Con el discurrir de los años estos problemas se fueron modulando. El problema de Marruecos desapareció, en su luigar apareció un conflicto entre algunas bandas políticas y la Iglesia (este en nuestros días es un problema menor). La violencia política, que en los años treinta desencadenó una guerra civil, hoy sólo cuenta con un bando y su mayor arma son las bravuconadas. Lo de la migración interior también se ha atemperado como consecuencia de la desindustrialización. Nos queda el conflicto social que es un problema común a todas las sociedades avanzadas: la igualación en el acceso a los servicios públicos básicos ha disminuido la carga sobre la discusión trabajador-empresa aunque por el camino han aparecido otros factores de desestabilización: universidades que vomitan cada año a miles de analfabetos sin ningún tipo de herramienta intelectual frente a las inclemencias de un osado mundo y la inversión de la pirámide demográfica con la sabida consecuencia de una mayor necesidad de financiación de los servicios públicos.
En la cuestión del nacionalismo se ha experimentado con ceder hasta un punto en sus reclamaciones (las autonomías tienen himnos y hacen certámenes literarios para sufragar la propaganda de la élite provinciana, asuntos que nos podíamos ahorrar perfectamente) pero cualquier cesión nunca parece suficiente y se ha llegado hasta el punto de tener diputados nacionales hablando de cómo hacer desaparecer la nación, cosa inaudita en el resto del planeta Tierra.

El mayor problema

Monasterio de Piedra, Nuévalos, Zaragoza.

Y por último el gran problema secular del país: la endémica falta de población. La rotunda constante demográfica siempre ha sido un problema para nuestro país (simplemente haced el ejercicio de pensar que España tuviera la misma población que Francia). Si este problema siempre ha sido crítico (por ignorado, no atendido o simplemente no tener solución en su momento) hoy es dramático y probablemente ya no se pueda resolver.
La sangría humana del interior del país nos deja amplias zonas con una densidad de población inferior a la de latitudes árticas (Teruel, Cuenca y Guadalajara son provincias donde Hydra puede tener una base y nadie se daría cuenta), a su vez la baja densidad esconde un reparto desigual de la población, con zonas de alta dispersión poblacional y los consiguientes costes extra para la provisión de servicios (sanidad, educación, comunicaciones, defensa, protección medioambiental, etc). Este es el gran problema: por una parte atraer población y por la otra aumentar su tasa de crecimiento. 
Un problema compartido

El mayor problema

Hijos de los hombres (2006).

España combate la tempestad demográfica sigueindo pautas compartidas por países de su entorno. Básicamente se trata de dar ayudas económicas a las familias por tener hijos. Estas ayudas se reparten en función de la renta familiar, del número de hijos y de otras condiciones. En el centro y el norte de Europa se están pagando entre 100 y 200 euros al mes por hijo hasta el fin de la escolarización obligatoria (en algunos casos las ayudas se extienden a la educación universitaria). España paga mucho menos que eso y hay otros países que pagan todavía menos que España, como Grecia.
La pregunta es ¿funciona este método? La respuesta es depende para qué. Este método funciona para igualar o atemperar la renta familiar disponible ya que se compensa una parte del gasto extra que supone tener hijos. Pero si nos preguntamos si este método contribuye a aumentar la tasa de natalidad la respuesta es no.
La crisis demográfica es un problema que suele ser atacado por el flanco de la población envejecida. Los gobiernos suelen preocuparse más de proveer mejores servicios a la población anciana y no parecen prestar demasiada atención a los bebés que no nacen. Al fin y al cabo los ancianos votan y los niños no. Aun así se han experimentado distintos métodos para aumentar la natalidad.
En Dinamarca una agencia de viajes ha tenido mucho éxito con una promoción que consistía en tres años de ayudas para aquellas parejas que demostraran haber concebido durante un viaje contratado por la compañía. En Singapur hubo una campaña viral por la que se llamaba a una "noche patriótica" para hacer un servicio al país y tener hijos. En Rusia quienes dan a luz en el Día Nacional entran en un sorteo de bienes de consumo como un coche o una lavadora. En Corea del Sur cierto día de la semana la jornada termina unas horas antes para que la gente tenga tiempo libre, etc. Todos estos métodos apuntan al imperativo biológico de que para tener niños hay que ponerse a la faena.

De momento, como los resultados de estas cosas sólo se pueden medir a largo plazo no tenemos noticias de qué métodos funcionan realmente. Bueno, a decir verdad hay un caso del que sí se tiene constancia de su éxito inmediato... en la Rumanía de Ceaucescu.
A finales de los años 60 la política familiar rumana era la misma que la del resto del bloque comunista. La intervención más común en los hospitales eran los abortos, que se producían a escala industrial como el método de planificación familiar preponderante. El gobierno rumano viendo que el país empezaba a perder población decidió dificultar los abortos, dificultar los divorcios y examinar periódicamente a todas las mujeres en edad fértil para detectar embarazos y controlar que llegaran a su fin. Esta política logró en un año doblar el número de nacimientos, que pasaron del cuarto de millón al medio millón. Unos años después fusilaron a Ceacescu y a su mujer.
En el fondo —esto no va a gustar— aumentar la natalidad de un país conlleva contradecir la actual velocidad de crucero de muchas ideas que se han establecido en nuestras sociedades. Formar una familia es un acto profundamente conservador pues la entidad familiar siempre ha sido una estruictura que genera una lealtad alternativa a las lealtades ordinarias (estado, clase) y en el juego de la lealtad lña competencia nunca es bien vista. También hay que estudiar el impacto de la prooción de diferentes estilos de vida poco maridables con el hecho de tener hijos: la promoción de la soltería, el mal focalizado empoderamiento femenino, la extensión de la adolescencia y en general todo lo que tiene que ver con la infantilización de la sociedad.

El mayor problema

El último hombre vivo (1971).

Estos puntos habría que desmenuzarlos. Por ejemplo, hay políticas de estado que pueden establecer un impuesto extra a las personas fértiles que no tienen hijos (un método bastante horrible y que no funciona como se ha demostrado con el canon digital). Si una mujer no tiene hijos por carecer de tiempo o porque le preocupa su carrera profesional, deberían de establecerse herramientas por las que el tener hijos le puntúe positivamente (claro que yo me pregunto por qué la generación de nuestras madres y abuelas pudieron tener hijos sin estas gansadas progres, pero bueno). Se podrían hacer campañas de promoción y vender como algo positivo el ser ama o amo de casa. Luego está el asunto de la adopción: igual habría que tener una Organización Nacional de Adopciones a imitación de la exitosa Organización Nacional de Trasplantes. Como véis todas estas cosas hoy en día no son nada "cool" o fresquitas.
Lo cierto es que todas estas propuestas orbitan en torno al hecho fundamental de que para tener hijos hay que ponerse a ello, luego una chica tiene que estar nueve meses embarazada y finalmente alguien tiene que cuidar y atender a la criatura hasta que sepa cazar sola. Hasta el momento toda política en este asunto se centra en ayudar a tomar la decisión de tener hijos. Tengo la impresión de que quizás esta política necesita acompañarse de otra: la política de no impedir tener hijos.
Como ocurre con el tabaco, que el estado grava fuertemente y al tiempo subsidia, con los hijos el estado otorga ayudas y luego se interpone. En las estructuras familiares funcionan una serie de relaciones de intercambio y el estado con sus ayudas sociales se interpone y dificulta éstas. Si hay generosas pensiones los hijos ya no se tienen que ocupar de los padres, si la educación es soviéticamente pública los padres no se tienen que opcupar de la educación de los hijos. Como véis, el asunto tiene derivadas que nadie cuestiona o se atreve a rascar.
Conclusiones: primera, nuestro principal (y secular) problema es el demográfico. Segunda, el actual "espíritu de la era" está agrandando este problema. Tercera, es alucinante que ningún partido político con posibilidades de gobernar plantee el problema.
Más:
  • A fistful of euros - Why is Spain's population loss an economic problem
  • National Center for Biotechnology Information (EE.UU.) - Spain faces massive decline in population.  «...to maintain the current potential support ratio (the number of people of working age per older person), Spain should accept an annual average of 1.58 million immigrants until 2050».
  • Joel Kotkin, Forbes - It's the birth rate, stupid. «Essentially, Spain bought into northern Europe’s liberal values, and low birthrates, but did so without the economic wherewithal to pay for it. You can afford a Nordic welfare state, albeit increasingly precariously, if your companies and labor force are highly skilled or productive. But Spain lack that kind of productive industry; much of the growth stemmed from real estate and tourism.(...) Unlike Sweden or Germany, Spain cannot count now on immigrants to stem their demographic decline and generate new economic energy. Although 450,000 people, largely from Muslim countries, still arrive annually, over 580,000 Spaniards are heading elsewhere — many of them to northern Europe».
  • Premios a la Natalidad.


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