Revista Historia

“El mecanismo de Anticitera, un ‘ordenador’ de hace 2.000 años” por Rocío P. Benavente

Por Guillermo Guillermo Lorén González @GuillermoLorn

El mecanismo de Anticitera

El mecanismo de Anticitera

Nuevamente mi reportera científica favorita, Rocío P. Benavente,  se acerca a este blog para contarnos una historia increíble, la de un “ordenador de hace 2000 años. Se publicó el 7 de junio en el periódico digital El Confidencial.

No hay una continuidad, al menos que se sepa, en torno al mecanismo de Anticitera: se trata de un objeto único de una complejidad y desarrollo técnico sorprendente.

No se trata de los típicos restos cerámicos que solemos ver en los museos de historia o arte cuando paseamos por las salas dedicadas a la antigua Grecia. Se trata de varias piezas de lo que parece una pasta verde: lo que una vez fueron láminas de metal ahora están pegadas, cubiertas por estructuras calcáreas teñidas por haber pasado dos milenios bajo el mar.

Pero que su aspecto ruinoso no engañe a nadie. Descubierto a principios del siglo XX en las aguas que rodean el islote griego de Anticitera, el mecanismo de Anticitera tardó más de un siglo en ser desentrañado. Su aspecto es similar al mecanismo que hace funcionar los relojes de pulsera y los expertos lo consideran la primera máquina de computación analógica de la historia.

Su complejidad técnica le ha valido el nombre de OOPArt (Out Of Place Artifact), una denominación que los amantes del misterio dan a objetos que no parecen encajar con su momento histórico. No hay una continuidad, al menos que se sepa, en torno al mecanismo de Anticitera: se trata de un objeto único de una complejidad y desarrollo técnico sorprendente, y no se conoce ningún dispositivo similar. De hecho, no volvió a fabricarse nada tan sofisticado en alrededor de un milenio, cuando los primeros relojes astronómicos aparecieron en la Europa medieval.

Reloj astronómico

Reloj astronómico

 

Una recreación para entender su funcionamiento

Y a pesar de su excepcionalidad, los estudios sobre este objeto no abundan. Tardó más de cien años en ser descifrado, hasta que en el año 2006, científicos británicos y estadounidenses publicaron en la revista Nature un estudio en el que recreaban su funcionamiento. No fueron los únicos. Michael Wright, restaurador del Science Museum de Londres, también ha construido una recreación de este misterioso objeto.

En esa versión moderna, el mecanismo metálico está contenido en una caja de madera un poco más pequeña que una caja de zapatos. En el frontal están incrustadas dos ruedas metálicas concéntricas, que giran como un dial de radio, una con el zodiaco y otra con los días del año. Una serie de agujas metálicas marcan la posición del Sol, la Luna y hasta cinco planetas. Al girar un pequeño mando, el tiempo empieza a correr: la Luna cubre un ciclo completo (pintada la mitad de blanco y la mitad de negro, para señalar sus fases) mientras que el Sol se mueve una doceava parte de su recorrido. Ha pasado un mes.

En la cara trasera de la caja hay otras dos ruedas, aquí una sobre la otra. Una de ellas marca el ciclo Metónico, una forma de aproximar los periodos de orbitación de la Tierra y la Luna, que permite saber que, cada 19 años, las mismas fechas del año corresponden con las mismas fases de la Luna. La otra está dividida en 223 partes, recogiendo los 223 meses de cada ciclo de Saros, un concepto utilizado para predecir cuándo ocurrirá un eclipse.

En el interior de la caja, una treintena de ruedas dentadas marcan el paso del tiempo. Cada engranaje tiene un número distinto de dientes triangulares, que van desde 15 hasta 223, y ha sido fabricado en una sola pieza metálica. Al hacer girar uno de los mandos exteriores, avanza la mayor de las ruedas que marca el paso de los días y da una vuelta entera cada año. Otros mandos manejan la Luna, el Sol, los planetas y los indicadores de los ciclos Metónico y de Saros

 

Microescalas angulares múltiples en el fragmento C, vista frontal del mecanismo de Anticitera, tal como se encuentra expuesto en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Imagen Wikimedia Commons.

Microescalas angulares múltiples en el fragmento C, vista frontal del mecanismo de Anticitera, tal como se encuentra expuesto en el Museo Arqueológico Nacional de Atenas. Imagen Wikimedia Commons.

¿Cómo surgió y por qué no dejó huella?

 

Pero las ruedas no solo marcan el tiempo según el movimiento de los cuerpos celestes, sino que incluso lo reproducen mecánicamente: dos de las ruedas interiores están interconectadas de forma que una gira en torno a la otra, pero no lo hace siempre a la misma velocidad. Ocurre más rápido o más despacio dependiendo de su posición respecto al resto de la maquinaria.

 

Los investigadores se dieron cuenta de que esto reproducía casi perfectamente la teoría sobre las rotaciones lunares que describió el astrónomo griego Hiparco de Nicea. Según sus escritos, la Luna gira en torno a la Tierra más rápido cuando está más cerca de ésta, ya que su órbita, aunque creía que era redonda, no tenía la Tierra en su centro exacto. En el mecanismo de Anticitera, esta idea matemática se transforma en un sistema mecánico.

Tras años de investigaciones, los astrónomos, arqueólogos e historiadores que han trabajado para desentrañar los misterios de este objeto no dejan de hacerse preguntas. Entendido cómo funciona, la cuestión ahora es cómo surgió y, sobre todo, por qué no dejó una huella mayor en la evolución científica y tecnológica.
El artículo incluye un interesantísimo sobre el mecanismo que hacía funcionar el mecanismo de Anticitera.

The Antikythera Mechanism – 2D

 


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