Revista Cine

El Mensajero

Publicado el 13 octubre 2010 por Diezmartinez
El Mensajero
El Mensajero (The Messenger, EU, 2009), opera prima del guionista convertido en cineasta Oren Moverman (coguionista de Mi Historia sin Mí/Haynes/2007 e Infieles/Sachs/2007), ganó el Oso de Plata a Mejor Guión en Berlín 2009 y fue nominado al Oscar tanto por el guión como por la espléndida actuación de Woody Harrelson. En su paso por distintos festivales y frente a distintas asociaciones de críticos, la tónica fue la misma: lo que llamó la atención en el debut de Moverman fue la trama escrita por él en colaboración con Alessandro Cammon y la actuación de Harrelson y, también, de la infalible Samantha Morton. No habría nada de malo en ello si no fuera porque, de alguna manera, se dejó pasar el hecho de que Moverman, como cineasta, conoce su negocio y lo conoce bien.
El sargento Will Montgomery (Ben Foster), héroe condecorado de Irak recién salido del hospital, es enviado, en sus últimos tres meses de servicio, a trabajar bajo las órdenes del capitán Tony Stone (Harrelson), un sarcástico oficial (dizque) recuperado del alcoholismo, que tiene la dificil misión de informar a los familiares de los soldados americanos caídos en el combate que su hijo(a)/esposo ha muerto. Así, la estructura clásica de la fórmula de la pareja/dispareja se transplanta al melodrama viril (anti)bélico, pues los dos militares, el joven y el maduro, el héroe de guerra de Irak y el que nunca pudo pelear en Kuwait, el seco Stone y el sensible Montgomery, irán conociéndose mientras cumplen su complicada tarea.
A lo largo del filme, Stone y Montgomery visitan seis casas y las reacciones que tienen que atestiguar son muy distintas: desde el dolor más apabullante (la mujer y la madre de un soldado negro; un anciano padre que se colapsa en un supermercado) hasta la ira más arrolladora (Steve Buscemi como el papá de un soldado caído), pasando por el desconcierto de una viuda (Samantha Morton) que muestra más preocupación por la tarea que están obligados a cumplir los oficiales que por la pérdida de su marido. Esto último llama la atención de Montgomery, que inicia una titubeante relación con la viuda (no precisamente) alegre.
Las seis escenas de las notificaciones no sólo están bien escritas e impecablemente actuadas sino que, además, su puesta en imágenes es notable por la fluidez con la que el cinefotógrafo Alexander Hall capta la acción a través de tomas largas de uno, dos o hasta tres minutos, moviendo la cámara entre los personajes, de tal manera que vemos lo que sucede cual testigos presenciales directos de la tragedia personal de cada familia. La escena, por ejemplo, en la que un iracundo Steve Buscemi escupe, empuja, insulta y persigue a Montgomery desde la puerta de su casa hasta el automóvil en el que él ha llegado en compañía de Stone, está filmada en un par de tomas largas de más un minuto cada una, con la cámara alternando entre todos los personajes, sin llamar la atención sobre sí misma. De hecho, hay por lo menos una decena de tomas de este tipo, en el que la cámara, a veces estática, a veces moviéndose, le brinda espacio a los actores para desarrollar a sus personajes, lo que quieren articular y las respuestas que reciben. La prueba de que Moverman y Hall saben qué terrenos están pisando es en la extendida escena de la cocina en la que Morton y Foster se acercan, se alejan y se estudian mutuamente, mientras la cámara modifica levemente los encuadres y el tiempo corre hasta los siete minutos sin corte alguno.
Lo que estoy subrayando es que además de la historia de estos dos militares y su relación con las seis familias que visitan, además del brillante trabajo interpretativo de todo el reparto, Moverman se descubre como un cineasta más que competente, que sabe usar con auténtico virtuosismo uno de los principios básicos del lenguaje cinematográfico: la elección del encuadre. El resultado es un melodrama siempre interesante, más o menos convencional, pero realizado con una maestría indiscutible. Ya veremos si Moverman repite en su segundo largometraje, Rampart (2011), sobre una novela de James Ellroy.

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