Historia del Mercado
La palabra mercado deriva de la palabra latina merctum.
En toda formación social, la generalización de los intercambios económicos ha originado la creación y desarrollo de ferias, anuales generalmente, y de mercados, semanales o diarios. En Grecia y en Roma, éstos, celebrados en el ágora o en el foro, pronto se especializaron en la venta de un solo producto básico (harina, aceite, vino, etc.), y se situaron en las afueras de las ciudades.
El estado se reservó el derecho de su celebración y encomendó a los agoranomois o ediles la observancia de la veracidad de las pesas y medidas, así como la recaudación de los impuestos.
Al producirse la desmembración del Imperio romano, la anterior organización comercial continuó existiendo, por más que el volumen de los intercambios económicos disminuyese. En la Península ibérica, los visigodos impulsaron la creación de lonjas (cataplus) para la venta y cambio de mercancías, y, por otra parte, siguieron funcionando pequeños mercados (conventus mercancium) dedicados al consumo local, que se situaron junto a las ciudades. De todas formas, el tráfico entre el campo y la ciudad se vio gravemente afectado.
Éste se restableció en Al-Andalus, dada su mayor vitalidad económica; en los centros rurales proliferaron los mercados de granos, frutas y ganado, y las ciudades se convirtieron, todas ellas, en un gran mercado. Cerca de las mezquitas se encontraba el zoco central, al que desembocaban un gran número de callejuelas, especializadas cada una en la producción y comercio de un solo producto. Finalmente, y en las afueras, se celebraban periódicamente mercados de esclavos, de ganado, etc.
La extensión del dominio musulmán coadyuvó a un grave colapso económico en todo el mundo europeo y mediterráneo y a la preponderancia en éste de la economía agraria. Sin embargo, en el N de la península, y ya desde los primeros momentos de la reconquista, se celebraron en Oviedo, Silos, León, etc., mercados semanales, que, a partir de los ss. ix y x aseguraron el intercambio de productos locales y cierto comercio de artículos de lujo, procedentes de al-Andalus.
Estos mercados estuvieron, desde un principio, bajo la protección y dominio del monarca, quien instituyó la figura del señor del zoco, para la salvaguardia de su paz, amena-zada por las partidas musulmanas. La revolución comercial y urbana (ss. XII y XIII) trajo consigo la multiplicación y desarrollo de las ciudades, que crecieron al compás de la evolución de sus mercados. Éstos se especializaron y pasaron a celebrarse en las plazas situadas cerca de las murallas.
Paralelamente, durante el s. xiv, empezaron a proliferar las grandes ferias, en el reino de León y Castilla, y a construirse las lonjas, en la Corona de Aragón. En todo este tiempo, la vigilancia del mercado estuvo en manos de zavazaures y zabazoques, que hacían las veces de inspectores y jueces del mercado de Córdoba; a su vez, la regulación de las pesas y medidas estuvo encomendada, a partir del s. XIV, al almotacén*.
En el s. xv, los nobles y las órdenes eclesiásticas y militares tendieron a crear en cada villa un mercado franco (libre de impuestos), para favorecer, en su beneficio, el comercio de la lana y los paños; pero Enique IV (1430) y los Reyes Católicos (1491) establecieron claramente la prohibición de las ferias y mercados francos, excepto los de privilegio real. A partir de entonces, los monarcas, seguros ya de su autoridad sobre los mercados limitaron determinados usos existentes en éstos (prohibición de la reventa de carne viva en ferias y mercados, por Felipe II, en 1565; restricciones a la venta del oro y la plata, por Carlos III, en 1771, etc.). En 1789, Carlos IV centralizó en el Consejo de Hacienda la potestad de conceder franquicias para los mercados, y en el de Castilla, la de permitir su celebración.
En el s. xix, y desde 1834, los mercados locales pasaron a depender, con ciertas restricciones, de las autoridades municipales, cuya mayor o menor competencia fue señalada por diferentes ordenaciones legislativas (real decreto de 1853, ley municipal de 1868, real decreto sobre descentralización administrativa de 1909, etc.). Por otra parte, con el desarrollo de la revolución industrial, de las comunicaciones y de las grandes ciudades, se procedió a la construcción de nuevos centros locales de consumo; sin embargo, la edificación de los grandes mercados (como los de Madrid y Barcelona) no se llevó a cabo hasta el último tercio del s. xix.
*Almotacén.
*Zabazoque.