Revista Psicología

El miedo a crecer

Por Andresubierna

El miedo a crecerAprender algo implica descubrir, mediante la acción reflexiva, nuevas y mejores formas de pensar y hacer las cosas, y así aumentar la capacidad individual y colectiva para producir el futuro deseado, trascender los límites actuales y expandir la capacidad de acción efectiva.

El camino del aprendizaje es representado en las distintas tradiciones con una variedad de metáforas. De todas ellas hoy tomo la de “la senda del guerrero” ya que me parece adecuada para abrir un diálogo sobre el miedo en la experiencia del aprendiz.

En su investigación antropológica sobre los toltecas, Carlos Castaneda muestra como su maestro yaqui Don Juan Matus, le hablaba con frecuencia del miedo en la vida de quienes buscan convertirse en hombres y mujeres de conocimiento en grado de maestría. Rescato lo siguiente de Las enseñanzas de Don Juan, el primero de esta serie de libros:

Cuando un ser humano emprende concientemente el camino del conocimiento, no tiene claros sus objetivos, su propósito es débil, su intención vaga. Sueña con recompensas que nunca se materializarán ya que no sabe nada de las dificultades del camino.

Lentamente comienza a crecer, poco a poco primero, a grandes pasos después y sus pensamientos entran en colisión. Lo que aprende no es nunca lo que esperaba o imaginaba, y así empieza a sentir miedo.

Crecer no es nunca lo que uno imagina. Cada paso es una nueva tarea y el miedo crece sin cesar y sin piedad. Así, el camino del ser humano que aspira al conocimiento se convierte en un campo de batalla y él en un guerrero. Ha tropezado con su primer enemigo natural: ¡El miedo! Si el aprendiz se retira, su enemigo habrá logrado robarle su oportunidad de crecimiento.

“¿Qué le pasa a esta persona que se vuelve atrás?” Nada, salvo que no crecerá o retardará su camino. Su enemigo habrá puesto fin, al menos por el momento, a la realización de sus anhelos de saber.

“¿Y qué puede hacer para sobreponerse al miedo?” La respuesta es simple: No escapar. Debe desafiar su miedo y, a pesar de él, dar el siguiente paso, y el siguiente, y el siguiente. Puede estar completamente asustado y aún así no detenerse. Esa es la regla. Y el momento llegará cuando su enemigo se retire. Entonces se sentirá seguro de sí, su intención se hará fuerte y el aprendizaje ya no será una tarea terrorífica.

Las emociones son excelentes consultores, pero pésimos “gerentes” de nuestra vida

Ni reprimirlo ni permitirle dominar nuestras vida, la clave es relacionarnos con el miedo (o con cualquier otra emoción) de una manera particular, explorando formas de intervenir en el sistema coherente del que forma parte la emocionalidad, la corporalidad y el lenguaje.

Un proceso que implica competencia emocional y que nos permite comprender y responder al miedo para no darle el poder de achicar nuestras vidas, de robarnos nuestras posibilidaddes de explorar nuevos mundos, de crecer, de aprender y de ir en busca de nuestros sueños, podría esquematizarse de la siguiente manera:

  • Percatarnos de que estamos sintiendo miedo, y para lograr esto debemos estar continuamente atentos, no sólo a lo que pasa allí afuera, sino a lo que “nos pasa” aquí dentro con lo que pasa allí fuera. 
  • Aceptar esa experiencia emocional que llamamos temor y que sentimos en diferentes grados, desde una simple preocupación hasta el miedo intenso.
  • Valorarla como señal de nuestro sistema de detección de riesgos, de que hay algo a lo que le asignamos importancia que, dado lo que está pasando, interpretamos que corre riesgo.
  • Escuchar y entender la historia o interpretación que le da sustento a ese temor que estamos sintiendo.
  • Analizar si en esa historia opera alguna distorsión cognitiva y reinterpretarla.
  • Actuar en consecuencia en el mundo externo para minimizar el riesgo de que ocurra lo que tememos.
  • Actuar en el mundo interno de nuestra conciencia, para aceptar en paz la posibilidad de que, aún habiendo minimizado el riesgo, este peor escenario golpee nuestras vidas, confiando en que pase lo que pase, tenemos dentro la capacidad para convertir toda pérdida externa en sabiduría interna.

El resultado de este proceso, que conlleva tanto acción en el mundo externo como en el interno, es vivir en paz y equilibrio ante los riesgos propios de la vida y el crecimiento.

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Por Andrés Ubierna


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