“La cumbre del Clima de Durban afronta su final sin avances en la negociación de un acuerdo”
Si un brazo se amputa produce punzadas lacerantes. Es el dolor fantasma, fuera de toda comprensión científica. Algo irreal no debería incomodar pero lo hace, y con tenacidad masoquista. Es el comezón del alma, el prurito del pasado, el daño de lo inexistente.
Se conocen variados tipos de dolor fantasma, no sólo físicos. Ya es una pandemia crónica de esperanza anegada en inundaciones temerosas. Aparece la guillotina del calendario y cae un trozo de ilusión al cesto.
En Durban, el marco incomparable, que dirían los malos presentadores, del universal dolor fantasma, se someten al pensamiento espectral: hablar por hablar, lamentar lo que ya no se tiene, rebanar ilusión ajena con cuchillos de beneficio propio… Y los proyectos recortados, como Jacob Marley (toc,toc) regresan sazonados en polvo de guirnalda. El viento, demasiado cálido para las fechas, ulula su sibilino villancico: ¿dónde estabas entonces…? Al acecho, entre sombras de conciencia perdida, el miembro fantasma vuelve para besarte, para besarnos, bajo anodinos muérdagos de indiferencia.
¿Dónde estabas entonces?