¿Quién pensaba que este Chelsea, más muerto que vivo, iba a clasificarse a la siguiente ronda? Pocos. Sin embargo, los blues, con un envidiable amor propio, y con la ayuda del conservadurismo del Napoli, revirtieron todo ello y pasaron a los cuartos de final de la Champions League.
El comienzo no parecía ser así, ya que en los primeros 30 minutos, los dirigidos por Walter Mazzari fueron superiores. Sin embargo, el equipo terminó aburguesándose, y, salvo por alguna ocasión esporádica, como el gol de Gokhan Inler que parecía darles la clasificación en el segundo tiempo, se dedicaron más a defender que a atacar. Encima, el fondo casi nunca se mostró confiable.
Esas circunstancias fueron aprovechadas por el equipo londinense, que llegaba con un semblante no muy bueno, ya que actualmente en la tabla de posiciones de la Premier League se encuentran fuera de la zona de clasificación para la próxima edición de esta competencia, y encima André Villas-Boas terminó siendo despedido por el inefable (Roberto Di Matteo fue quien se sentó en el banco local). El líder de todo esto fue Didier Drogba, quien se parecía a aquel de años anteriores, cuando era todo un fuera de serie.
Eso no sólo se vio en el primer gol, que fue de su autoría, con un muy buen cabezazo luego de una muy buena jugada colectiva por parte de sus compañeros, sino en el último, el cuarto (antes habían marcado John Terry y Frank Lampard, éste último de penal), en el que metió una muy precisa asistencia al serbio Branislav Ivanovic para que él pueda establecer en el final del primer tiempo suplementario el 4-1 final, que le dio la clasificación a los blues, cuando por ese entonces el Napoli decidió quemar las naves.
En Stamford Bridge, ni bien terminó el partido, pusieron la canción “One step beyond”, de Madness. El sonidista dio justo en el blanco. Porque el Chelsea dio, sin lugar a dudas, un paso adelante.