Revista Sociedad
Me da mucha pena pero sobre todos los candidatos que están en la baraja para ser ministros de cultura el elegido debe ser Felipe Santos.
La competencia está reñida. Tenemos a César Pérez, el hombre de la academia, el chance y la política, director de la Universidad Cooperativa de Colombia que ha sabido llevar el saber a más de 21 ciudades de Colombia convirtiendo garajes en universidades, un rector que ha planteado la misión de formar “profesionales con criterios políticos, creativos y solidarios que contribuyan al desarrollo armónico de la sociedad” y que ha ido del dicho al hecho con la apertura de espacios necesarios para que el estudiantado se exprese, como se vio en las pasadas elecciones cuando motivó a varios grupos universitarios para que se sumaran a los foros de discusión de Internet como avatares santistas (o usuarios fantasma).
Otra candidata es María Claudia Lacouture, gerente de la exitosa campaña Colombia es pasión, quien ha sabido vender la imagen positiva del país. Ella con sus esculturas boterianas, sus siete corazones —cultura, música, ciudades, desarrollo, infraestructura y talento humano—, ha recorrido medio mundo, incluso completó su tour peripatético por la ciudad de Nueva York y está fue su conclusión: “Colombia pudo estar por más o menos una hora y media dando vueltas y todo el mundo que pasaba por Times Square, que son también muchos turistas, tuvieron la oportunidad de ver el corazón de Colombia en las pantallas, tuvieron también la oportunidad de ver a la Federación de Cafeteros y la bandera de Colombia.” Lacouture además de ser mujer es de la costa atlántica, pertenece a una familia que conoce bien las necesidades regionales y que por algo recibió subsidios de Agro Ingreso Seguro.
Un candidato más: José Obdulio Gaviria, que no requiere presentación y que triunfó en una encuesta hecha por un importante portal de cultura sobre otros candidatos que se perfilaron para el puesto de ministro, entre ellos una candidata con todo el palmarés como María Paz Gaviria, historiadora del arte, hija de Cesar Gaviria ahora político santista y expresidente del expartido liberal y de Colombia, que se refugia a veces en el acogedor y pacífico mundo del arte.
Me da mucha pena pero el candidato más idóneo sigue siendo Felipe Santos, es el que más se acerca al espíritu que propuso su hermano mayor en campaña, afín a los incentivos a “la empresa privada” para que sea “promotora de la cultura” y que, cuando habla de cultura, concluye con la conocida línea de “llevarle a todos los niños un pequeño computador”.
Felipe Santos es el cerebrito detrás de un concepto que encarna la ideología del Partido de la U en materia cultural y que él mismo define como “coolture” y explica así: “Este término salió de un brainstorming, una mezcla, la fusión entre la educación, pedagogía y cultura con entretenimiento. Vimos que obviamente el tema de mercadeo era muy importante y por eso la parte de marketing. Y pensamos en la parte de cultura, porque al fin y al cabo educación es cultura, entretenimiento es cultura y, cambiándole la “u” por la “cool”, representaba mucho entretenimiento, era lo que se podía sintetizar las tres cosas: la cultura, educación, pedagogía con entretenimiento y con alto grado de responsabilidad social.”
La máxima expresión de “coolture” hasta la fecha ha sido la exitosa y lucrativa exposición Bodies: real + fascinante que ha sabido culturizar a millones de colombianos, los ha distraído de su dura realidad, no importa si para entretenerlos de forma real y fascinante ha combatido fuego con fuego y ha usado “falsos positivos made in China”, dejemos la crítica y la sensibilidad de lado, seámos pragmáticos: no se puede hacer una tortilla sin romper unos cuantos huevos (13 pares de huevos asiáticos en este caso). Lo importante son los resultados de toda la iniciativa cultural de Santos que recogen desde el memorable Concierto de conciertos de 1988 en Bogotá, ese Woodstock del rock en español, y culmina con la contundente Corpses, perdón, Bodies.
Algunos consideraran el hecho de que Felipe Santos sea hermano de Juan Manuel Santos como un impedimento, otros más enterados de las cuestiones de la familia Santos señalan que las relaciones entre ambos hermanos no son las mejores, esto en vez de ser un problema ético, moral o personal se plantea como una prueba más para la Unidad Nacional, ese paraíso de mermelada que se ha propuesto el próximo gobierno como meta. Qué mejor herramienta para empezar a dar "la vuelta a la página de los odios" que el aliciente de la cultura, ese poder del “poder suave”, como lo definía hace poco tan acertadamente Adriana Mejía, Viceministra de Asuntos Multilaterales del Ministerio de Relaciones Exteriores, y que fue tan bien entendido por Carlos Medellín en 2007 cuando, como Embajador de Colombia en el Reino Unido, eliminó una obra de una exposición porque no iba con los lineamientos del arte del estado, es decir, la propaganda.
Por último, como un eco débil suena el nombre de Jorge Orlando Melo, uno de los candidatos que sonaban desde el Partido Verde en el pasado debate electoral pero, a casi un mes del dictamen irrefutable de las elecciones, ¿quién carajos es Melo?, es más, ¿quién era Mockus?