A los que sueñan sólo con la “Gran Barcelona” les decimos que así no la queremos ya que para nosotros representa únicamente expropiaciones, aislamiento y especulación del suelo, falta de los servicios más básicos como escuelas, jardines, hospitales, centros culturales, sociales, etc.
Aspecto actual de la Llibreria Canuda, cerrada en noviembre de 2013. En su lugar se abrirá una tienda MANGO. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
Pastisseria La Colmena. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
El Indio, a pocos días de su cierre. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
Cuarenta años más tarde este texto tiene más vigencia que nunca, faltan eso sí, voces críticas como las de Manuel Vázquez Montalbán o José María Huertas Clavería, figuras que amaban Barcelona, la conocían y entendían como no la aman ni la entienden los responsables políticos que están haciendo de Barcelona un producto en venta al mayor postor. El anuncio del posible cierre del Colmado Quilez, seguido al día siguiente por el de la pastelería Fargas, no es sólo el efecto inevitable de la aplicación de la ley de arrendamientos urbanos sino la consecuencia directa de un modo de hacer política basada en los principios del neoliberalismo salvaje, así como de la ignorancia absoluta del significado de la palabra patrimonio y de la extensión del concepto cultura.
Cereria Subirà, la tienda más antigua de Barcelona, salvada por el momento por el Ajuntament. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
Nueva tienda Geox en el espacio que antes ocupaba El Palacio del juguete. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
La xurreria y la Llibreria Rodés en Banys Nous. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
A pesar de que nos adoctrinen para pensar en modo contrario no todo se puede valorar desde el punto de vista de la rentabilidad económica, existe un patrimonio que es intangible y no por ello menos valioso. Un Ayuntamiento que decide registrar el nombre de su ciudad como marca demuestra que entiende la vida que se desarrolla en sus calles cual director de marketing, a quien poco le interesa la vida de las personas que la habitan y mucho la imagen que ésta ofrece al posible capital inversor extranjero.
Stand de souvenirs en La Rambla. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
Publicidad del nuevo producto turístico a base de jamón. Carrer Ferran. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
Muñecos diabólicos travestidos del Barça en venta como souvenir en La Rambla. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
Si Barcelona es un producto y ya no una ciudad, deberían sus políticos saber que las ventas de la Llibreria Canuda enriquecían Barcelona infinitamente más que las insultantes paradas de souvenirs de La Rambla. La Colmena, El Palacio del Juguete, La Cerería Subirà, El Indio y todos los comercios históricos de la ciudad es lo que hacen (o hacían) que Barcelona sea singular, son su identidad. Escudarse en la crisis y en los resultados económicos del turismo salvaje que está destrozando el paisaje urbano de Barcelona, es una falta de responsabilidad por parte de los políticos, quienes deberían estudiar formas sostenibles de turismo partiendo de la convicción de que una ciudad la hacen sus ciudadanos y no los rusos o los qataríes.
La antigua charcutería Guinart de la Boquería transformada en un bar More than Tapas. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
Publicidad ambulante de tapas en el Carrer Princesa. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
La antigua Llibreria Catalònia, convertida en un McDonalds que "homenajea" a Gaudí y Tàpies en su tremebundo diseño interior. Barcelona, 2014. Foto: Camilayelarte
Quien tenga un mínimo de sensibilidad estética se verá atacado por un violento espíritu destructor cada vez que pasea por Barcelona y se topa con los carteles que anuncian “chuches de bellota”, o vea el despliegue de color del dragón de Gaudí, la camiseta del Barça y los turrones Vicenç en venta en La Rambla. Del Barcelona posa’t guapa hemos pasado al Barcelona ven-te l’ànima. Que un mercado como el de La Boquería pierda su identidad es un síntoma de que su razón de existir ya no es el de abastecer a las gentes de su barrio, y perder un barrio es perder una parte del patrimonio de una ciudad, su tejido social y cultural.
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