Revista Música
Aunque no había músicos en su familia, el niño, extrañamente silencioso, era un apasionado amante de la música. Sus horas mas felices eran aquellas del domingo en que escuchaba el órgano de la iglesia parroquial, donde empezó como monaguillo a los siete años. Cierta vez, estaba tan embelesado oyéndolo, que se le olvido alcanzar el agua al sacerdote. Pietro Baistrocchi, el clérigo oficiante, perdió la paciencia y, de un codazo, lo hizo rodar por las escaleras del altar. Cuando regreso a casa, magullado por la caída, sus padres le preguntaron que le había ocurrido. La única respuesta del niño fue: “Quiero estudiar música”. A los pocos meses, el propio Baistrocchi comenzó a darle lecciones de órgano.Los padres de Giuseppe le compraron una vieja espineta (un instrumento de teclado). Al cumplir los 10 años, la habilidad de Verdi ya era superior a la de su maestro y se convirtió en el organista de Le Roncole. Alentados por los vecinos, sus padres lo eviaron a Busseto, a siete kilómetros del pueblo. Comparada con Le Rencole, Bussetto, con sus dos mil habitantes, era una metrópoli cultural. Tenía incluso una Sociedad Filarmónica y una banda de música. El pequeño Giuseppe se alojo en la casa del zapatero Luigi Pugnatta, proveedor de la posada paterna y aficionado al bel canto. Giuseppe prosiguió sus estudios en una escuela donde se incluía un curso de música, a cargo del organista Ferdinando Provesi. Pronto, otro proveedor de la posada de su padre, Antonio Barezzi, lo hospedo en su casa y se hizo cargo de los gastos de su formación musical.