Revista Cultura y Ocio

El movimiento obrero

Publicado el 20 agosto 2018 por Academiacruellas

En la Europa de finales del siglo XIX se extendió la idea entre el proletariado urbano que para mejorar su situación sólo cabían dos formas de actuar. En primer lugar, organizándose en partidos políticos, y así poder llegar a los parlamentos nacionales para de esta forma llevar a cabo las reformas necesarias. La otra vía era la que rechazaba los parlamentos nacionales y que sostenía que la única vía  para obtener mejoras laborales era la acción directa, bien a través de huelgas o bien a través de acciones violentas.

En la práctica todos los movimientos obreros oscilaron entre las dos vías. Ahora bien, en los países donde la industrialización estaba muy implantada, caso de Gran Bretaña y Alemania, se articularon partidos políticos y se fundaron sindicatos. Ambos movimientos iban de la mano. Veamos los dos casos.

En Inglaterra en 1893 se fundó el partido Laborista Independiente, pero no obtuvo apoyo hasta bien entrado el siglo XX. No fue hasta la gran huelga de los muelles de Londres de 1889 que los sindicatos ingleses demostraron que con una organización eficaz se podía obtener reformas prácticas para los trabajadores. El movimiento obrero británico recogió muy poco de las ideologías socialistas de Europa continental, y sus ideas y talante parecían más cercanos al protestantismo que a las organizaciones marxistas o anarquistas.

En cambio, en Alemania las dos ramas del socialismo alemán se unieron en 1875 para formar el Partido Socialdemócrata. El crecimiento de la socialdemocracia alemana fue parejo al crecimiento de la industria. En vísperas de la I Guerra Mundial uno de cada tres electores votaba a los socialistas. Bismarck sentía pánico a la revolución y trató de detener su crecimiento a través de los seguros sociales, y a través de una legislación antisocialista. Ahora bien, esta legislación surtió el efecto contrario ya que esto aumentó la solidaridad del Partido Socialdemócrata, que hizo que los obreros no sintieran ninguna afección por los planes de seguridad social de Bismarck.

El socialismo alemán iba más lejos que el inglés ya que era algo más que una organización política. Proporcionaba a sus miembros actividades de carácter cultural, educativo y recreativo. Creó periódicos y revistas. En definitiva era un modo de vida basado en la doctrina marxista y en la esperanza de que las fuerzas de la historia conducirían inexorablemente al triunfo del proletariado.

El Partido socialdemócrata necesitaba antes que nada ganar elecciones y al mismo tiempo ampliar su base social. Esto obligo a sus dirigentes a acomodarse a las instituciones políticas de Alemania. A ello también contribuyó el movimiento sindical que estaba más interesado en mejorar las condiciones de vida de los trabajadores que en llevar a cabo una revolución social. A pesar de ello, la doctrina oficial del partido Socialdemócrata siguió con la ideología marxista de la lucha de clases y el triunfo definitivo del proletariado.

Por otro lado, el movimiento obrero francés era menos homogéneo y centralizado que el alemán. El movimiento obrero francés surgió con retaso respecto al alemán y al inglés debido a la represión llevada a cabo tras los hechos de la Comuna de París. Hasta 1905 no se forma un partido socialista. La persona que configuró lo que sería el movimiento socialista francés fue Jean Jaurés, que tomó elementos de Marx y de la justicia social.

En Austria, Suiza y Bélgica se siguió el modelo alemán, mientras que en Italia había elementos del socialismo francés y del alemán. Por una parte había importantes teóricos marxistas, y en la Italia norte, Milán sobre todo, había un movimiento sindical muy organizado. Pero también es cierto que había toda una corriente anarquista que se manifestó en la famosa “Semana Roja”. A pesar de ello había muchos dirigentes socialistas que querían desempeñar funciones en el terreno político lo que les llevó a romper con los socialistas ortodoxos.

España, después del fracaso de la I República y la consabida Restauración monárquica, tenía serios problemas de gobernabilidad. Había todo un descontento agrario, el movimiento carlista, la pérdida de las colonias. Además, las diferencias regionales eran abismales. Por ejemplo, en Cataluña, la región más industrial, había todo un movimiento federalista que luchaba por lograr la autonomía y el autogobierno. Esta idea caló bajo la demanda anarquista de descentralización e independencia local de todo gobierno central.

El movimiento obrero español estaba dividido entre los seguidores de Bakunin y los seguidores de la ortodoxia marxista. Las ideas anarquistas se extendieron básicamente en Andalucía y en Cataluña. En Andalucía era comprensible que los jornaleros, sin tierras propias, con salarios miserables, y sin ninguna perspectiva de mejorar su situación,  que se extendieran las ideas anarquistas. En cambio resulta más difícil de explicar por qué el pequeño campesino sin tierras de otras partes de Europa no hizo lo mismo.

El anarquismo se convirtió en España, es una forma de expresar el recelo con respecto a la política, y por otro lado, en la creencia de que con la acción directa se podían obtener resultados ya que a través de las reformas en el parlamento español era casi imposible.

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