Hace algunas semanas, Eduardo Punset publicaba un artículo titulado: ¿Las relaciones sociales nos hacen fuertes? Allí Punset escribía: “La falta de una red de amigos y familiares repercute en la salud tanto como el tabaquismo”. Una afirmación contundente, sin dudas. Punset hablaba de lo que ha venido a denominarse “inteligencia social”, es decir, los comportamientos surgidos a raíz de la comunicación recíproca entre distintos cerebros.
El doctor Dean Ornish, especialista en cardiología y presidente del Preventive Medicine Research Institute, en su libro Love and Survival, cita un estudio llevado a cabo en Suecia en el que se observó a 180.000 hombres y mujeres durante el plazo de seis años. Según estas observaciones se concluyó que aquellos que se sentían más aislados tenían un riesgo cuatro veces mayor de morir prematuramente. La sociabilidad refuerza las defensas de nuestro organismo. En un estudio en que participaron 334 individuos se analizó la relación entre su sociabilidad y la eficacia de su sistema inmunitario. Primero respondían a entrevistas sobre la cantidad y calidad de sus relaciones en la vida cotidiana y después se les exponía al virus del resfriado común. Los resultados demostraron que cuanto más sociable era la persona, menos susceptible era al contagio, con independencia de su edad y su estilo de vida.
Las conclusiones de Punset y Ornish me llevan a pensar a que el mundo 2.0. aumenta la sociabilidad y, por tanto, el refuerzo de nuestra sistema inmunitario que es el que nos protege de infecciones y tumores. Si tenemos en cuenta como decía Aristóteles que “el hombre es un ser social por naturaleza”, una soledad no deseada conduce a un cierto pesimismo y depresión, y sabemos que un minuto entretenido en un pensamiento negativo deja al sistema inmunitario en una situación delicada durante seis horas. De ello se encarga la Psiconeuroinmunobiología, que establece una profunda conexión entre los procesos psicológicos, el pensamiento, el sistema nervioso y la biología. Las investigaciones han constatado que ciertas formas de pensar activan o desactivan nuestro sistema de defensa frente a infecciones y tumores. Un pensamiento más positivo es capaz de fortalecer nuestro sistema inmunitario, mientras que un pensamiento negativo lo debilita volviéndolo más vulnerable. Nuestra forma de pensar cambia nuestra constelación hormonal y hace que algunas hormonas presentes en sangre favorezcan la activación de células sanguíneas y otras lo dificulten (ver post Psiconeuroinmunobiología y autocuración).
Si bien en un mundo tan tecnológico se pierde parte del contacto físico (que también es necesario), es cierto que para muchas personas menos hábiles en el mundo de las relaciones sociales, el mundo 2.0. puede ser una forma de aumentar su sociabilidad y, por tanto, amortiguar esa soledad no deseada al tiempo que se fortalece su sistema de defensas y estar más fuertes para posibles enfermedades (ver cómo funciona el sistema inmunológico en el programa Redes).
* Hoy os dejo la selección de los mejores posts del Observatorio de la Blogosfera de RRHH (@blogosferarrhh), de la primera quincena de noviembre, y entre los que se encuentra uno de esta bitácora: Las jerarquías deben existir pero no notarse; también el post No, así no, no de cualquier forma, en Aprende del Deporte (@aprendeldeporte).