Lo confieso: existen veces en las que encabezar una opinión no es tarea fácil. Creo que lo importante es que el título te invite a leer el resto, por lo que suelo preferir que éste no de muchas pistas directamente. Esta vez, no cabe duda de mi estrepitoso fracaso: el título ya lo dice casi todo sobre ‘El mundo abandonado’, y eso que he estado un buen rato dándole vueltas: ‘kulebronen sobresaliente’, ‘alemanada indefinible’…
Pero a veces pasa… por más que uno quiera tener cierta gracia o ser creativo, el ‘material’ que se tiene entre manos puede hacer que lo único que pase por tu cabeza sea una buena cantidad de naderías, siendo una pregunta que va y viene lo único que puedes sacar en claro: ¿Por qué? Por qué películas como ‘El mundo abandonado’ llegan a una pantalla grande cuando a los cinco minutos empiezas a valorar la posibilidad de que lo que estás viendo es el clásico ‘telefilm’ —por decirlo de un modo suave— de las seis de la tarde.
No voy a regocijarme en mi opinión, ni a hacer sangre con las cuestiones de la trama porque, realmente, no merece la pena. La historia tiene un poquito de todo: a partir del hallazgo de una persona en internet de manera casual, se desarrolla una trama llena de impulsos emocionales resesos, enamoramientos estilo usar y tirar, enfurruñamientos nivel adolescente, etc. Por supuesto, o tengáis la menor duda respecto al sobresaliente final.
No obstante, si hay que decir algo a favor de ‘El mundo abandonado‘ es que sus pretensiones no son muy altas, por lo que si pones tu cerebro en ‘modo sofámedaigualloquemeponganenlatele’, el metraje puede no sufrirse en exceso, convirtiéndose en una pequeña carrera hacia el final de la película para ver si al final se casan todos con todos y todo es de color de rosa. En definitiva, un telefilm notable; una película —para qué comerse la cabeza— mala.