La infancia es una etapa de la vida muy compleja. Si nunca te lo habías planteado, pasamos de la ignorancia “completa” a entender leyes físicas como la de la gravedad, a dominar nuestros cuerpos para interactuar en nuestro entorno, a comunicarnos a través de un complicado lenguaje de sonidos. Y la que nos ocupa hoy, a entender y reconocer los sentimientos de la gente que nos rodea, tan solo con mirarles a la cara. El desarrollo emocional, es fundamental para conseguir que todos vivamos en sociedad. Y aunque de adultos lo veamos algo tan sencillo, no lo es. Y hasta que llegamos al punto en que estamos ahora, hemos tenido que pasar por un gran proceso.
La vida son sentimientos.
La vida está cargada de emociones y sentimientos. Algo muy complejo y muy difícil de explicar. Como ya sabemos, los niños desde muy pequeños tienen que aprender a relacionarse en su entorno. Y una de las partes fundamentales de ésto. Es la relación con los seres de su misma especie. Tanto niños como adultos. Es donde los sentimientos ganan más poder y para lo que son más necesarios.
Se sabe que los bebés, tienen una sensibilidad muy especial para reconocer rostros. Incluso desde las primeras semanas que no son capaces de ver claramente, consiguen reconocer los rostros, primero el de su madre, luego el del padre y con el tiempo, el de las demás personas cercanas a él. A pesar de que ellos simplemente vean un conjunto de juegos de sombras. Eso quiere decir que nuestro cerebro, viene preparado para reconocer a nuestros iguales. Esto tiene diferentes motivos, como reconocer a quien nos tiene que ayudar para sobrevivir. Seguir mejor los movimientos de las personas de las que vamos a aprender…
Podemos dar una lista con un sin fin de emociones y sentimientos, desde buenos a malos. Aunque para mi, hay dos grupos principales cuando hablamos de emociones. Una las que nos produce la interacción con otros seres humanos y otro que sería la relación con objetos inanimados. Tal como comer, o conducir un coche… Independientemente de que sea bueno o malo.
Nosotros las primeras emociones que sentimos, son a raíz de la gente que nos rodea. Estamos preparados para aprender y mostrar de lo que vemos a nuestros semejantes. Y la empatía es una de las partes que ayudan a que la gente trabaje en equipo.
Los gestos y su reconocimiento.
Hay muchos tipos de emociones y todo va en función de la intensidad de las mismas. Pero curiosamente, todos tenemos los mismos gestos o parecidos para las mismas sensaciones. Así por ejemplo cuando algo nos da alegría, instintivamente tenderemos a sacar una sonrisa, luego dependiendo de la emoción más concrétamente se verá de una forma u otra.
Que cada emoción tenga los mismos gestos no es casualidad. De hecho, nos sirve para que nos entendamos entre nosotros. Imaginad un mundo en el que cada cada uno hiciera sus propios gestos. Sería imposible que nos entendamos. Al unificar los gestos de los sentimientos. Lo que tenemos es un lenguaje muy particular que nos permite comunicarnos sin la necesidad de hablar. Así cuando tenemos un buen día, solo con mirarnos a la cara, serán capaz de saberlo.
¿Cuándo comienza con las emociones?
Desde que nacemos, nuestro bebé, no parará de sentir nuevas emociones. Desde el aliento de la madre, al simple roce de los dedos en su cuerpo. Durante el primer mes veremos una sonrisa que de vez en cuando se dibuja en su cara. Aunque no es más que un reflejo que hace el bebé. Puede ser por un roce, un ruidito… Será a partir del primer mes, cuando podemos considerar la primera sonrisa social. Desde entonces empezarán a reconocer los gestos de su madre y saber lo que siente, además de sentir empatía hacia ella. Y con el tiempo, también con su padre y después con demás personas cercanas.
Los gestos de las emociones es uno de los primeros impulsos que tenemos cuando nacemos y lo que nos ayudará a tener una gran relación social con nuestros iguales.