Revista Cultura y Ocio

El mundo en los próximos cinco minutos

Publicado el 09 julio 2013 por Ventura

Querido Ricardo:

Ya que me regalas tu relato sobre el futuro, creo que estoy en mi derecho de hacerte algún reproche:

En primer lugar, creo que no deberías hablar en pasado de nuestro tiempo, porque aunque el lenguaje no pueda decir la realidad sí puede decir la verdad. Nuestro tiempo de espera no está vacío, pero también nuestro tiempo de espera es ahora.

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(Pinchar sobre las imágenes)

En segundo lugar, quiero que me prometas que ese mar al que nos enfrentamos es éste:

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El lenguaje no puede decir la realidad, pero sí puede decir la verdad. El lenguaje es algo como Europa. Quiero decir la idea de Europa. Digo: quiero decir: el lenguaje no refiere la realidad del mito, pero puede referir la verdad del mito.

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Europa, por ejemplo, a la que haríamos un favor demasiado grande si llamáramos mito, está referida, es verdad aunque su realidad sea imposible. Por eso su hundimiento se representa en el Costa Concordia, sólo porque construida su verdad de mito, su final puede ser también mítico. ¿Por qué sigue sobresaliendo una imagen si las imágenes ya no sobresalen? Porque el frame, al contrario que el fotograma (que tiene una estructura de imágenes separadas por franjas de oscuridad) se construye a partir de una memoria.

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También tengo algo cojonudo que decirte: lo que me has enseñado es increíble, Ricardo, de ti he aprendido que a partir de ahora no quiero que se me lea nunca en términos de melancolía, quiero que se me lea en términos de potencia. Pero eso fantástico no sólo en términos de alegría, sino como a ti te gusta, en términos filosóficos. Todo está por hacer con el lenguaje, los lenguajes antiguos son errores, experimentos. Lo seguirán siendo, probablemente para siempre, pero al menos nosotros nos hemos librado de la política y ya sabes que hablamos mucho mejor que los que hablaban hace cincuenta años. Ellos caminaban por detrás del mundo, persiguiendo la verdad. Nuestro tiempo de espera, que ha parecido preocuparte, es un tiempo donde podemos decir muchas nuevas verdades. El conflicto de la verdad sólo se muestra en este tiempo, muerto el conflicto de la realidad. Porque nuestra verdad es un mito de la verdad de entonces.

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¿De qué hablo cuando hablo del mito? Verás: En una de las conferencias de la serie Mito y significado, Lévi-Strauss recoge una parábola arcaica del Canadá Occidental que relata cómo el viento del Sur, especialmente dañino para las tribus de pescadores que habitaban esa área, fue controlado en el tiempo mitológico. Según el relato, en aquella época los animales y los hombres aparecían fundidos en un solo ser, definiendo la ambigüedad necesaria para el mito que en la Europa Clásica se traducía en la doble condición del Héroe (una fuerza mayor que la del resto de los hombres al tiempo que una melancolía que casi lo convertía en ser maldito). Los animales-hombre de Canadá se unieron para apresar al viento del Sur que hacía imposible la pesca durante todo el año y le hicieron prometer que sólo soplaría en determinadas épocas. Sorprendentemente, el animal que consiguió capturarlo era una raya, la única capaz de oponerse a la otra doble condición inmaterial-firme del viento. Preguntándose por qué esta extraña elección de un pez poco común para capturar al viento, Lévi-Strauss obtiene una hermosa conclusión: la raya como el viento, en su fisionomía, está sometida a una dualidad: parece muy grande vista desde arriba, pero extremadamente delgada vista de perfil, lo que le permitiría atrapar al viento una vez alcanzado, pero también moverse a través de él con soltura durante la captura. La razón de su elección sería entonces –utilizando el lenguaje de la cibernética- que es capaz de responder en términos de “sí” y “no” a la resolución de un problema.

Desde el punto de vista de la dialéctica formal, el positivo y el negativo son partes del mismo conjunto superficial. La raya compone una estructura capaz de responder al tiempo a la viscosidad y a la firmeza necesarias para su empresa. Pero ambas condiciones hablan del mismo animal. En esta doble imagen se exponen siempre al tiempo la pregunta y la respuesta de su geometría, y sus visiones parciales no pueden explicar por qué fue capaz de capturar al viento. Ninguno de los otros animales que formaban la expedición fue capaz de lograrlo, porque su fisionomía fallaba en alguno de los dos aspectos.

La importancia de Le mépris en 1963 fue confrontar (en un tiempo que ya contenía la destrucción del mito político) el relato clásico (desplazamiento como búsqueda de la verdad) y el relato moderno (saturación de la ciencia, del referente que contiene en sí mismo la verdad) para demostrar que los dos se habían vuelto imposibles. Actuaba como la raya sobre el viento, pero qué iba a conquistar que no fuera la verdad. Era un momento histórico que preludiaba la posmodernidad, la vinculación directa y no jerarquizada de todas las formas de relato ante la desacralización del mito. La aestética. Entonces nuestro relato, el relato por derecho de este tiempo, quizás sea el de Spring Breakers: donde la linealidad del viaje clásico es violada por la explosión del referente, nace el loop, nace el remix, nace la confusión del significado, nace la baja resolución, expresiones de una dialéctica sin política, sin estética, pero no por eso menos incapaces de conformar un mito. Un relato de positivos y negativos superpuestos una y otra vez. Una captura constante del viento del Sur. Una nueva forma de relato donde la realidad ya no tiene lugar.

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Sabes, ayer mismo y sin darme cuenta dije algo que me hizo darme cuenta de por qué nuestra forma de entender el cine es tan superior a la de cualquier canon o estudio objetivo. Cuando David Tejero me contaba que todavía necesita de la expresión de la melancolía como un yonqui, le decía: cuando una película te ponga melancólico, róbale unos cuantos frames y móntalos para que cuenten algo distinto. Mitifica cada instante del presente, habría dicho, y luego vuélvelo a hacer. Las imágenes antes no tenían memoria, eran celuloide y nos dejaban a nosotros la maldición de ordenarlas. Ahora que tienen memoria en sí mismas, que han desplazado el mito a su misma existencia, somos libres de estarlas releyendo.

Vicente Rodrigo Carmena.


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