Título: El mundo entero pasa por Marsella.Autora: Ángela Martín del BurgoEditorial: Cuadernos del Laberinto, 2015Páginas: 316.Resumen oficial.
En Marsella —la puerta del mundo o el umbral de los pueblos, en palabras de Joseph Roth, o una de las reinas del viejo Mediterráneo, llena de vicío y de sabiduría, en expresión de Pío Baroja —, André Dreujou, joven pickpocket y lector infatigable, se enfrentará a la aventura de los caminos de la libertad, de la encrucijada entre el Bien y el Mal, del amor y de los celos, de la existencia trágica y de la muerte.
André, tras la separación de sus padres y la pérdida de trabajo de la madre, abandonará las aulas de un liceo de Marsella para sobrevivir en un principio a base de pequeños robos. Arrastrado por las circunstancias, se verá envuelto en una cadena de crímenes; soportará la amargura de la culpa; y se sentirá tan atormentado por la violencia que causa como sus propias víctimas.
La investigación policial correrá cargo del inspector Adrien Labachaise, jefe de la Brigada Criminal de Marsella, quien será el responsable de esclarecer lo sucedido.
André no querrá alejarse en ningún momento del centro de Marsella, ciudad por la que muestra una verdadera adoración, pues El mundo entero pasa por Marsella es también una novela de amor y de pasión por la belleza.
Por lo demás, André Dreujou, lector de Dostoievski, de Baroja, de Barrington, y admirador de Pickpocket de Bresson, tendrá algo de los héroes de novela a los que admira.
Impresión personal.
Puerto Viejo de Marsella
La verdad es que no tengo nada claro que haya leído una novela negra. Si es cierto que contamos con un "asesino", un inspector que investiga y un escenario, Marsella, que nos sitúa ante una trama de estas características. Pero lo cierto es que El mundo entero pasa por Marsella es mucho más que una novela negra o policíaca. Es una novela llena de reflexiones filosóficas sobre las circunstancias de la vida que te pueden empujar a colocarte, muchas veces, en situaciones no deseadas, incluso, ilegales; es una novela también sobre la soledad en que muchos jóvenes pueden encontrarse por vivir en familias desestructuradas o con determinados problemas; también nos habla del miedo, de ese miedo consciente que a veces sentimos por haber hecho algo que sabemos que no es lo correcto. Un reconocimiento del mal que podría ayudar al protagonista a salvarse si sus condiciones cambian.La novela tiene dos protagonistas impresionantes: el joven André Drejou y la ciudad de Marsella. Es cierto que tenemos un inspector de la Brigada Criminal, Labachaise, que investiga y busca al joven de La Canebière, pero a mi su papel me ha resultado tardío porque aparece a partir de la mitad de la novela y su vida y problemas (conyugales, claro) no dejan de ser los de tantos inspectores, comisarios de tantas novelas negras. Incluso, la Brigada Criminal me ha resultado excesivamente torpe para ser un cuerpo especializado que busca a un joven de apenas dieciséis años, atolondrado cuando comete los delitos, descuidado porque va dejando huellas y rastro por todos lados y que, además no se esconde.
Castillo de If
Por eso creo que el gran protagonista es André Drejou, el llamado Joven de La Canebière. André es un adolescente que vive con su madre, ambos recogidos por una tía y su familia tras el abandono de un padre alcohólico y maltratador. Ante esta situación de falta absoluta de medios para vivir con independencia con su madre, el joven se ve abocado, como en una sucesión en cadena y de forma casi inevitable, a dejar, primero, el Liceo y a cometer pequeños hurtos y robos (móviles, carteras, relojes, etc.) en la avenida principal de Marsella, La Canebière. A lo largo de la historia que nos va desgranando hábilmente la autora, iremos acompañando a André en su evolución delictiva hasta que comete varios asesinatos que le van marcando psicológicamente y que retornan a su mente cuando menos se lo espera. También veremos, unido al sentimiento de culpa, como va evolucionando hacia momentos de cólera contra todo lo que le rodea, contra el mundo que le deja "solo ante todos", abandonado, sin dejarle muchas más opciones que delinquir para sobrevivir. En el fondo no es más que un niño que cuando llega al límite sólo sabe decir ¡mamá! en su búsqueda de protección.Es un asesino o un ladrón, sí, pero a mi me ha conmovido este joven porque André es sólo un adolescente abandonado y perdido que poco a poco se ve abocado a un destino que él no ha elegido. Un adolescente además que puede estar toda la noche leyendo a Pío Baroja o Dostoievski porque era un buen estudiante.
La Canebière
La otra gran protagonista es Marsella, "la puerta del mundo" y el puerto francés más importante. André y la ciudad son uno, hasta el punto de que incluso, a pesar de saber que lo pueden apresar, él no renuncia a seguir en Marsella y además en sus calles más céntricas.De la mano de Ángela Martín he podido transitar por La Canebière, el Puerto Viejo, las callejuelas que rodean todo ese entramado urbano pero, sobre todo, André, que siente y ama esa ciudad, te hace sentirla a ti. No se describen grandes monumentos, ni rincones turísticos. No es eso. André es, sobre todo, un ciudadano en sentido puro, un joven que siente su ciudad como parte de él mismo y la ama de tal modo que no nos hace una visita turística ni histórica, sino una visita apasionada y pasional de sus rincones y lugares que a él le inspiran ese amor por Marsella.
En definitiva, El mundo entero pasa por Marsella, con independencia de la trama negra-policíaca de "policía investiga y apresa delincuente", a mi me ha parecido más una novela sobre la soledad y sobre todo ese cúmulo de circunstancias que, a veces, nos pasan y que acaban determinando nuestro modo de actuar.
¿La recomiendo? Pues depende de cada lector. No es una novela negra trepidante y adictiva que te quita el aliento. Es una novela negra pausada, llena de filosofía que a mi me ha gustado especialmente por el personaje tan bien perfilado y por la ciudad en que se desarrolla. Ambas cuestiones me ha parecido una "maridaje" perfecto y muy inteligentemente hilado.