Es de todos conocido que, de un tiempo a esta parte, un país que responde al nombre de España se ha convertido en un auténtico circo donde caben todo tipo de depredadores y buitres, de camaleones y parásitos, de payasos y malabaristas. Nuestro territorio se ha transformado en una selva donde el que no se aprovecha del cargo o del engaño para beneficio propio… es que es un poco tonto o muy inocente. La corrupción parece haberse instalado en muchos de los estratos sociales y profesionales, y ser honrado se ve como una rara avis en vías de extinción. Ese circo está ahora cómicamente retratado por Alfonso Sánchez en su película “El mundo es nuestro”, ya desde los prolegómenos en que unos y otros se retratan en su pobreza y mezquindad moral.
Comienza la cinta siguiendo a una moto en que el Cabeza y el Culebra -raterillos de poca monta- traman el asalto a una entidad bancaria… para después fugarse a Brasil, siguiendo los pasos de su idolatrado El Dioni. Ellos no entienden de planes sofisticados ni de razones morales que les disuadan del robo. Sólo saben que a su alrededor todos lo hacen -y cuanto más alto, más roban-, que no hay trabajo y quien no explota es explotado… y eso justifica su obrar. La siguiente secuencia nos presenta a un empresario lleno de prejuicios racistas y demás… pero sin ningún tipo de escrúpulo a la hora de comprar a un también corrupto director de sucursal bancaria. En la tercera estampa, el interventor del banco trata de engatusar y confundir a una pareja de novios que quiere hipotecar su vida al comprar un piso en el centro de Sevilla. Ya están sobre la escena todos chupasangres del país, en un equipo en que empresarios, políticos y gentes de la banca forman un entramado sustentado sobre la complicidad y la amoralidad.
Es un tejido tan tupido que parecería indestructible… a no ser que alguien lo haga estallar por los aires con una bomba de humanidad. Y ahí es donde entra en juego ese par de macarrillas penitentes -el disfraz no les viene nada mal, por lo que se verá en la historia-, dispuestos a poner su granito de arena en ayuda de aquel empresario desesperado… otra víctima más del sistema. En la sucursal hay un chino guasón y práctico, una limpiadora abnegada, una trabajadora infeliz, un desempleado que da lástima, una periodista -siempre habrá alguien del ramo que nos resuelva la vida-, aparte del mencionado interventor gay y de la explosiva pareja de novios. Cada cual tiene su pequeña historia, su obsesión… y sus restos de orgullo y buenos sentimientos. Ellos son, junto a los que se reunirán en manifestación de apoyo a las afueras del banco, la España más popular, la de buen corazón y siempre dispuesta a ir todos a una como Fuenteovejuna. Pero la suya es una reacción emocional y poco profunda… porque en realidad cada cual busca sólo aquietar su necesidad y orgullo herido, con comportamientos no del todo ejemplares.
El acierto de Alfonso Sánchez es retratar con sentido del humor una España circense muy pegada a la calle, con tipos estereotipados pero que responden con coherencia a su propio universo moral, capaces de comportamientos censurables y también de los más altos ideales de solidaridad. Durante hora y media asistimos a la vida en directo, a un reality show en que el circo de inmoralidad se airea por el poder de la televisión. La película avanza a buen ritmo y todas las interpretaciones tienen la frescura y casticismo que necesitan unos personajes entrañables y otros odiosos. Abundantes e ingeniosos gags para una cinta entretenida y construida desde el desparpajo, adecuada para estos tiempos de crisis económica y también moral… donde la arena político-empresarial se ha convertido en un surrealista circo en que diversos especímenes campan a sus anchas.
En las imágenes: Fotogramas de “El mundo es nuestro”, película distribuida en España por Festival Films © 2012 MundoFicción Producciones. Todos los derechos reservados.
publicado el 03 septiembre a las 12:46
De lo mejor que se puede ver en estos tiempos en la cartelera nacional. La primera vez en mi vida que me hago fan de algo.