Amnistía Internacional encendió su primera vela en 1961, y su llama todavía no se ha extinguido porque siguen siendo muchos los que todavía viven sin libertad.
Esa vela que prendió hace 50 años el abogado británico Peter Benenson continúa ardiendo por todos aquellos presos de conciencia encarcelados por expresar públicamente su opinión y por aquellos que fueron torturados, secuestrados o desaparecieron un día sin más.
Inspirado en el pensamiento del filósofo francés Voltaire ("Detesto tus opiniones, pero estoy dispuesto a morir por defender tu derecho a expresarlas") y tras conocer que dos estudiantes portugueses habían sido encarcelados por brindar por la libertad en el régimen dictatorial de Salazar, Benenson decidió que había llegado el momento de pasar a la acción.
Así, publicó un artículo en la edición del diario británico 'The Observer' titulado 'Los presos olvidados', en el que hacía un llamamiento por la amnistía, con la intención de presionar a los gobiernos y conseguir que liberaran a los hombres y mujeres encarcelados por sus creencias políticas o religiosas.
Su llamamiento no sólo no pasó inadvertido sino que tuvo un gran recibimiento en todo el mundo. Amnistía Internacional comenzaba a dar sus primeros pasos.
Se cumplen 50 años de aquel primer grito contra la opresión y la tiranía que lanzó Benenson, pero todavía hay muchos lugares en el mundo en el que la libertad continúa amordazada.
La organización, que fue galardonada en 1977 con el Premio Nobel de la Paz, está presente en la actualidad en más de 150 países y cuenta con más de tres millones de miembros y simpatizantes, gracias a los cuales se autofinancia, ya que ha renunciado a las subvenciones de gobiernos nacionales y a las donaciones de partidos políticos para mantener su independencia. Y pese a que en sus 50 años de historia la exigencia de libertad, justicia y dignidad ha dejado de ser algo marginal para convertirse en un asunto global, Amnistía es consciente de que los retos y desafíos aún son enormes. Por eso, piden ayuda para conseguir llevar luz aquellos lugares y personas que viven sin esperanza.
La lucha contra las violaciones de derechos humanos en el mundo ha avanzado mucho desde 1961, pero todavía hay millones de personas que no pueden expresar sus opiniones sin temor a represalias que pueden incluso costarles la vida o que sufren torturas y malos tratos por decir en voz alta lo que piensan o que viven en la más absoluta de las miserias, víctimas de la exclusión, o que esperan en un corredor de la muerte el día fijado para su ejecución.Son también millones las mujeres y niñas que son víctimas de la violencia por el simple hecho de serlo o que ven como no se respetan sus derechos sexuales y reproductivos.
Y millones los que tienen que salir de sus países huyendo de guerras fratricidas o que buscan un futuro mejor más allá de sus fronteras que muchas veces termina en pesadilla o en un camino de ida y vuelta, a merced de la pobreza, la violencia o las violaciones de derechos humanos de los que trataban de huir.
Acabar con la pena de muerte, con la impunidad y llevar ante la Justicia Internacional a los autores de crímenes de lesa humanidad son otros de los desafíos que se ha marcado la organización, convencida de que "el mundo puede cambiar, pero no va a cambiar solo".