Revista Cultura y Ocio

El Museo del Prado, muy lejos de la excelencia

Publicado el 23 diciembre 2009 por Elhombredelpiruli
El Museo del Prado, muy lejos de la excelenciaEl Museo del Prado ha realizado en los últimos años un gran esfuerzo de modernización para estar a la altura de las grandes pinacotecas europeas. Para ello ha acometido importantes obras para la ampliación de infraestructuras. El ejemplo más palpable es el denominado cubo de Moneo, esa construcción situada a espaldas del edificio tradicional que incluye en su interior el claustro del monasterio de los Jerónimos.

Pero no solo han sido obras. También ha hecho un esfuerzo por acercarse a los ciudadanos ofreciéndoles nuevas alternativas para que puedan disfrutar de los tesoros pictóricos. Desde la renovación de su página web, que ahora es muy notable, o la instalación deexposiciones temporales que han obtenido gran éxito, como las de Tiziano, Tintoretto o Sorolla, hasta otro tipo de alternativas, como la apertura por las tardes.

La última e interesante idea ha sido la de organizar visitas nocturnas guiadas para esta Navidad. Por diez euros, el museo ofrece la posibilidad de visitar la exposición dedicada a Juan Bautista Maíno (1581-1649) en grupos reducidos acompañados por un guía que explica la figura de este desconocido pintor español, contemporáneo de Velázquez y Zurbarán.

Las visitas se llevaban a cabo entre las 20.30 y las 22.30 horas y permiten además, contemplar también, ya sin guía, la exposición Holandeses en el Prado, en la que se incluye lo que ellos llaman la obra invitada, que es el cuadro de Frans Hals y Pieter Codde La compañía del capitán Reijnier Reael y el teniente Cornelis Michielsz Blaeuw. (1633-37), traído del Rijksmuseum de Amsterdam.

El Museo del Prado, muy lejos de la excelencia

Además, después puedes vagar libremente por estas salas y contemplar por dentro el cubo de Moneo y disfrutar de la contemplación del Claustro de los Jerónimos, una vez restaurado, y la pequeña colección de escultura que alberga.

Gran política de divulgación y de aproximación al público que, sin embargo, se agrieta por la parte más importante: la del trato personal.

Acudí anoche a la sesión nocturna del Museo del Prado para contemplar estas dos exposiciones y pasar un par de horas agradables antes de cenar. La noche era lluviosa y afortunadamente llegamos muy puntuales. A las 20.27 horas estábamos ante las imponentes puertas de madera de Cristina Iglesias que dan acceso al claustro… y que estaban cerradas a cal y canto. Los otros visitantes aguardaban impertérritos bajo sus paraguas, calándose. Una señorita funcionaria del museo aguardaba junto a ellos protegida por un anorak con capucha. Empecé a inquietarme porque no me pareció ni medianamente razonable que nos tuvieran bajo el aguacero. Afortunadamente abrieron sin demora. Las gigantescas puertas comenzaron a abrirse lentamente como si de la cueva de Ali Babá se tratara.

El Museo del Prado, muy lejos de la excelencia

Íbamos a entrar al pequeño espacio cubierto que queda entre esta entrada y las segundas puertas, más funcionales, de cristal, cuando salió un guardia jurado y se situó justo a un centímetro de donde caía el agua. Un poco más y se hubiera mojado el flequillo. Allí comenzó a pedir las entradas. El no se mojaba, pero nosotros sí. Algunos le dijimos que revisara las entradas cuatro pasos más atrás para que la fila pudiera estar al resguardo de la lluvia. Pero como el que oye llover. Se ve que algunos guardias jurados consideran que todo ciudadano es un presunto delincuente que debe ser tratado con dureza.

Una vez dentro me quejé a la primera persona que encontré allí, una mujer con aspecto de funcionaria. Me sonrió y se encogió de hombros. Luego resultó ser la guía. Nadie hizo nada.

Ya entré de mal talante. Es la primera vez, por cierto que veo a un guardia jurado haciendo funciones de taquillero en museo. ¿Es que el Prado no tienesuficientes empleados?

El paseo relajado entre las obras de Maíno, la gran competencia de la guía y el ambiente de paz que se respira en todo museo (más en este caso, sin aglomeraciones) me devolvió la tranquilidad dentro de mis zapatos mojados.

Pero mediada la visita, el grupo que venía detrás nos alcanzó. No sé si porque el guía que llevaban, un chico joven, tenía mucha prisa por acabar o es que su discurso era más limitado que el de la nuestra. Comenzaron a solaparse las explicaciones de uno, a dificultar la audición y a resultar incómoda la visita. Pero el colmo de la desfachatez fue cuando una ujier le dijo a nuestra guía que se diera más prisa. Jamás había visto nada semejante. Nuestra guía aceleró y al final nos pidió disculpas por tantas prisas, aunque la calidad de sus explicaciones no bajó un ápice.

Señores responsables del Museo del Prado, de nada sirve invertir dinero, hacer exposiciones y volcarse en programas divulgativos de la institución si luego falla lo fundamental: el trato humano, la educación, la cortesía y el mimo al cliente, que además se ha gastado su dinero. Están ustedes todavía muy lejos de conseguir para el Museo del Prado aquello que con tanto acierto Ruiz-Gallardón definió hace años como EXCELENCIA. Porque de nada sirve laexcelencia empresarial si no va acompañada de la excelencia en el trato y el respeto hacia aquellos que hacen posible el éxito de su gestión y que además les pagan sus salarios a través de los impuestos: los ciudadanos.


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