Revista Arte

El naturalismo barroco menos realista, el más humano, cercano, entrañable y emotivo.

Por Artepoesia
El naturalismo barroco menos realista, el más humano, cercano, entrañable y emotivo.
Durante la extraordinaria etapa artística que vivió España en la primera mitad del siglo XVII -aquel siglo de oro tan poco comprendido-, la pintura española floreció con algunos grandes creadores que hicieron del Barroco la más sugerente de las tendencias que una forma de comunicar belleza tuviese en el mundo. Velázquez, sin duda, fue su mayor paradigma artístico, pero no fue el único creador que brillaría en el firmamento pictórico barroco de aquel tiempo glorioso. Aunque, sin embargo, la sombra de este gran genio fue tan ancha, tan larga y potente que todos los demás quedaron apenas en un apunte marginal en los grandes libros de historia. José Leonardo de Chavacier nacería en la población aragonesa de Calatayud en el año 1601, pero muy niño marcharía a Madrid, huérfano, para terminar viviendo y aprendiendo con un gran maestro de pintores madrileño, Pedro de las Cuevas. Pero fue el patronazgo real, el hecho de que la tan artística corona española de Felipe IV amase tanto el Arte, lo que llevaría a este pintor, como a otros desconocidos, a poder al menos iluminar con sus obras la historia y el orbe creativo tan luminoso de aquellos genuinos años del Barroco. Pero, sobre todo, lo que deseo es reconocer ahora la grandeza tan maravillosa que consiguiese tener este pintor español una vez cuando le encargasen componer, en el año 1635, la gesta heroica de la Toma de la ciudad de Breisach el 20 de octubre de 1633 (realmente el socorro o ayuda de Breisach) por los tercios españoles al mando del general Gómez Suárez de Figueroa (1587-1634).
Breisach era una ciudad europea estratégicamente situada a comienzos del siglo XVII. Para España se situaba a mitad de camino entre Italia y sus dominios flamencos en los Países Bajos; entre Alsacia-Renania, en Alemania, y la parte borgoñona francesa (el franco condado español). La ciudad había estado bajo dominio español durante los primeros años del siglo XVII, pero fue sitiada por el gobernador sueco de Alsacia, Otto Louis, durante el año 1633 en la Guerra de los Treinta años (1618-1648). El imperio sueco protestante fue muy belicista en esa guerra europea de los treinta años, y lucharía contra los católicos españoles en ese largo y duro frente europeo por el dominio de algunas importantes ciudades germanas del Rin. Breisach era una de ellas. Durante el año 1633, el general sueco Otto Louis la hostigaría hasta la extenuación de sus habitantes. Pero fue entonces cuando el duque de Feria, Suárez de Figueroa, la liberase del acoso feroz de las fuerzas suecas a finales del mes de octubre de ese año. Pero, no duraría mucho tiempo el dominio español luego de Breisach. Cinco años después, en 1638, el príncipe alemán Bernardo de Sajonia-Weimar tomaría definitivamente la ciudad alsaciana con el decidido apoyo francés. A la muerte de este príncipe alemán, la ciudad sería anexionada finalmente por Francia. Pero, lo que deseo transmitir ahora aquí no es una historia bélica europea, sino la belleza más emotiva del Arte barroco español de aquellos años.
Otros pintores españoles del barroco de esos años gloriosos en el Arte también pintaron o glosaron las heroicas gestas de este general triunfante español. El pintor español de origen florentino Vicente Carducho (1578-1638) fue uno de ellos, pintaría a Gómez Suárez también en su obra del año 1634 sobre la liberación de la ciudad suiza de Rheinfelden, producida durante septiembre de aquel exitoso año de 1633, mes y medio antes de la toma de Breisach, y compuesta un año antes de pintar ésta Leonardo. Pero, no es la misma semblanza, ni la misma sugerente composición tan emotiva que hiciera José Leonardo en su toma o socorro de Breisach que la gesta parecida que hiciera el pintor Carducho del mismo general español y sus hombres en la liberación de la ciudad de Rheinfendel. Y no es solo porque sean dos momentos diferentes, no es porque durase más uno que otro asedio, o fuese uno u otro más difícil o más estratégico, tampoco porque hubiese más o menos luz...; no, la sutil diferencia de las dos obras está ahora, lógicamente, en la grandísima diferencia de recrear instantes emotivos de sus personajes en dos semejantes y tan diferentes pintores barrocos. Además de la gran originalidad que José Leonardo demostrase en esta obra de Arte. Porque la geometría plástica de esta obra de Arte está ahora ahí diseñada para gozar mirando, no para recordar agradecido heroicas y grandiosas batallas triunfantes (que también...). 
Es el momento a elegir por el creador lo importante, es el instante único que fijará el pintor lo que hace ahora que una imagen sea emotiva o no lo sea, a la vez que muy distinta una de otra semejante obra de Arte. Ese es el secreto. Pero, esto no es nada fácil. ¿Cuántos posibles momentos podríamos fijar en un lienzo de una escena determinada? En matemáticas probabilísticas podríamos entrar para llegar a componer una cifra enorme de posibles momentos... Pero, es solo ahora uno, uno solo el instante que ahora hay que elegir para hacer, con él, una sutil, hermosa y emotiva obra de Arte concreta. Ese fue el instante elegido por José Leonardo en el año 1635 para expresar el momento que el general español Suárez de Figueroa, el más insigne general de aquellos años ilustres junto al gran Ambrosio de Spínola, retratado por Velázquez en su famoso Cuadro de las Lanzas, tuviese aquella mañana del 20 de octubre de 1633 en las cercanías de la ciudad alsaciana de Breisach. Con la maestría barroca del primer plano ladeado, propio de la escuela española (todos pintarán en un lado del lienzo al principal personaje), subido ahora en su caballo triunfante (en posición de corveta, elevado sobre sus cuartos traseros) y dirigido hacia la ciudad asediada que, a lo lejos, se vislumbra apenas en grisalla (con los perfiles grises decoloridos propio de la lejanía).
Pero, además, la figura cabalgada del general girará ahora hacia atrás, su cabeza especialmente aquí lo hace, en un forzado gesto no demasiado favorecedor en el Arte. Pero, sin embargo, el pintor español José Leonardo lo consigue genialmente aquí. ¿Por qué hacia atrás? Es un acto de gallardía o de consideración hacia el observador que hace el insigne general español (lo hace el pintor realmente y lo representa aquí el protagonista); en este caso, incluso hacia la posible visión de la obra por el rey. Pero, también, y este es el gran emotivo gesto humano aquí del Arte barroco de Leonardo, hacia sus hombres, hacia sus propios oficiales que ahora le acompañan, unos personajes incruentos aún aquí, serenos, convencidos personajes anónimos, pero absolutamente decididos. Unos seres humanos ahora que, junto a su general, estarán ellos unidos aquí por un sentido que va más allá de lo meramente belicista, un poderoso sentido de vida personal y compromiso, un poderoso y mágico destino vital ahora de lealtad personal, de colaboración, de cercanía, de confianza, de conmiseración o de entrega emotiva que el Arte barroco español supo destacar, bellamente, una vez más por entonces.
(Óleo barroco del pintor español José Leonardo de Chavacier, Socorro de Brisach (Toma de Breisach), del año 1635, Museo Nacional del Prado, Madrid.)

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