Para que dicho ahorro se produzca deben darse dos circunstancias. Una es que los productos naturales deberían ser más económicos que los medicamentos que se están recetando en estos momentos. Y en segundo lugar que los productos naturales que vayan a recetarse sean igual o más efectivos que los medicamentos originales, si esto no es así, entonces lo único que tendremos es que la gente no consigue curarse y volveremos a aumentar el gasto ya que tendremos más gente enferma de forma reincidente. Obviamente esta última consideración no sólo tiene implicaciones económicas sino que también las tiene éticas. Lo miremos por donde lo miremos recetar productos naturales o artificiales que no son efectivos y no curan no tiene justificación ética posible.
Nadie se llevará una sorpresa si digo que estoy a favor de la medicina basada en evidencias, postura que entre otros defiende The Cochrane Collaboration, en su web podemos encontrar qué es esto de la medicina basada en la evidencia:
La Medicina Basada en la Evidencia es el empleo consciente, explícito y juicioso de la mejor evidencia actual en la toma de decisiones sobre el cuidado sanitario de los pacientes. La práctica de la Medicina Basada en la Evidencia significa integrar la competencia clínica individual con la mejor evidencia clínica externa disponible a partir de la investigación sistemática.
Espero que los productos naturales que se vayan a recetar hayan demostrado su eficiencia en investigaciones científicas sistemáticas. De no ser así estaríamos ante un nuevo avance de lo irracional y lo pseudocientífico en la sociedad con consecuencias nada agradables. Pedir pruebas y que se demuestre científicamente el funcionamiento de los medicamentos, no es un defecto sino una virtud. Personalmente me da igual que lo que me receten es natural a más no poder o la sustancia más artificial que me pueda imaginar, lo que quiero es que sea efectiva y me cure la dolencia que estoy padeciendo. Y para saber esto se necesitan realizar investigaciones científicas que demuestren lo efectivo o no de las sustancias a recetar. El “a mí me funciona” o “a mi tío Paco le fue bien” no son criterios científicos validos que demuestren la eficacia del tratamiento, es más, en realidad, lo único que demuestran es la credulidad de los que así hablan y de los que se lo creen. Lo que hace falta son pruebas científicas, lo demás son peligrosos cantos de sirena.