Revista Opinión

El naufragio perfecto

Publicado el 12 julio 2011 por Carmentxu

Ayer se produjo una tormenta perfecta en los mercados financieros, en las Bolsas, en la deuda, una más. Está habiendo tantas tormentas perfectas, tan seguidas, cada semana, que cuando la última gota colme el vaso y haga estallar todo en mil pedazos va a ser imposible saber quién la derramó ni de dónde vino.

El naufragio perfecto
El lunes negro de ayer, financieramente hablando, no existió. Salgo al balcón y miro el paisaje, las pequeñas casas de ladrillo de estilo holandés que hay frente a mi bloque, una difusa franja azul a lo lejos, es el mar, que se difumina con un cielo grisáceo de nubes errantes sin viento que las dirija. Nada ha cambiado. Lo de ayer fue la imagen deformada que nos devuelve últimamente el espejo de la bruja, ése que durante años nos repitió que éramos los más guapos cuando preguntábamos, que nos encontrábamos, por nuestros fueros, en ese selecto club de los países ricos y, sobre todo, poderosos, porque de eso se trata. De poder, de influencia, de que cuando hables te escuchen y, al subir la palestra, los oyentes de la Eurocámara se apliquen convenientemente los cascos de traducción simultánea para escuchar lo que dices. Y ahí no entra quien quiere, sin quien puede. Poder.

El espejismo aquel se desdibuja día a día. Sus contornos se pierden, como los del mar, entre los amplios pasillos de Bruselas, tan poco dada a ensoñaciones oníricas. Los altos sueldos de que gozan sus señorías comunitarias y el ejército de funcionarios que forman su séquito actúan de dique de contención de las emociones y de la necesaria solidaridad. La orquesta es incapaz ahora de dejar de tocar su letanía mientras se hunde el trasatlántico, ni siquiera de salir en ayuda de la tercera clase que se ahoga en los pisos inferiores o desatar los botes salvavidas para huir ellos mismos del naufragio. Tocan su canción de memoria, aunque las notas de la partitura, ya mojada, también han empezado a desdibujarse.


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