Hace un mes aproximadamente se producía el ingreso de un niño de seis años diagnosticado con difteria en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Vall d’Hebrón de Barcelona. Ha sido el primer caso de difteria que se ha detectado en España en los últimos 28 años, el pequeño no había sido vacunado porque sus padres estaban influenciados por el movimiento antivacunas, y la fatalidad quiso que un portador asintomático de la bacteria (vacunado) contagiara al menor.
Durante las dos últimas semanas se ha tratado al niño con medicamentos antitoxina, los partes médicos indicaban que estaba estable a pesar de su gravedad, pero lamentablemente se ha producido un fatal desenlace, el niño de Olot infectado de difteria ha fallecido la madrugada del pasado viernes en el hospital. Este suceso debe servir, según ha explicado el Conseller de Salud de la Generalitat, para que se realice una reflexión colectiva sobre la importancia y la necesidad de que toda la población esté vacunada contra las enfermedades graves.
Como explicábamos, el pequeño recibía tratamiento con medicamentos antitoxina, la exotoxina proteica de la difteria afectó las funciones cardíacas, renales y respiratorias, por ello estaba conectado a un riñón artificial, a una unidad de respiración asistida y desde hacía varios días estaba conectado a un sistema de circulación extracorpórea, sistema que sustituye temporalmente la función del corazón manteniendo la circulación de la sangre y la presencia de oxígeno en el cuerpo.
El niño fue ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos el pasado 30 de mayo, cinco días antes ya había mostrado todos los síntomas de estar infectado por difteria, fiebre, dolor al comer, dolor de cabeza y un malestar general que provocó su ingreso en el Hospital de Olot. Tres días más tarde el Centro Nacional de Microbiología confirmaba los síntomas, se detectó la presencia de la bacteria Corynebacterium diphtheriae (bacilo de Klebs-Löffler) causante de la difteria.
Cuando se dio a conocer el caso a los medios de comunicación, se destacó que el niño no había recibido la vacuna voluntaria contra la difteria que se administra junto a otras inmunizaciones incluidas en el calendario sistemático, la vacuna se suministra en seis dosis de las que tres son de refuerzo, tres se administran en los primeros 6 meses, los refuerzos a los 15-18 meses, a los 4-6 años y la última a los 11-12 años. El pequeño recibió el tratamiento contra la toxina de la difteria, traído desde Rusia ya que ningún país europeo contaba con reservas de este fármaco.
Esto es un grave error, los países de la UE deben contar con tratamientos de reserva contra enfermedades de las que no se tiene constancia desde hace años, este caso es un claro ejemplo de que se deben cambiar los protocolos y se debe poder disponer de tratamientos de reserva contra cualquier enfermedad que en principio ha sido erradicada, y más sabiendo que miles de niños no han sido vacunados a causa de los movimientos antivacunas.
Ahora se habla de reflexión colectiva y de que la muerte de este niño sirva para concienciar sobre la necesidad de que la población sea vacunada, pero dado que los movimientos antivacunas siguen manteniendo su postura y convenciendo a padres para que no vacunen a sus hijos, quizá el Gobierno debería tomar cartas en el asunto y llevar a cabo una vacunación forzosa, recordemos lo ocurrido en Australia. El Gobierno de ese país anunció la pérdida de beneficios sociales y fiscales (pérdida de unos 10.500 euros) de los padres australianos que se negasen a vacunar a sus hijos. Quizá habría que ir más allá y legislar la obligación de vacunar.
Aquí explican que ahora se pretende llevar a cabo una reunión con los movimientos antivacunas para intentar convencerles de la eficacia de las vacunas, si no se logra el objetivo, se anuncia la apertura de un debate sobre la obligación de vacunar.
Foto | PAHO/WHO
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El niño de Olot infectado de difteria ha fallecido