El referéndum celebrado en Escocia otorga la victoria al “No” a la independencia.
“Y, el portazo, sonó como un signo de interrogación” rezan los versos de Joaquín Sabina en su canción “19 días y 500 noches”. Ese sonido del signo de interrogación es el que lleva días en los oídos de los europeos, resonando especialmente alto en España.
La incógnita de qué sucedería con el referéndum independentista en Escocia ha sido resuelta con la respuesta de las urnas. Los últimos escrutinios establecen un 56% de los votos al “No” y un 44% de votos al “Si”, otorgando una estrecha victoria (12 puntos porcentuales), aunque más amplia de la esperada (4 puntos), al “No” a la independencia.
Estableciendo este referéndum, con una participación del 86%, un nuevo récord que ha superado el máximo de participación de 1951 con un 81,2%.
Escrutinio del referéndum escocés. (Imagen vía “El País”)
El referéndum en Escocia, ha sido centro de las miradas de Europa, siendo fundamental en España, debido a que el independentismo catalán está a la orden del día en la agenda política de nuestro país.
Los casos de Escocia y Cataluña, no son absolutamente comparables, puesto que no son idénticos. Desde un punto de vista histórico la adhesión de Escocia y Cataluña a España y Reino Unido, respectivamente, no se realizaron por el mismo proceso. Mientras que Cataluña se incorpora a España tras la Guerra de Sucesión en 1714, Escocia se incorpora a Reino Unido en 1707 por la voluntad de su parlamento, decisión que supondrá revueltas que serán reprimidas con dureza.
Por supuesto, el tema de los nacionalismos e independentismos son cuestiones complejas, muy difíciles de analizar con la suficiente profundidad en un artículo. Por ello prefiero centrar la atención sobre lo curioso que resulta el mundo político y cómo estructuran sus discursos los distintos actores.
Referéndum en Escocia. (Fotografía vía “Público”)
Desde la perspectiva europea, el aspecto más llamativo es como Europa y sus mercados, han apoyado al sector unionista encabezado por David Cameron. Este apoyo refleja los tintes del miedo al separatismo y la inestabilidad. Lo peculiar es que el partido tory, al que representa, exhibe un marcado carácter euroescéptico. Euroescepticismo mucho menos presente en el ideario político escocés que tiende a un modelo de Estado del Bienestar similar al de los países escandinavos. Por lo que este apoyo manifiesta más veladamente el panorama de una Europa cortoplazista, carente de un sólido proyecto político común.
Por otra parte, desde la perspectiva Española, es singular la utilización del lenguaje político según las circunstancias. El Gobierno y sus simpatizantes no olvidaban recordarnos a todas horas que Cataluña no es Escocia, y que había que evitar comparaciones. Estos recordatorios han durado hasta que el escrutinio ha dado la mayoría al “No”, momento en el que nuestras autoridades han resoplado para comenzar a respirar tranquilas, cargando sus alegatos de las comparaciones que antes eran imposibles. Quizás algunos de nuestros políticos tengan “la frente muy alta” y “la lengua muy larga”, ya que si ex post facto se permiten comparaciones no hay más que atender a la declaraciones de Cameron:
“Dar voz al pueblo escocés era lo correcto” (David Cameron).
Esa voz del pueblo, a la que alude Cameron en ese testimonio, se ha silenciado en Cataluña. Estemos atentos ahora al tablero de ajedrez de la política, mientras resuena nuestro propio “signo de interrogación” con la independencia catalana.