La ignorancia nos iguala. Hoy todos nos sentíamos más felizmente iguales cuando reconocíamos que no sólo no habíamos leído nada de Mo Yan sino que desconocíamos también que existía. “El chino que ha ganado el Nobel utiliza un seudónimo, ¡por eso no me sonaba!”, leía en un divertido tweet de @MunozEncinas con el hastag #oidoenlaredaccion, minutos después de la concesión del premio. Mo Yan significa ”sin hablar” ó “no hables”, según quién sea el traductor. Tras la máscara del seudónimo está Guan Moye, un novelista de 57 años del que los críticos occidentales – como si siguieran una lista de grandes escritores por orden alfabético – han dicho: “es el Faulkner chino”, “es el García Márquez chino”, “es el Kafka chino”; no, “¡es el Kundera chino!”. La originalidad de Mo Yan se diluye entre espejos tan dispares.
Con la excepción de ‘Sorgo Rojo’, su novela más conocida – publicada por El Aleph -, la mayor parte de la obra de Mo Yan está editada en España por Kailas, una pequeña editorial para mi tan desconocida como el autor. Así que si hoy buscas un título del escritor en tu librería más cercana no lo tendrás fácil (y tampoco hay ediciones digitales en español). Por suerte existen las bibliotecas. No ha pasado una hora de la entrega del Nobel, así que en la ‘Miguel Hernández’ todavía tienen ‘Grandes pechos amplias caderas’. Es un novelón de 836 páginas en el que Mo Yan cuenta la desgraciada historia de la China del siglo XX a través de la vida de Shangguan Lu, una mujer que tendrá 8 hijas hasta dar a luz a su ansiado hijo. Confieso que mi primer encuentro ha sido decepcionante. Tras leer las primeras páginas creo que quizá las críticas de solapa tenían razón y Mo Yan es una mezcla de Faulkner, García Márquez, Kafka y Kundera. Todos a la vez. Demasiado para mí.
Mi desencuentro con Mo Yan me ha devuelto a mi prestigiosa ignorancia sobre el gigante que en breve será la primera economía del mundo. Sé que su compra de deuda es incluso más vital para Estados Unidos que para nosotros (ved este vídeo es muy divertido), que su economía crea paro ¡si no crece por encima del 7%!, que sus trabajadores llevan décadas muriendo en una novela de Dickens, trabajando como esclavos para que en Occidente juguemos a hacer la revolución a golpe de Twitter. Sé que ha logrado la cuadratura del círculo y que está a punto de sentarse en el trono del capitalismo mientras ondea la bandera del comunismo, que la represión de la plaza de Tiananmen de 1989 todavía sigue censurada en Internet, que construyen rascacielos prefabricados en horas, que casi toda mi ropa está fabricada allí, que ‘El tiempo entre costuras’ se ha traducido al mandarín… En fin, un pequeño mar de conocimiento de sólo tres centímetros de profundidad.
Para saber más me he propuesto tres lecturas para los próximos meses. La primera es ‘En busca de la China moderna’, un relato de la historia de China desde la caída de los Ming, en el siglo XVII, hasta el aplastamiento sangriento de la revuelta de Tiananmen, escrita por el prestigioso sinólogo británico Jonathan D. Spence. La segunda lectura es mucho más heterodoxa y polémica. En ‘Maonomics’, Loretta Napoleoni no sólo se propone explicar porqué la economía china es mejor que la nuestra sino ¡cómo puede reformar nuestra democracia! Mi última lectura es de una periodista española. ‘Hablan los chinos’, de Ana Fuentes, corresponsal de la Cadena Ser en China, tiene un objetivo más modesto, pero no más fácil: contarnos cómo es la China de hoy a través de conversaciones con ciudadanos chinos. Desde un disidente torturado por la policía hasta “un viejo maestro de kung-fu que ha dejado de entrenar por la contaminación”. Ninguno ganará el Nobel, pero su lectura reducirá nuestra ignorancia sobre el gigante.