Revista Cine

El nombre.

Publicado el 04 febrero 2013 por Francissco

nombres

-Algún día tenía que ser, Clarita, preciosa. Ya sabes. Si no acepto enrolarme me condenarán por deserción y debería huir de este país para siempre.

-Pero yo podría huir contigo, Marcus. Los dos juntos tenemos futuro. Fíjate que tú ni siquiera te llamas Marco, sino Marcus, latinizado. No puedo creer que no te sientas especial llamándote así ¿Qué te importan a tí las guerras y las patrias?

-El llamarme así no denota más que la presunción de mis padres, que les pusieron a sus hijos nombres que les marcarían  por el resto de sus vidas. Yo te amo con locura, pero no me siento con fuerzas para pasar el resto de mi vida escapándome.

-Vaya ¿Y qué me dices de cambiarte el nombre para poder hacerlo? ¿No te gustaría dejar atrás esa muestra de afectación paternal que me cuentas? Por fin, imagínate: otra vida, otro país, otro nombre, otro destino.

-Pero tengo -tenemos, creo yo- una responsabilidad para con las personas que conocemos. Para con los mayores que ya no tienen posibilidad de escaparse siquiera. Para con los niños y los enfermos que están completamente indefensos. Para con los padres que bautizan a sus hijos con nombres estúpidos incluso, fíjate. ¿Acaso no compartimos país e historia con ellos, Clari?

-Frena, frena. A ti te han llenado la cabeza recientemente con ideas que nunca han sido tuyas, Marcus Licinius. ¿El ir por la vida con ese doble nombre tan aparatoso te hace sentir obligado a demostrar más que otros, por casualidad? Pues óyeme: que te hagan creer que tienes obligación de sacrificarte por la patria es la peor cabronada que le pueden hacer a uno. Si ha sido así, entonces es que te han desposeído de tu identidad y te han metido en el rebaño. Ya no eres el Licinius del que yo me enamoré.

-Tampoco tú pareces ser la Petracus que yo pensaba. Jamás imaginé que Clara Petracus abandonaría ese idealismo colectivo que me fascinaba. Tenías una pasión por lo social y una energía de compromiso que me enamoró. Ya no reconozco a la Petracus desercionista que me habla en este momento.

-Alto ahí, insidioso. Los Petracus somos comprometidos pero no masoquistas. Esta guerra que se avecina no es más que la invasión de otro país, para que nuestras oligarquías puedan apoderarse de recursos que no les pertenecen. Para nada peligran niños, ancianos y enfermos, como decías con ese sentimentalismo tan propio de los Licinius.

Marcus miró con tristeza como Clara salía del bar al terminar la frase. Sacó su documento de identidad y lo miró con odio: Marcus Licinius, Licinius, Licinuuuuuuusssss, aaag…

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