Por Diego Martínez Gómez
El individuo ha luchado siempre para no ser absorbido por la tribu. Si lo intentas, a menudo estarás solo, y a veces asustado. Pero ningún precio es demasiado alto por el privilegio de ser uno mismo.Son tiempos difíciles para los disidentes. Discrepar de las masas se ha convertido en un verdadero acto de osadía bajo el riesgo de ser etiquetado y estigmatizado. La corrección política, la cobardía y el miedo a romper la baraja hacen que sean pocos los que se atreven a revelarse contra la doctrina impuesta.
Friedrich Wilhelm Nietzsche
España apesta a demagogia, a filosofías baratas y a discursos moralistas. Los medios de comunicación capitaneados por pijoprogres con gafas de pasta rezuman un sectarismo algodonado y atroz que criminaliza todo cuanto pueda sonar a heterodoxia.
Estos, bajo la sombra de una izquierda hipersensible y acomplejada, tratan de imponer sus dogmas a golpe de martillo y señalar a quienes no comulgan con sus ideas. Como consecuencia, una marea de idiotismo y uniformidad orienta y canaliza la opinión del rebaño.
Es aquí cuando el poder de la manada ejerce su influencia. La libertad de pensamiento es absorbida por la sumisión y el temor al estigma. El individuo evita llamar la atención, salirse del grupo. Evita cuestionarse lo establecido y acaba por aceptar los preceptos de la mayoría. Los puritanos, los pusilánimes y los eternos escandalizados vencen. La tiranía del número siempre vence.
La inquietud intelectual, la pluralidad de pensamiento y la huida del convencionalismo son sustituidas por los prejuicios y las etiquetas en una España todavía dividida en dos. En una España en que todo el mundo opina de todo sin tener idea de nada y se le pone un micrófono al primer idiota de turno.
Esa multitud uniforme y homogénea, la misma que asesinó a Sócrates, contempla con arrogancia a quienes no adulan a totalitarios disfrazados de progresistas ni a cretinos con máscara de intelectuales.
Que se arrastren las serpientes, que hasta que la virtud sea motivo de vergüenza y la mediocridad se convierta en imposición, volarán los halcones.