La historia la escriben los vencedores. Es el premio más importante por ganar una guerra. Desde el anuncio de la muerte de Osama Bin Laden, la historia contada, incluso el propio anuncio, han estado llenos de contradicciones, estudiadas o no (con la CIA nunca se sabe, pero no pueden ser tan inútiles), hasta el último capítulo con sus lagunas que oxidan esta extraña historia de golpes de efecto. Los últimos, esta foto de la Sala de Situación de la Casa Blanca, premeditada, carne envasada directa para su consumo en los mass media de tener éxito la operación. El grupo podría haber estado mirando cualquier otra cosa, o nada. Incluso la foto podría haber sido tomada después del ataque, ya con las cartas boca arriba, tras varias pruebas sin parpadeos, ni rascarse la nariz ni bostezar de cansancio tras las horas de tensión que debieron preceder al ataque y procurando intercalar el azul y el negro de los trajes y camisas para definir los perfiles de cada miembro del grupo. No hay que olvidar que Hollywood sabe mucho del uso del color. Otra cosa muy diferente es la imagen de Bin Laden viéndose a sí mismo y a su futuro ejecutor, Obama (en la imagen), una secuencia contrapuesta al más puro estilo Hollywood y que se acerca más las largas secuencias en un solo plano de silencios, gestos y miradas, austero en las formas, de Oriente Medio. El anciano protagonista de la imagen dibuja trazos de retrato costumbrista, ajeno al improvisado cámara, mientras zapea en rudimentarios equipos audiovisuales ajenos también a un eficiente servicio técnico. Si Bin Laden se observa y estudia en televisión también a sí mismo, en la Sala de Situación de la Casa Blanca, los observadores son también los protagonistas, conscientes de que están siendo fotografiados y que pasarán así a la historia, a su historia.
Nota para extraterrestres: los vencedores están a la derecha (este dato es recurrente), en una imagen retocada por Wired.