Con la reciente vuelta de la Real Sociedad a Primera y el presente éxito del Athletic de Bielsa, parece volver a emerger el histórico potencial del fútbol vasco, lejos aún de su tradicional triunfalismo en nuestro fútbol. Lejos queda, también, la pelea de estos por la Liga, a diferencia de lo que ocurría en los ochenta, el último período de esplendor de estos. Lejano, también, el grato sabor de boca del Alavés subcampeón de UEFA en los primeros pasos del tercer milenio.
Cierto es que la ley Bosman y la progresiva extranjerización de nuetro campeonato han polarizado al mismo y han acentuado las diferencias entre los equipos, siendo los norteños en general muy dados a practicar la endogamia deportiva, de los más perjudicados.
Lejos, muy lejos queda ya aquella España en blanco y negro donde muchísimos niños futboleros tenían al Athletic de Bilbao como segundo equipo. Aquellos chavales simpatizaban con el Athletic y lo hacían, en buena parte, pensando que aquella brava escuadra vizcaína solo permitía en su seno a jugadores españoles. Bendita inocencia aquella, la del pantalón corto y transistor.
Siguiendo la ruta norteña encontramos al Sporting ante el abismo de Segunda como único representante del fútbol astur. Clemente como capitán de un navío a la deriva y clavo ardiendo. Algo parecido le pasa al Racing de Santander. En la otra orilla del mapa futbolero asturiano y como es triste norma en los últimos años, un cisma interno en el Oviedo, deambulando en las categorías inferiores e inmerso en una espiral de dificultades económicas e institucionales de complicada solución.
No está mejor el fútbol gallego. Sus dos mayores representantes luchan por el ascenso a la élite nacional, su hábitat natural, mientras recuerdan con cierta morriña su habitual presencia entre los grandes o sus recientes equipazos: el SuperDepor o el EuroCelta.
Peor andan las cosas para el fútbol riojano y su insigne, aunque ahora defenestrado, Logroñés. También pintan bastos para el fútbol castellano, sin sitio para sus históricos hundidos -Burgos o Salamanca- o para su laureado -no en vano ganó la Copa de la Liga- Valladolid, que ansía el ascenso a Primera para paliar sus precariedades económicas.
El fútbol del norte, siempre rudo, de terrenos embarrados, de aficiones entregadas pese a las inclemencias y de nobles gestas, sigue a la espera de tiempos mejores mientras dignifican su glorioso pasado los dos grandes vascos, Racing, Sporting y Osasuna, ese pequeño milagro navarro ahora liderado por Mendilibar.
Por contra, el dinero y el buen hacer de los clubes madrileños, levantinos o andaluces, han situado a sus clubes en nuestra élite futbolística, convirtiéndose en mayoría. ¿Cambiarán las tornas? ¿Volverá el dominio norteño? Estos tiempos de crisis galopante les favorece, pues el para otros obligado paso a la cantera es para estos, generalmente, una bendición y la piedra angular de sus triunfos.