A los libros les sucede lo mismo que a los vinos con el paso del tiempo; unos se avinagran y se vuelven rancios, otros resisten y mejoran. Algo así sucede con la obra de Cesare Pavese. Podríamos prescindir de sus novelas y cuentos, pero siempre es oportuno volver a "El oficio de vivir" para encontrarnos con literatura, pensamiento y algo de política; desahogo existencial, impotencia y rabia; hombre y mujer; la vida, el deseo desordenado de autodestrucción y una constante tentación suicida.
Antes, el poder servía a las ideologías; ahora, las ideologías sirven al poder. En esta España actual de corrupciones, extorsiones y chantajes múltiples, el pensamiento político es sustituido por el marketing electoral. La política deja paso a la estulticia, al manierismo atolondrado de un presidente marmóreo, al esperpento de la autoproclamación de un vicepresidente con sus ministros o a la farsa de un simple acuerdo entre dos partidos presentado con el boato de los grandes solemnidades. Así las cosas, resulta aconsejable aplicar lo escrito por Pavese: No debieras nunca tomar en serio las cosas que no dependen solo de ti [...] Y las que depende solo de ti, ¿importa mucho que se las tome o no en serio? El partidismo se ha convertido en asidero para los poderosos, para quienes viven del poder y para quienes aspiran a tenerlo. Todo tiene sentido; nosotros somos la coartada.
No es un libro político aunque se pueda leer que el paciente en manos del médico es como la sociedad en manos del salvador, héroe o partido. ¿Nos encargáis reorganizar la sociedad -es decir, a vosotros mismos-y luego pretendéis seguir siendo libres? Se trata de un diario, un dietario de amor, reflexión e inmolación, un acopio de vida que termina en muerte. Ya el mismo título es significativo: la vida como un trabajo, como una carga, como un cautiverio.
Al publicarse después de su muerte, cabría preguntarse si el autor aceptaría las ediciones actuales o si la autocensura realizaría su labor. Ciertamente hay expresiones fuertes, obscenas en la misoginia y un machismo casi delictivo en algunas de sus anotaciones. : "Su tono de radical frustración erótica resulta ahora escandaloso. Le vuelve ferozmente misógino su protesta por no poder satisfacer a la mujer como y donde él cree que ella desea, una impotencia fisiológica que convierte en fracaso ontológico [...] supone que para los menos sutiles incluso merecerá la lacra de "machismo"". Sin embargo, observa que "la misoginia de Pavese no implica indiferencia, sino un odio que no es, a decir verdad, más que un amor apasionado, irritado y avergonzado por no poder expresarse, un amor que se venga puerilmente de su propia torpeza"
Hay suficientes anotaciones para ilustrar esta faceta: Una mujer que no sea estúpida, antes o después encuentra un hombre sano y lo reduce a escombros. Más explícito y detestable cuando escribe: Las putas trabajan a sueldo. ¿Pero qué mujer se entrega sin haberlo calculado? Visceral, impotente o despreciable cuando escribe: Las mujeres mienten, mienten siempre y a toda costa. Y no hay que asombrarse: tienen la mentira en los mismos genitales. ¿Quién sabrá nunca cuándo ha gozado una mujer? Hay mucha frustración, demasiada impotencia en este alarido de quien teniendo una adscripción antifascista, es encarcelado y desterrado por amor.
En todo caso, Pavese era muy consciente cuando escribía: Seamos sinceros. Si compareciese ante ti Cesare Pavese y hablase y procurase ser amigo tuyo, ¿estás seguro de que no te resultaría odioso? ¿Te fiarías de él?
Es lunes, escucho a Arnan Raz Quintent:
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