Lula no podía contener la emoción. Sus lágrimas son las de todo un continente.
Aunque pueda no parecerlo a simple vista, estamos ante un acontecimiento histórico. Esta tarde se ha elegido en Copenhague que la sede de los Juegos Olímpicos de 2016 será Rio de Janeiro, por delante de Madrid, Tokio y Chicago. Nos encontramos ante una decisión arriesgada y valiente, que acaba con un injusticia que ha durado más de un siglo y que abre muchas y excitantes expectativas en un futuro próximo. Os invito a compartir conmigo unas pequeñas reflexiones sobre el tema:
Primera reflexión: La designación de la sede de los JJ.OO. de 2016 se produce en un momento decisivo de la situación global. Con los países más poderosos (esos que llamamos primer mundo) sumidos en la peor crisis económica de los últimos tiempos, el testigo de la antorcha olímpica (que sabemos que significa mucho más que deporte) se traslada a Brasil, uno de esos países de economía emergente llamado a tener un papel protagonista dentro de no mucho tiempo. Resulta significativo que la candidatura ganadora no sea ni de lejos la mejor en cuanto a infraestructuras, seguridad o apoyo popular, pero deja entrever que la intención del COI no era premiar a la mejor candidatura, sino enmendar de una vez una marginación histórica al continente sudamericano. Los que pensaban que Rio no recibiría una sede olímpica sólo dos años después de organizar un Mundial de fútbol (Brasil acogerá el Mundial de 2014) se han encontrado con que ese argumento ha acabado jugando a favor de la ciudad brasileña. El COI ha considerado que si Brasil es capaz de organizar un Mundial, también podrá albergar unos juegos. Es decir, que le otorga la posibilidad de que, en sólo dos años, sea anfitrión de los dos eventos deportivos más importantes del mundo.
En 2014, y ya no digamos en 2016, Brasil será mucho más que un país emergente. Estamos hablando de una nación cuyo PIB crece un 8% cada año, y que si sigue en esta progresión dentro de un lustro podría estar por encima de muchos países europeos (a este paso quizá también de España). Por eso es tan importante que tengan la oportunidad de ponerse a la altura de los principales países albergando unos Juegos, y encabezando el despertar del gigante latinoamericano, tradicionalmente atado por los pequeños liliputienses que se aprovechan de su estado para ejercer la rapiña más detestable.
Segunda reflexión: La candidatura de Madrid ha perdido (por segunda vez, ya perdió en la elección de los Juegos de 2012, aunque esta vez se ha llegado a la final) siendo la más completa en muchos aspectos. Contaba con el mayor apoyo popular (un 90% de los madrileños quería los juegos, frente al 40% de Chicago, por poner un ejemplo), la mayoría de infraestructuras estaban ya construidas (un 70%, al contrario que Rio, que presenta un proyecto casi virtual) y ha llevado a Copenhague a la plana mayor de la política y el deporte. Allí estaban los reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, el presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero y deportistas tan destacados como Marta Domínguez, Gemma Mengual, Manolo Santana, Miguel Induráin o Raúl González, entre muchos otros. En Brasil, sin ir más lejos, la única cara conocida (aparte de su presidente) era la del exfutbolista Pelé.
Sin embargo, la candidatura de Madrid, a pesar de tanto nombre ilustre, tenía desventajas en otros factores que son tan importantes para el COI como los que he mencionado antes. Por un lado está lo de la famosa rotación de continentes. Por mucho que se diga que es una ley no escrita, lo cierto es que si miramos la historia nunca se han celebrado dos Juegos seguidos en el mismo continente. Y si es casi imposible que se celebren dos seguidos, es directamente impensable que se celebren tres. Por eso, los miembros del COI italianos, franceses o rusos (Roma, París y Moscú se presentarán para la candidatura de 2020) han votado en contra de Madrid para que Europa pueda albergar los siguientes Juegos. Y, por encima de todo, el principal activo de la ciudad de Rio es el impacto potencial de las Olimpiadas en su seno, a galaxias de distancia del que tendría en las otras candidatas. Rio de Janeiro es una ciudad inmensa, con mucha delincuencia y marginalidad. Por este motivo la llegada de este tipo de acontencimiento puede marcar un antes y un después en la vida de Rio y de Brasil en general. Todos somos conscientes de como queda una ciudad después de albergar los Juegos (tenemos el ejemplo de Barcelona muy cerca), y Rio recibirá una oportunidad única que tendrá que aprovechar para darle a sus ciudadanos el nivel de vida que merecen. Y, finalmente, la ciudad carioca ha tenido la inmensa ventaja de representarse no sólo a sí misma, sino a todo un país y a todo un continente que está por fin cerca de hacer historia y de equipararse al resto del planeta.
Tercera reflexión: El papel de los líderes políticos. Con la brocha gorda, se puede decir que Lula da Silva ha sido el ganador y Barack Obama el principal derrotado de la contienda, aunque caben muchos matices. Cierto es que Obama no ha medido nada bien los tiempos en la candidatura de Chicago. Se sumó al carro muy tarde (hace una semana dijo que no estaría en Copenhague), y su presencia en Dinamarca ha sido un visto y no visto. Obama pasa hoy por hoy por ser el líder político más valorado, carismático y glamouroso de todo el planeta, un referente para muchos tanto dentro como fuera de EE.UU. Sin embargo, esto no es suficiente para impresionar a los miembros del COI, cada uno de un pelaje diferente y con una afinidad política muy variada. Obama ha creído que su sola presencia podría otorgar la victoria a una candidatura por otro lado muy floja, pero el golpe de efecto le ha salido al revés. Los votantes del COI han entendido que el presidente de EE.UU. ha superado la fina línea que separa sorpresa y liderazgo de prepotencia, y le han castigado eliminado a su candidatura en la primera votación. Muchos se sorprenden de la falibilidad de un Obama que parecía destinado a ganarlo todo, pero es que este tipo de designaciones son un mundo aparte.
En las antípodas de la actuación de Obama está Lula da Silva. El presidente brasileño ha hecho un discurso sencillo pero emotivo, cuyo momento álgido ha llegado cuando ha mostrado un mapa donde se señalaban las ciudades que han albergado unos Juegos Olímpicos. La imagen no dejaba lugar a dudas: Sudamérica (y África, no lo perdamos de vista) era la gran olvidada. Según Lula, para el resto de ciudades los Juegos de 2016 serían "unos Juegos más", mientras que para ellos sería una oportunidad histórica de equipararse al resto del mundo. Una cuestión de igualdad, sin más. La elección de Rio de Janeiro como sede olímpica es también el triunfo de este exsindicalista que ha sido capaz de levantar a todo un gigante como Brasil siendo fiel a unos principios que son también los principios de toda Latinoamérica: riqueza a base de la explotación de los propios recursos, protección de los derechos de los trabajadores, educación y lucha contra la corrupción. Y todo esto sin el populismo chabacano de un Hugo Chávez o un Evo Morales. Las lágrimas de Lula en la rueda de prensa posterior a la victoria le delatan: seguramente era el hombre más feliz sobre la faz de la Tierra.
Y para acabar, una reflexión final: ¿Es necesario que a estas alturas de la película siga existiendo el sistema de designación que tenemos?. El éxito del esfuerzo de miles y miles de personas depende al final de la elección de menos de 100 personas a las que les mueven todo tipo de motivaciones y de intereses. En estos días se han vivido imágenes surrealistas, como la de ver a Jefes de Estado y miembros de casas reales perseguir por los pasillos a gente "de la calle" para suplicarles casi de rodillas un voto para su país. El mundo al revés, vamos. En estas situaciones los miembros del COI me recuerdan a aquellos monarcas medievales que se sentaban aburridos en su trono mientras comerciantes de todo el mundo les ofrecían sus exóticas mercancías, o a aquellos césares que contemplaban las luchas a muerte entre gladiadores cuyas vidas dependían de un movimiento de su dedo. Es cierto que este sistema forma parte de las reglas del juego, y que si quieres entrar en él tienes que acatarlas sin rechistar. Pero ya que yo no estoy dentro de ese juego, me permito el valorarlo sin contemplaciones. Basta ya de este sistema obsoleto y carca y busquemos entre todos un sistema más moderno y democrático.
Ah, y por supuesto mis felicitaciones a Rio de Janeiro, a Brasil y a toda Sudamérica. Ojalá, y aunque sea a través del deporte, demos un pasito más hacia un nuevo orden mundial más justo y equitativo. Por algo se empieza.