Cada país tiene un olor. De veras.
Siempre que llego a algún aeropuerto o ciudad del mundo, lo primero que hago es “olerlo”. ¿Será porque el olfato es uno de los sentidos más primarios? ¿será porque sin el sentido del olfato careceríamos del sentido del gusto? ¿será porque el jet-lag definitivamente me ha vuelto majara?
México huele a maíz, por dónde quiera que vayas. Ciudades como Nueva York, Boston o Chicago huelen a una mezcla de productos limpiadores y comida rápida, Costa Rica huele a “pura vida”, a verde, a flores tropicales...
Hace unos días Ambipur me pidió que realizase una colaboración con ellos para presentar sus nuevas fragancias. Los sentidos son ventanas al mundo, a su conocimiento y disfrute. Acepté encantada.
Si pudiera escoger algún país del mundo que conocer, sin ningún tipo de duda sería Japón. Los campos japoneses deben tener el olor de lo etéreo.
En el país del sol naciente, crece una planta llamada Igusa con la que, una vez recolectada y seca, se realizan los tatamis. National Geographic ha recogido este aroma para Ambipur. Si a alguien le apetece tener un trocito de Japón en casa puede pinchar aquí. Os enviarán una muestra. Más tarde, si queréis dar vuestra opinión, podéis hacerlo aquí y optar a un lote de productos de Sara Lee.
Si pudiera escoger algún lugar del mundo en el que dormir una única noche especial sería el desierto. Nunca lo he hecho. El desierto debe tener el olor de la aventura, de la vida tras el milagro del agua.
En el desierto de Nevada, tras las lluvias invernales, crecen unas pequeñas flores anaranjadas que lo cubren, dotándolo de un aroma dulce y especial. No sé si terminaré descubriendo algún día el sabor de las nubes, pero al menos, tengo curiosidad por conocer el olor del desierto. Otra fragancia nueva: flor del desierto de Nevada.
Siempre he pensado que harían falta muchas vidas para conocer el mundo, y a través de este blog intento compartir mis humildes experiencias. Agradezco a Sara Lee la oportunidad de abrir una pequeña ventana más.
Y para que no falte la receta, mientras cierro los ojos imaginando cómo olerá Japón, disfruto de un té japonés (sin ninguna ceremonia), y me pimplo un número vergonzoso de las siguientes pastas de almendra. Por cierto, también aquí podréis optar a un viaje a Japón para dos personas. Por mi parte, ya estoy pinchando.