José Juan Rivero*
Hace
unos días mientras desayunaba con un grupo de amigos, charlábamos sobre el
estado de apatía personal y social al que está llegando nuestra sociedad,
actualmente los cambios políticos y sociales parece que no nos afectan: recortes, paro, aumenta el número de personas
en situación de vulnerabilidad, etcétera. Al mismo tiempo, mientras repasábamos
la prensa diaria parece que cada vez más nos abanderamos en post de causas que
no nos van aportar un beneficio, en definitiva, no van a mejorar nuestro
Bienestar personal, ni social, pero aun así las personas se vuelcan en ellas.
Recordaba
entonces unas investigaciones realizadas por Seligman que descubrió en los años
70 que, tras aplicar a un animal descargas eléctricas y si este no tenía posibilidad de escapar,
después de un tiempo, el animal no emitía ninguna respuesta evasiva incluso
aunque la jaula estuviese abierta, es
decir, se sentía indefenso dejando de luchar contra la situación, con lo que
pierde toda capacidad de afrontamiento, a esto lo conocemos como “Indefensión
aprendida”.
Los
seres humanos funcionamos de la misma manera ante situaciones que entendemos
que no podemos controlar, nuestra capacidad para afrontarlas después de un
tiempo de lucha se va agotando hasta que nos sentimos indefensos. Parece que
estamos en el momento donde lo prologando de la situación nos está empezando a
dejar sin fuerzas para responder a lo importante y abandonamos, o dirigimos
nuestra atención a lo que entendemos que podemos controlar, aunque no aporte
valor.
Pero
lo positivo de todo esto es que aunque la gran mayoría de las personas se
quedan indefensas o se agotan en el día a día, existen personas que luchan
cuando los demás ya han tirado la toalla, que aprenden a aguantar utilizando
estrategias que les ayudan, a este fenómeno se le conoce como “optimismo
aprendido”.
El
optimismo es una forma de afrontar las situaciones por las que vivimos,
entendiendo que los malos eventos son reveses temporales, generados por
circunstancias particulares y que si pongo mis habilidades en juego podré
superarlos, no dejaré de buscar la situación y mi capacidad de afrontamiento no
se verá afectada.
Pero
hablo de un “optimista inteligente”, no se trata de ser feliz y ya está,
tampoco quiero que cierres los ojos ante la realidad para evitar el sufrimiento, o que esperes una
solución milagrosa por ser optimista. Implica asumir responsabilidades y buscar
un plan que potencie el cambio, ese es el optimismo que te potencia como
persona. ¿Te apuntas?.
*Psicólogo y miembro de
la Sociedad Española de Psicología Positiva
@jriveroperez