La Estatua de la Libertad, situada en una isla de la desembocadura del rio Hudson, muy cercana a Manhattan, es uno de los monumentos más conocidos del mundo, y todo un símbolo para Estados Unidos, que ve en esta dama a su fiel defensora de la libertad. La estatua representa a una mujer portando una antorcha, símbolo de esa luz que da conocimiento y libertad a todo el mundo. Pero, ¿cuál es el origen de este monumento?
Como muchos sabréis, la Estatua de la Libertad fue un regalo del gobierno francés al de Estados Unidos, oficialmente, para conmemorar el centenario de la Declaración de Independencia de los norteamericanos. Sin embargo, el verdadero objetivo del regalo era afianzar las relaciones entre dos países que se sabían importantes en sus respectivos continentes. De hecho, la estatua fue inaugurada en 1886, por un retraso en su creación, habiendo pasado ya diez años del centenario de la Independencia. Pero poco importó cuando se pudo contemplar a aquella majestuosa dama reinando sobre el puerto de Nueva York.
El monumento fue montado primero en Francia, para corroborar que la estructura estuviese en condiciones, y luego fue desmontado en nada menos que 350 piezas diferentes, que fueron transportadas en barco desde el puerto francés de Le Havre hasta Nueva York, dondefue recibia por la fragata Iserese con una bienvenida triunfal. Después del tiempo que se había necesitado para diseñarla y construirla, el ensamblaje final en la isla de Bedloe (posteriormente conocida como isla de la Libertad por el monumento) solo duro cuatro meses.
La estatua es obra del escultor Frederic-August Bartholdi, quien fue ayudado por el célebre ingeniero Gustave Eiffel, que diseñó el interior del monumento. Eiffel aún no era tan conocido como lo es actualmente, sobre todo por haber diseñado y construido la torre que tiene su nombre, pero ya hizo un trabajo excelente, habilitando el interior de la estatua para que pudiera ser visitado. Gracias a eso y a todas las reformas posteriores, hoy se puede subir hasta la propia cabeza de la estatua a través de un ascensor, y divisar la espectacular vista que se tiene de todo Nueva York desde allí.
La Estatua de la Libertad tenía ya en esos primeros años un simbolismo absoluto, ya que era lo primero que veían los inmigrantes europeos que llegaban a Nueva York tras cruzar el Atlántico. Este símbolo de la libertad era la bienvenida perfecta a Estados Unidos, el país de las oportunidades. En esos años la estatua tuvo, además de su significado simbólico, una utilidad muy llamativa. Y es que la Estatua de la Libertad fue el faro del puerto de Nueva York hasta 1902, y gracias a su altura y la potencia de sus luces, daba visibilidad en un radio de casi 40 kilómetros.
A pesar de que lleva más de un siglo sin servir como faro, la Estatua de la Libertad sigue iluminando la ciudad de Nueva York y, en parte, también el resto del mundo, recordándonos que siempre habrá una luz de esperanza para aquellos que creen en la libertad.