Imagen de la Luna, un satélite muy mencionado en las comparaciones. A modo de ejemplo: “Quisiera ser tan alta…” (Foto: Santiago Llobet)
Sigo sin interés las noticias sobre el principio del Universo. De todo este conjunto de teorías y demostraciones, sólo me llama la atención lo referido al lado humano. Me descubro ante el esfuerzo dedicado por los investigadores a desentrañar lo que interesa apenas a unos pocos, esas vidas entregadas a que una fórmula tome cuerpo y adquiera otra dimensión. Leo en El Correo una entrevista al astrofísico Rafael Rebolo, un experto dedicado a estas labores. Llego a ella por el acierto en la elección del titular, que viene a explicar que el Universo era al principio más pequeño que un átomo. Me pongo a ello. Con una lectura atenta estoy cerca de entender algunas explicaciones pero no culmino y vuelvo a acercarme a la verdad cuando leo que en una subtrillomésima de segundo el crecimiento del Universo permitió a éste pasar de ser un balón de fútbol a una circunferencia mayor que la Tierra y la Luna juntas. En este punto abandono, mi nivel de comprensión exige estas comparaciones y este hombre no puede entretenerse todo el rato en lecciones para ignorantes universales.
Para aprender, nada como el trabajo de Juan Ramón Robles y otros profesionales de la imagen que ejercen en la capital, que se jugaron el bigote para contarnos lo que sucedió en algunas calles de Madrid al término (?) de las Marchas por la Dignidad. En los enfrentamientos del personal incontrolado con la Policía, el balance de lesionados, que acostumbra a sufrir del maquillaje de la autoridad competente, no deja lugar a dudas en esta ocasión. De los 101 heridos, 67 llevaban uniforme azul y casco. Vamos que eran policías. Esta última parte es relevante porque cabe pensar que también portaban un arma de fuego reglamentaria en su cintura, lo que dice mucho del nivel de riesgo que se registró cuando los antidisturbios vieron peligrar lo que se conoce como su integridad física en los momentos más calientes de la noche.
Gabriel, que estaba en el jaleo con la Policía y ha perdido un testículo por un pelotazo de goma, tendrá otras preocupaciones, pero la delegada del Gobierno y los mandos policiales deberán dar una vuelta a lo sucedido y sacar conclusiones. Lo que provoca sonrojo es la declaración del ministro Fernández Díaz condenando las agresiones a los antidisturbios como si fuera el presidente de la asociación de alfareros de Madrid-Oeste y ese grito que los sanitarios oyeron a sus espaldas cuando pretendían atender a los agentes: “Dejadlos morir”. Hay mañanas que resulta más fácil entender el final que el principio del Universo.